martes, 25 de junio de 2013

Regalar la vida.

La impotencia de su mala decisión la paladeaba sabor sangre, junto con la sensación de certeza de que pronto moriría y de la manera más dolorosa posible. Lo iban a hacer pagar.

Magia negra, magia blanca, lo que sea, pero los deseos humanos a veces tienen un poder inimaginable. Lo que pensaba tontería en su madre, comenzó a envolverlo desde el primer momento en que sintió los resultados de la "magia" ésta practicaba. Entrando a un trabajo que jamás pensó conseguir, se sentía enorme. Su madre le había dicho que ya estaba “trabajando” en el tema de un buen puesto. Se reía de ella a sus espaldas, aceptándola pero considerándola ignorante. Cuando consiguió el trabajo, comenzó a cernirse una sombra de duda sobre él. Que paulatinamente iba creciendo.


El primer día, la vio pasar, inalcanzable. Hermosa, alta, delgada, elegante, segura e inteligente. Demasiado para él. Siempre se subestimo y ahora más. El trabajo le quedaba grande, se sentía inseguro, se sentía menos. El estrato social, la cultura, la demanda laboral. Pero ella comenzó a trabajar con él. Su reacción fue de incredulidad y la trató con rudeza, frialdad y menosprecio. Era su tonta manera de protegerse. Ella dulce nunca dejó de ayudarlo, dulce y amable, tuvo la paciencia de hacerlo crecer. En la medida que el crecía en seguridad, crecía el dominio insano que tenía sobre ella.

El error de ella fue enamorarse de alguien tan inseguro, y desde lejos, menos que ella. Su extraña hermana, alejada de todos, cerca de los bosques canadienses le había hablado en el medio de la noche.

- No te involucres con él a menos que quieras sufrir.
- Mmmm? Estaba dormida hermana ¿Que significa eso?
- Que vas a sufrir.
- Tu siempre tan rara.

Colgó, intentó hablarle al día siguiente pero como siempre nunca la localizó. Habló con su madre y al contarle la extraña llamada de su hermana, esta respondió algo inimaginable.

- Tiene razón, si sigues con él vas a sufrir.

Se quedó muda y consternada. Muy dentro sabía que lo que decían era cierto, pero como siempre su soberbia, no la dejó ver que esta ocasión sus ciclos se podían poner peligrosos.

Él tenía cada vez más poder. El maltrato, el abuso, el dolor, el menosprecio iba creciendo. Ella más sumisa y adolorida, no le contaba nada a nadie. Su semblante era cadavérico, era como si su vida estuviera siendo tomada por alguien más. Alguien externo le dijo un día que él, su amado, estaba "trabajando" sobre ella. Ella, creyente por todas las cosas con las que creció al rededor y la singularidad de las mujeres en su familia, acepto la ayuda y continuó pidiéndola. Le dijeron que la madre de él, se encargaba de hacer "cosas" para que ella estuviera cada vez peor, para que su hijo la dejara, para que su hijo no se fuera de su lado. Pero cuando las cosas son hechas con maldad, con bondad se defienden. O eso creía ella.

Al inicio todo pareció empezar a tomar el rumbo que ella deseaba. El "cambió", se empezó a portar más agradable y dulce. Aunque él comenzó a tener una situación económica apremiante, ella siempre lo apoyó. Todo parecía ir mejor. Su situación era la ideal. Hasta que un día él regresó a ser el mismo de antes y peor. Una noche en su casa discutiendo con ella por la falta de tiempo de sus últimas semanas, él perdió los estribos. Si no fuera por los vecinos ella podría haber muerto. Antes de que ella perdiera el conocimiento, con la garganta llena de sangre y el cuerpo adolorido, se escuchaban los golpes del vecino tratando de abrir la puerta.

- Esto te lo mereces, me hartas con tus reclamos de niña. Me voy a casar en dos semanas. Sí, con ella, con la que odias. Y tú me estas dando todo...

Esto rompió su cabeza en pedazos y dejó el dolor fluir. Deseaba morir, pero en medio de su lucidez y su inconsciencia  le grito a su hermana mentalmente. Después desapareció en un pozo profundo y oscuro de dolor.

Cuando despertó, vio a su madre abrumada al lado suyo y su hermana sentada oculta entre las sombras. 

- ¡¡Hija!! Pensé que no regresabas más, pensé que te perdía

Se le veía delgada, demacrada. Su madre y ese metabolismo de angustia. Cuando su hermana se acerco, le pareció ver un animal depredador. Dios, como había cambiado desde que se fue del país. Delgada y demacrada igual que su madre. Solo que la mirada era dura y salvaje. 

- Que bueno que estás bien, fue muy difícil encontrarte y convencerte de salir.

Su madre le sonrió y ella quedó extrañada de lo que dijo su hermana. Pero entendía, recordaba vagamente haber visto a su hermana entre sueños, dulce, cariñosa, muy distinta a lo que veía ahora. 

Cuando por fin regresó a casa, lo hizo bajo el techo maternal y los cuidados de su extraña familia. Ahí estaba su hermana y su sobrino. Ese pequeño "demonio" que era todo luz, como su madre, pero a veces como su madre irradiaba algo oscuro. El único hombre de su familia. El primero. 

- Que extraño que sea el primer hombre en generaciones de exclusivamente mujeres.

Pensaba eso, cuando escuchó a su sobrino decir.

- ¿Te dolió tía?
- Si, un poco
- Ay, ya, pobecita, a él le va a doler más.

Le dio un abrazo su sobrino y comenzó a jugar con sus carritos. Su hermana cargó a su hijo y lo beso sonriéndole. Ahí eran luz los dos juntos, pero cuando voltearon a verla la transformación ante sus ojos era impresionante, vio la oscuridad que brotaba del centro de ellos cubriéndolos por completo. Cambiaron ante sus ojos y fue impresionante. Cuando su madre se acerco a ellos y los abrazó tuvo el mismo proceso. Ella estaba al borde de la histeria, cuando cerró los ojos, al abrirlos su familia estaba sentada entorno a ella, le sorprendió la luz que emanaban. Comenzó a llorar y se dejó abrazar por ellos. 

A las 3:00 am, se despertó y vio a su hermana sentada en la cama, no se sorprendió, lo venía haciendo desde hace muchos años cuando aún vivían juntas. 

- ¿Que pasa?
- ¿Sabes todo lo que pasó mientras dormías?
- No ¿Qué?
- Mamá tiene problemas financieros, yo comencé a tener gastos urgentes e impostergables. La casa le están fallando cosas y no es de vieja. Los perros se están enfermando. Tu seguro de gastos médicos expiró, el trabajo lo canceló. 
- Pero ¿Por que?
- Es él.
- No digas eso, debe ser su madre.
- Si tu lo vas continuar defendiendo no vamos a hacer nada.
- ¿Hacer que?
- Detenerlo

Ella no quería ni imaginar lo que podía hacer su hermana para "detenerlo". Pero tampoco quería que él continuara arruinándoles la vida.

- Te visito ¿Sabías?
- ¿Fue a verme?
- Ni te ilusiones, es un cobarde que salió huyendo en cuanto nos paramos frente a él.
- Ah...
- ¿Lo vas a seguir defendiendo?
- ....
- ¿Lo vas a seguir cuidando?
- ...
- ¿Le vas a seguir regalando tu vida?

Esa pregunta abrió puertas de entendimiento en su mente. Obviamente él estaba cada vez mejor por que ella era la donadora de todo su bienestar. Él estaba bien a costa de ella, de su vida. Ahora entendía la última frase de lo que dijo él, antes de dejarla ahogándose en su propia sangre.

- Sí, deténlo.

Vio sonreír a su hermana y tuvo un escalofrío recorriendo su espalda, pero cuando ella la abrazó el calor que sintió fue el mejor remedio. Su hermana regresó a Canadá al recuperarse. Su madre continuó con su vida más tranquila cuando habló a solas con su hermana.

- No te preocupes hija, tu hermana va a terminar esto. Yo solo estoy "pensando" todo lo que le va a pasar. Vas a ver que pronto recibe su castigo.
- Gracias, mamá.

La siguiente ocasión que estuvieron reunidas, fue una noche en el panteón francés. En la tumba de su abuela. Una gran caja de cristal que bajaba 6 metros, donde las mujeres de su familia se encontraban "encriptadas". Ahí al fondo, encadenado, estaba él. No le sorprendió ver el deterioro físico en el que se encontraba. Después del incidente nunca volvió a verlo, aunque él se encargó de estarla buscando. Estaba abotargado, la falta de ejercicio y la comodidad en la que se había instalado tenía resultados desagradables. Se detuvo sonriendo en el hecho de que se fijara más en su físico a la serie de heridas que tenía por todo el cuerpo. Volteó a ver a su hermana y está tenía una sonrisa sádica y le brillaban los ojos con pensamientos de que más podía hacer para que sufriera. Su madre, fría, miraba la escena lejana, como queriendo ahuyentar el hecho de lo que su hija era capaz de hacer. Ella, impávida, se acercó a él y observo con detenimiento los cortes en su cara y cuerpo, las heridas y el dolor en sus ojos. Cortes perfectos, de bisturí, profundos y sin romper arterias o venas. Las heridas supurantes irregulares se habían hecho a base de gotas de ácido. Su hermana se había esmerado.

El suplicante, le pidió que lo soltara, le imploró perdón a ella, juró por la vida de su futuro hijo que no volvería a hacer nada en contra de ella o ellas. Pero jurar en vano sobre la vida de otras personas es el mejor engaño. Por que lo único que realmente nos pertenece y es nuestro mayor valía, es la propia vida. He ahí su error. Su último error.

- Tú, nunca más tendrás la fuerza o la voluntad para robarle la vida a los demás. Nunca tendrás el apoyo de nadie. Vivirás eternamente el dolor que causaste. 

Su madre soltó esa sentencia como quien lanza una maldición. Como las brujas. Su hermana, se acercó, tomó su rostro entre las manos y sin que el pudiera evitarlo, grito de terror, cerró los ojos y sintió como la saliva caía en sus parpados. Sintiendo un dolor más allá de lo real, más allá de su umbral. Se derrumbó encadenado.

Cada vez pensaba menos en la escena que vivió esa noche en el panteón. Pero se preguntaba que había pasado después con él ¿Estaba muerto? Debía estarlo, parecía muerto cuando lo dejaron. Ella nunca preguntó. Poco a poco comenzó su crecimiento nuevamente y empezó a acostumbrarse a ver la luz y la oscuridad de las personas. Lo cuál fue ayudándola mucho a juzgar las intensiones de alguien.

Un día, reunidas nuevamente las tres y su sobrino, se animó a preguntarle a su hermana por él. Discreta y a solas, le respondió que esa noche la llevaría a verlo. Cuando llegaron, se escabulleron por un pasillo del edificio de departamentos. La zona era de las más peligrosas de esa ciudad. Pero su hermana se desenvolvía con soltura, sin miedo, así que ella solo tuvo confianza. Cuando llegaron, una mujer y su hijo salieron de uno de los pisos. Casualmente se quedó emparejada la puerta. Entraron sigilosamente y la llevó hasta él. Sentado frente a una ventana, con las cicatrices en brazos y cara, mirando hacia nada. Su mirada perdida, estaba ciego, inmóvil. Olía a orina y excremento, a descuido y perdición. Volteó a ver a su hermana y esta se acercó y susurró al oído del vivo que parecía muerto.

- Estamos aquí, haciéndote una visita, para que no olvides quien te puso ahí.

Él ni siquiera pestañeó, pero el olor a orina y suciedad se incrementó. Por un segundo ella vio la imagen de él gritando en el fondo de la tumba, encadenado, suplicante, cadavérico, con los ojos carcomidos, pero regenerándose poco a poco.

- NO MÁS, NO MÁS, YA NO, POR FAVOR. OTRO DÍA MÁS NO. 



jueves, 20 de junio de 2013

Musa

Las peores traiciones son las que recibes de la persona que amas. Provocan ese dolor que no logras ubicar exactamente. Entre el corazón, la garganta y la cabeza. Sientes que cada uno quiere explotar. El zumbido en los oídos sube y la estupefacción en tu rostro parece durar una eternidad.

Así estaba él, sentado al borde de la cama. Leyendo la carta donde el editor lo tachaba de plagiador. Donde daba por terminado la relación con esa editorial. Pensó en sus libros. El primero fluyó sin ayuda, solo, de la nada. El segundo tuvo la inspiración de los sinsabores de su vida y las desgracias del amor y su abandono. Pero el tercero. Ese libro era terrible. Lo rechazaban, la historia era simple, inverosímil, aburrida. Las ideas se encontraban atoradas. Así como su vida.


Hasta que la conoció. Con apariencia de fragilidad y sumisión en realidad era una fiera indomable. Llena de vida, libre y con las ganas de estar con un aburrido escritor. Su crítica literaria favorita. Ella nunca había escrito nada, sin embargo su imaginación era conmocionante. Si escribiera como pintaba, ella sería un Bestseller absoluto. Y se lo dijo.

Tampoco era pintora, su carrera no tenía nada que ver con ninguna especie de arte. Era fría y calculadora en su trabajo. Las finanzas siempre le representaban el reto a su volátil y cambiante imaginación. Se apasionaba hablándole de como leer los señales que anunciaban devaluaciones, que hacía crecer su dinero, que lo podía llevar a la ruina o a la gloria económica. El la escuchaba como alumno de primer ingreso. Extrañaba sentir la pasión que ella tenía sobre todas las cosas, sobre todo lo que hacía. Entre toda esa pasión se enamoró de ella. 

Esa conquista duró para él una eternidad. Aunque tenía la paciencia de un escritor, cuando se abocaba por alguien, era implacable. Entre cafés, libros, museos y demás tertulias artísticas. Él, poco a poco, fue haciendo camino en esa imponente personalidad. Ella poco a poco fue cediendo terreno. Esa personalidad efervescente, la volvió el centro de atención de sus reuniones literarias. Y su imaginación galopante no se hizo esperar. De una palabra contaba los cuentos más llenos de emociones humanas, principalmente las más aterradoras. Se sorprendía de lo fácil que ella convertía a amantes enamorados en asesinos despiadados. A personas normales en demonios enjaulados. A hechos comunes en situaciones aberrantes. Tenía por 10 minutos a todos al borde de sus sillas. Imaginando, volando. Él la amaba todavía más, era la proyección de lo que quería de su tercer libro. Cada vez que la escuchaba contar sus cuentos se preguntaba de donde venía esa ávida imaginación. Una noche descubrió algo que cambió su congelada vida de escritor. 

Despertó al sentir que ella se levantaba de la cama. Fingió seguir durmiendo y puso atención. 

- No, no, no, ese cuento esta mal, yo no escribo así.
- Sí, lo tienes que escribir.
- No, ya es demasiado.
- Te dije que lo escribieras, eso acordamos, tu escribes lo que yo diga.
- Tus cuentos me dan miedo.
- No me interesa, ese fue el trato ¿O lo rompemos?

Silencio, el sonido del teclado, murmullos ¿Habían sido dos voces distintas? Fue impresionante, no podía dejar de sentir escalofríos. Le daba vueltas y no quería ni imaginar lo que podía tener ella. De pronto se percató del escalofriante silencio. Se levantó de la cama y de puntillas caminó hacia la sala. Nadie, no estaba. El ordenar abierto, con un archivo. Comenzó a leer, abriendo cada vez más los ojos. Eran sus cuentos. Pero estos eran más terroríficos que los contados en las noches de vino con sus amigos. Subyugaban la mente, era imposible dejar de leerlos, por más terribles, sangrientos y deshumanizados que fueran. Absorto como estaba no sintió la cercanía de ella. 

¿Qué haces?

Esa voz, le llenó de terror. Cuando volteó a verla su mirada era otra, más vieja, más fría, vacía.

- Me levanté, no estabas y me acerqué a la sala, no te vi y estaba abierto este archivo y comencé a leer. Son tus cuentos...
¿Te gustaría escribir así?
- Tienen un toque único, es tu firma la que se lee entre líneas.
Pero te gustaría ¿No es así?
- Si, la verdad que hace mucho no logro nada bueno y tu lo sabes.
Si quieres son tuyos, seré tu Musa... Pero la condición es que nunca me dejes. 

Un trato sellado con un beso, un beso frío, carente de amor. Eso es lo que él sintió al besarla.

El libro, recopilando los cuentos que nunca se habían contado, fue un Bestseller en solo una semana. Lo mejor que había "escrito". Y su amada, cada vez era menos su amada, cada vez era más ella. El éxito lo llevó a ser uno de los más cotizados autores. Su vida repuntó de la más brillante manera. Pero su persona venía en decadencia. La mujer de la que se había enamorado, iba desapareciendo cada día más y en su lugar quedaba un ente frío, hambriento de todo y exigía que ahora él escribiera esos cuentos. 

Un día, su dulce amada estaba presente y llorando.

- No lo tolero más, me siento miserable, es como estar enjaulada en un calabozo frío y oscuro. Ayúdame. Te lo imploro. 
- Es que no se que podemos hacer... Ella es implacable. Prometo encontrar la manera de ayudarte.
Podrías tomar su lugar...

La voz había cambiado, la Musa, había aparecido. El se levantó de golpe, alejándose de ella. 

¿Que acaso no la amas? ¿No dijiste que ibas a hacer todo por ella? ¿Que nunca nos dejarías? ¿Vas a traicionar las promesa que nos hiciste? Nunca nos ibas a dejar...

Se acercaba cada vez más y el aterrado salió corriendo del departamento, corrió hasta que los pulmones le ardieron. Cuando regresó ella no estaba. Tomo una maleta sencilla, sus papeles y su portátil. No miró atrás y no se detuvo a pensar en ella, su amada, la promesa de nunca dejarla, de ayudarla.

Meses después, el escándalo surgió, ella apareció con un blog diciendo que esos cuentos eran suyos, la editorial gasto cantidades exorbitantes de dinero para no perder su credibilidad. Hizo público el plagio de él y la disculpa hacia ella. Cuando vio las televisoras difundiendo la entrevista con ella, no vio a su amada, era la Musa que hablaba.

El me traicionó, la confianza que le otorgué, el prometió nunca dejarme... El amor que le tengo no ha cambiado. Se que quería ayudarme, solo que no supo como... Pero es un traidor de lo más ruin.

Nadie pareció notar el cambio en las voces, la mirada de vacía a dulce y viceversa. Nadie más que él. Sentado al borde de la cama, con la carta en la mano, sintiéndose traicionado en un inicio, terminó sintiendo el peso del peor traidor de la historia. No lucho por el amor de ella, la traicionó a ella. A su amada cuentista, su verdadera Musa.


miércoles, 19 de junio de 2013

Decisiones

Era el mejor cirujano del país. Dentro de su especialidad era uno de los 10 mejores del mundo. Pero eso no impedía que tenía que hacer sacrificios personales tan grandes que le dolían a muerte. Eso pensaba mirando al amor de su vida.

Cuando tenía 25 se enamoró. No vivieron juntos, sin embargo concibieron una hija. Cuando la conoció en el quirófano se enamoró perdidamente de ella. Su pequeña hija. Hermosa, sus rizos, su sonrisa, la risa cantarina al jugar con ella iluminaba su vida. Era la única personita en el mundo que parecía distraerlo del dolor que tenía que ver todos los días. Pero el alcohol estaba más a la mano siempre.


El dolor de las personas lo carcomía. Pensaba en la primera noche que pasó en un hospital, lloró como niño al ver morir a una mujer embarazada. Sin darse cuenta alguien se sentó a su lado. Le acarició el cabello y comenzó a murmurar una suave letra que realmente no entendió. Su cuerpo; ante la dulce tonada comenzó a relajarse; sus lágrimas fluyeron limpiando todo. Cuando se sintió mejor volteó a verla. Esa mirada dulce y penetrante, como entendiéndolo todo, sus rizos negros y su piel dorada. La sonrisa de alguna manera le daba tranquilidad a su alma. Sin embargo había un halo oscuro que se intuía, lo podía sentir. Lo descarto por ser un “hombre de ciencia”. Él podía curar al mundo, ayudarlos a todos, solo con sus manos.

- Es normal que sientas la muerte de las personas aunque no las conozcas.
- No, no puedo ponerme así cada que muera alguien en mis manos.
- Debería de haber una forma de que nadie muera en tus manos…

Eso sonaba a invitación. Sonaba a deseo, anhelo, consagración… Un ofrecimiento que él no quería rechazar. Todo su corazón se estrujaba pensando en lo que anhelaba. La miraba, dudando del ofrecimiento.

- Es increíble lo que a veces anhela uno, yo por ejemplo, anhelo una hija…

Escuchaba atento, tratando de leer entre líneas, pero no alcanzaba a entender quién o qué era ella. Ella suspiró, fue como escuchar a alguien expirar o morir. Un suspiro de tristeza infinita, de anhelo jamás consumado. El sintió tanta pena por ella que la abrazó, fue su turno de consolar a alguien.

- Yo pienso que si puedo superar el dolor de que alguien muera en mis manos, tú podrás pronto tener a la hija que anhelas. La mente lo puede todo.

Ella sonrió y lo miró nuevamente a los ojos, pero esta vez no hubo dulzura en su mirada, solo dos pozos negros, profundos y llenos de oscuridad, sin dolor, sin penas, solo… paz.

Después de esa noche, vinieron los mejores momentos de su vida. Su primer amor, la madre de su hija. El verdadero amor de su vida, su hija. Su carrera en ascenso, sus intervenciones exitosas, su especialidad, sus libros, su participación en otros países. Comenzó a consagrarse como ese gran cirujano que todos anhelan. No había nada que él no pudiera lograr. Pero para esto tuvo que dejar atrás a su hija. Llegó un punto donde no había momento para dedicarle. La última ocasión que habló con ella le prometió llegar un sábado a verla. Nunca llegó. Simplemente, sin despedirse la dejó atrás. Sin saberlo le rompió el corazón, su pequeña de 4 años supo entender cuando su madre le dijo Papá es cirujano, tiene que ayudar a mucha gente. Después de eso nunca lo volvió a ver, hasta que tuvo 20.

(Foto @ELPSICOTATUADOR)
Regresando de la universidad, ella caminaba por las calles húmedas de lluvia, tarde a la noche. Y en una esquina vio un forcejeo entre un hombre y una mujer. Como siempre, a pesar del peligro que representaba, ayudo a la mujer. La mujer logrando zafarse del asaltante corrió, pero ella fue alcanzada por esa navaja. Sintió el dolor indescriptible en el pecho, el calor de la sangre y escucho los pasos del asaltante al huir. Antes de desvanecerse tuvo una visión. Una mujer arrodillada a su lado. Su mirada alejaba el dolor, su canción murmurada le daba paz, su sonrisa le daba calidez al frío en su espalda. Le acariciaba el cabello.


- Hija mía...

Cuando llegó al hospital, al borde de morir, luchaba inconscientemente contra la oscuridad que la quería arrastrar. Muy dentro deseaba que su padre estuviera ahí para salvarla. Sabía que nadie moría en sus manos. Lo seguía sin ser vista, anónimamente observaba sus logros y se enorgullecía de tener un padre como él. Sin embargo le huyo a la medicina a pesar de tener el gusto por todo lo que a ella pertenecía. Parecía que sus deseos se realizaban.

Su padre estaba casualmente en ese hospital, a esa hora y pasaba por urgencias... Pero repito, nada es casual en esta vida ¿o si? Cuando escucho en medio del bullicio el nombre del amor de su vida, se congeló. Sudó frío y quería morir. Se acercó como ido a verla. Su cabello, su piel, sus ojos mirando al infinito. Su amor, su niña de cuatro años otra vez frente a él. La recordaba llorando de la última vez que la vio. Reaccionó y se acercó, girando indicaciones, ordenando para que todo estuviera listo, para intervenir y salvarla. 

Justo antes de entrar pasó a su oficina y al cerrar la puerta ahí estaba ella, sentada, igual que hace 20 años. Lo miró y sonrió.

- Tu decides...

El salió caminando hacia atrás sin dejar de verla. Tu decides. Sabía y no, lo que eso significaba, su lucha interna llegó al límite cuando entro a quirófano. Comenzó bien el reparador de corazones rotos. Decidido a arreglar el único corazón que él había roto y el que más importaba. Pero al llegar a un punto crítico, en una esquina oscura vio una sombra, distinguió la cara y observo sus labios articulando Tu decides. 

En su oficina solo, tomando un whisky, mudo y absorto en sus pensamientos, reflexionando, se encontró escuchando su voz explicandole a la madre de su hija lo que había pasado. Colgó al no poder soportar los llantos desgarradores y su propia cabeza repitiendo Tu decides Tu decides Tu decides.

Años después de glorias, de alcoholismo, de sufrimiento y dolor; se encontraba cenando en un restaurante de un sobrino con todos sus colegas. Doctores renombrados comiendo y bebiendo cuál Dioses. El sonriente, pero alejado, vivía recordando el dolor y un bocado del manjar que comía sin saborearlo, tomó el camino equivocado. A pesar de estar rodeado de doctores nadie se percato de su "broncoaspiración" a tiempo. El mundo comenzó a volverse negro y antes de perderse  observo la sombra que tomaba forma y se acercaba a él sonriendole, con la mirada dulce. Su corazón se rompió al ver quien era en realidad.

- Hola Papá.

martes, 18 de junio de 2013

Obras Maestras

En el medio de ese horrible centro comercial inconcluso y abandonado estaba él. Gritando sin poder recibir ayuda. En el borde de la locura y el dolor. Por un segundo olvidó todo el dolor espiritual y solo quedó el dolor físico.

Hace años conoció a la mujer ideal. Su carrera iba despuntando brillante, sus ideas plasmadas en grandes espacios llenos de luz. Funcionales y sin embargo con un estética maestra. Cualquiera podría sentirse bien, independiente de la clase social, sus obras las disfrutaba cualquiera. Esos espacios fueron su perdición.


Ella, con una obsesión un cuanto extraña por él, fue creciendo conforme pasaba el tiempo a su lado. Le daba ideas, lo alababa y lo cuidaba. Él, agradecido por esa malsana devoción, salpicaba la relación con toques de oscuridad para acrecentar la enfermedad. La engañaba sin el más mínimo tapujo de pudor. La forzaba a tener relaciones con otros, la despreciaba en público para en la intimidad tenerla a su merced. Eran un pareja simbiótica. Funcionaba perfectamente. Su perdición comenzó cuando él cambio de obsesiones.

Lo primero que vio fue el terreno e inmediatamente dibujo en su mente los espacios, la vista, los lugares. Cuando lo compró la empresa lo primero que le pareció extraño fue la vendedora. Era la dueña. Se veía peligrosa, atractiva, de alguna manera irresistible. 

- El lugar siempre me gustó, pero no me animé a hacer nunca nada con él. 
- ¿Por que lo vende?
- Realmente solo quiero que alguien lo aproveche realmente y usted me parece el indicado.
- Yo podría asesorarla sobre que construir.
- No, gracias, estoy segura que ese lugar esta destinado para usted. Se siente como en casa ¿No es así?
- Si, algo así...

La verdad era que se sentía como emperador en ese lugar. No sabía lo que estaba dando a cambio. Cuando firmaron las escrituras, ella no apareció, solo fue un representante con un poder notariado y que simplemente le urgía salir de ese lugar. Una de las condiciones de venta era firmar las escrituras en el mismo terreno que se compraba. Extraño, pero él estuvo de acuerdo.

Su obsesión fue en aumento conforme fue desarrollando el proyecto. Los planos cambiaron mil y un veces, nunca satisfecho, comenzó a trabajar a deshoras y no regresar a casa. Ella aunque relajada comenzó a marchitarse por su ausencia. Él sin darse cuenta le pasó lo mismo. La construcción se postergó demasiado y su empresa al borde del colapso lo forzó a comenzar. Durante la construcción miles de causalidades pasaron. Contratistas renunciando, trabajadores desapareciendo, muertes inesperadas y los planos seguían cambiando.

Un día la ex-dueña llegó. Lo visito con la frase trillada de "iba pasando por aquí". Cuando la vio, pensó inmediatamente en los súcubos. A pesar del vestido, todos los trabajadores guardaron un extraño silencio y una actitud reverencial desconocida para él. 

- Hola, que gusto verla por acá.
- Iba pasando y pensé en entrar a ver como iba su proyecto
- Hace frió aquí ¿gusta que salgamos?
- No, me gusta el frío del concreto. Es... sádicamente placentero.

Extrañaba el placer de estar con una mujer y después de unas cuantas copas, el instinto no tardó en aflorar. Además ella despedía esa atracción que los machos no pueden resistir, ese olor que solo incita a la violencia. En esa improvisada oficina gozó de los placeres carnales más añorados. Mordió una piel inmaculada, bebió de una fuente dulce, araño esas nalgas perfectas, devoró cada centímetro de piel que le ofrecieron. La sodomía fue el regalo más delicioso. Lo hizo sin delicadeza y ella grito por más. Ella cometió las felaciones más llenas de lujuria que hasta ese momento no conocía. Al terminar estaban jadeantes, con sangre en la boca, piel debajo de las uñas, labios hinchados y la piel del cuerpo marcada por dientes, uñas (garras le parecían a él) y sudor. Sin darse cuenta la noche llegó. Al percatarse del silencio, observó la hora y no podía creer el tiempo que había perdido con esta mujer. Tenía tanto trabajo por hacer, revisar los planos, los cambios en obra, los ajustes....

- Este lugar te va a traer la muerte ¿Sabías? Te esfuerzas demasiado. Tu cerebro puede explotar.

Viniendo de esa persona, un frío recorrió su espalda y cortó la sensación del alcohol que había ingerido y el sexo placentero se convirtió en repulsión hacia sí mismo. Sintió el peso de una maldición.

- Mi padre, que en paz descanse se obsesionó tanto con tener este lugar que se perdió de tenerme en brazos. Murió el día que yo nací.

Otra maldición. Se sentía sucio, como con una capa de brea por el cuerpo.

- Deberías de sentarte al lado del camino y dejar pasar todo ante tus ojos antes de que se convierta en enfermedad.

¿Que no para de lanzar maldiciones esta Bruja?... En cuanto pensó en la palabra se dio cuenta de que era lo que tenía enfrente. Una bruja. Esos rizos, esa sonrisa, esa mirada, el sexo con ella. No eran naturales. Ella se rió y sintió que algo se rompía en su cabeza. Cerró los ojos escuchando esa risa y cuando los volvió a abrir estaba próxima el alba.

Su obsesión había cambiado, había sido mezclada con otra cosa, con el retumbar de las maldiciones en su cabeza y el orgullo que le impedía dejar el proyecto inconcluso. Los dolores de cabeza crecieron en frecuencia e intensidad. En casa comenzó a despreciar al amor de su malsana vida. Ella triste y cada vez más marchita, le rogaba implorando por su atención. Hasta que un día apareció en la obra después del anochecer. 

- Estoy cansada de tu falta de atención ¿Que pasa?
- Tengo mucho trabajo ¿No te das cuenta? Este es el proyecto de mi vida.
- El proyecto de tu vida somos nosotros
- ¿Nosotros? ¿De que habl....

Cuando se percató de lo que significaba ese "Nosotros" algo terminó de romperse en su cerebro. La ira de la segunda maldición le pesaba en el alma, no quería morir, quería vivir por siempre a través de sus obras maestras. Ella y eso que traía en el vientre no se lo iban a impedir, no les iba a regalar su monumento de belleza. Su cabeza hizo un chasquido extraño y un dolor inconcebible lo atacó. Pero la fiera en él atacó primero a la mujer que lo veneraba. La tiró al piso de muestra, del centro inmaculado de ese lugar,  iluminado por la luna como si fuera un altar. Ciego de ira la golpeó una y otra vez, observando la cara de la bruja riéndose. Esa cara se fue deformando a una masa deforme de huesos, sangre y masa cerebral...

Cuando reaccionó, estaba hincado en un charco de sangre, observando el cuerpo de su amada laxo, sin rostro, sin cabeza. Huesos y masa cerebral regados por su ropa, sangre en su cara y manos. El dolor de su cabeza cada vez era más fuerte, insoportable. Continuó gritando hasta que el dolor ahogó sus gritos. La locura tomó posesión de él solo unos minutos. Sus oídos comenzaron a sangrar y antes de desplomarse escucho una voz que venía desde las sombras.


- Le dije arquitecto, este lugar le iba a hacer explotar el cerebro.



lunes, 17 de junio de 2013

Champagne

Su forma de acampar es en una cabaña en el medio del bosque. Una cabaña perdida, entre árboles grandes y sonidos salvajes. Con un claro verde lleno de sol y flores. Lo suficientemente escondida para despreocuparse por posibles vouyeristas. Para caminar desnuda en el prado. Sentir en mi piel el olor y calor del pasto y el sol. Dejar que los insectos trepen por mi y las mariposas se sientan cómodas posándose en mi piel sedosa y descansen. Eso hago al llegar, me quito la ropa y camino hasta el centro del claro.

Me mira sonriente sabiendo lo que voy a hacer desde el primer momento que brinco del jeep. Dejo un camino de ropa. Le encanta saberme tan libre. Somos tan libres que damos miedo. Tan honestos que duele y ambos sabemos que la verdad puede ser el más letal de los venenos.


Observa cada una de mis líneas, desde mis ojos de gata hasta mis uñas pintadas de los pies. Mira mis pliegues grabando cada color y recoveco mientras baja las cosas. Me ve danzar en el medio del claro, con el sol acariciando lascivamente mi piel dorada, mi cabello negro y rizado. Mordiendo mi boca delgada y mágica. Me dejo amar por el sol que tan agradecida recibo. Tiende una manta al centro para que descansemos. Se desnuda y dormimos al sol, extasiados por la mañana salvaje. Las cigarras cantando arrullan nuestros gemidos matutinos, el sol y los insectos masajean nuestra piel, mientras la brisa refresca nuestro calor.

Despertamos mirándonos a los ojos, con hambre, al atardecer. Caminamos al lago por que es la mejor ducha que puede haber. Un camino frío nos lleva a un muelle solitario y pequeño. Brincar, nadar, el corazón a mil por el agua helada y la piel caliente. El sadismo y masoquismo que nos encanta. Ese thrill en el corazón, nos pone a nadar para evitar un ataque cardíaco y el entumecimiento de los músculos y la posible muerte. Muerte desinteresada y aburrida de nosotros mirándonos desde los árboles.... "Bah!! Otra vez estos dos jugando al filo".... Jugamos, besos, caricias, nadar hasta sentir los pulmones en fuego. 

Excitados corremos a la cabaña en un atardecer perfecto. Nuestras ganas se combinan con el ayuno del día. Entramos torpes, bruscos y deseando comida y piel.

Tomo las frutillas enteras, rojas y jugosas, cubriendolas de chocolate, mordiendo la punta, intercalándolas con besos. Besos con sabor a las delicias que nos esperan. Derrama su jugo en la punta de mis pezones para luego lamerlos suavemente y en círculos, arrancándome un gemido  profundo con esa boca que succiona suave y muerde al final más suave. El éxtasis de sentir el eco de su boca en lo profundo de mi vagina. Mi rubor comienza a competir con el rojo de las llamas, es tan fácil que me lleve a ese punto. Su sonrisa al mirar mi calor, que se transforma en sorpresa cuando comienzo a tocarlo suavemente.

La fresa que más me gusta es la suya, la punta de esa verga dura y hermosa. Una fresa perfecta. La forma perfecta... la toco y esta casi erecta. Le sonrío y suave hago mi recorrido desde sus labios, pasando por su yugular que huele a dulce. Me detengo a morder un poco sus pezones y cada una de las cicatrices que tiene, bajo hasta su ombligo y meto suave mi lengua y llego a mi destino. Le miro al tiempo que suave, tomo un poco de chocolate líquido y cubro la punta con él. Caliente el chocolate hace que apriete los dientes, pero sonríe con malicia, sabe que solo es un poco de sadismo, tenemos juegos peores. Lamo, el chocolate que escurre hasta la base de su miembro perfecto. Recorro con mi lengua las venas hinchadas de sangre, cada uno de los pliegues y hago desaparecer el chocolate. Tomo una fresa y mi boca juega con ella solo para mostrarle lo que puedo hacer con la suya. La frescura de mi boca con el sabor de la fresa le inunda cuando me acerco y envuelvo con mi lengua y mi calor su glande. Lo succiono suave y dentro de mi boca muevo mi lengua acariciando cada pliegue de ella y la siento hincharse, muerdo un poco la punta y la dejo nuevamente libre. Extasiado se acerca y me tumba en la alfombra suave y mullida. Comienza a recorrer suavemente cada uno de mis pliegues, muerde y aprieta mis nalgas para después hundirse en mi y comenzar a lamer mi dulce néctar. Ya huele a dulce.... 

No le lleva mucho hacerme gemir profundo y cada vez más rápido, jugando con mi clítoris y guiándome con esa lengua a un éxtasis delicioso. Me escucha y se detiene para derramar un poco de chocolate en mis pezones y lamerlos, derrama champagne en mi vagina y continua lamiendo. Aumenta el ritmo, quiere que acabe, escucharme y sobre todo quiere beberme. Con un grito apagado acabo sintiendo como inundo su boca con mi sabor y siento su lengua disfrutar del sabor mezclado con la champagne.

El primer orgasmo me exige sentirlo adentro y aunque lo demando con calor entre gemidos y sufrimiento, no lo hace. Mi anhelo por apretarlo con mi piel húmeda y suave preparada para él, es tan grande que duele. No lo hace, castigándome por el juego del chocolate caliente.

Se levanta y me ofrece una copa de champagne, bebemos, me acaricia y comienza nuevamente a incendiar mi piel, que duele, mi vagina gime por él. Se toma su tiempo, sus besos en la boca, su lengua jugando con la mía, todo su peso arriba de mi. Un éxtasis de asfixia comienza a surgir y lo sabe. Justo cuando estoy por gemir del deseo por tenerlo dentro entra suave y apenas con esfuerzo. Dejándome sin aire, extasiada. Solo eso es suficiente para un pequeño orgasmo que esta a punto de explotar entre gemidos, pero lo enmudece con un beso profundo. Me arqueo levantando su peso, me abraza y su beso complementado con sus dedos de cirujano dibujando caricias en mi piel, hacen de mi segundo orgasmo algo inolvidable. Lo deja fluir, le fascina saber lo poco que necesita hacer para tenerme así. Eso le saca nuevamente esa sonrisa salvaje que me vuelve loca. Cuando mi cuerpo se vuelve laxo, embiste con calma y aprieto; logrando un gemido en él y una mirada profunda. Su ritmo suave al inicio se vuelve fuerte, rápido y excitante.  Su mirada clavada en la mía cerrando los ojos por momentos, disfrutando de la piel rozándose. Lo abrazo fuerte con la piernas, su cadera se hunde con la mía, clavo las uñas en sus hombros, el calor sube desde mi pelvis hasta la cara, el tercer orgasmo esta por llegar y mis labios delgados se hinchan de placer. Los besa, los muerde y los suelta justo para escucharlos despegarse para gritar su nombre en el momento de mayor placer. Empuja fuerte, trata de salir un poco y mis piernas se lo impiden, me mira maliciosamente. 

-Me fascinas princesa maléfica... 

Esta cerca de acabar y se que en este punto es mío. Pero se mueve obligándome a dejarlo salir. Tengo curiosidad de lo que tiene planeado. Toma una copa con champagne que sostiene en la mano de pie. Con una mirada me invita a él. Me enderezo y  atrapo con la boca su miembro. Saboreo las reminiscencias de la champagne que estuvo en mi, mi propio saber dulce y los inicios de lo que es su sabor. La mezcla sabe deliciosa. Devota me dedico a complacerle. La copa en la mano me sigue intrigando pero no pienso mucho en ella. Aprieto sus nalgas cuando comienzan a marcar el ritmo con su pelvis y su mano en mi cabello. Meto mis dedos hasta tocar su culo y comienzo a masajearlo suave con la punta de mis dedos. Deja entrar mis dedos, solo la punta y gruñe de placer. Su ritmo crece, mi quijada duele, mi lengua se cansa. Justo cuando pienso que voy a tenerlo en mi boca, se separa y termina en la copa de champagne.

Mis ojos brillan junto con su sonrisa lasciva.

Así que para eso era la copa 

Veo como se ve el dorado líquido con el blanco de su eyaculación. Lamo las últimas gotas. Se arrodilla junto a mi y me ofrece la copa. La tomo, me la llevo a los labios sonriendo, no dejo de mirarlo a los ojos. La bebo despacio, siento el sabor del líquido suave y dulce mezclado con su sabor almizclado. Su mirada observando como tomo todo y su cada vez más salvaje sonrisa. 

Apuro la copa con los ojos cerrados y cuando los abro me carga con fuerza y se hunde nuevamente en mi, esta ocasión fuerte, todavía duro. Duele pero es parte del placer. Me acomoda y deja que lo cabalgue y a mi ritmo sin mucho esfuerzo me lleva al cuarto y último orgasmo. Entierro mis uñas en su pecho. Esta vez no gimo, no grito, solo siento su mano alrededor de mi cuello apretando, cortando mi respiración, extendiendo el placer, mi corazón se acelera aun más, mi uñas se clavan mas fuerte. El thrill, el fetiche, justo cuando mis pulmones comienzan a arder, me suelta.... Mi ojos brillan, mi piel deslumbra y mi sonrisa lo conquista.

Me derrumbo en su pecho, me acaricia calmando mi respiración. Lo último que recuerdo es su voz hablando, acariciando mi mente, su mano por mi cabello y mi piel, leyendo para mi un libro, "Seda". Me pierdo en sueños de miel y hiel.

Despierto escuchando el goteo de la tormenta, su suave respiración abrazándome. Salgo al bosque, el frío helado que lastima los pulmones, la luna en lo alto y esos ojos amarillos mirando desde el centro del claro. Aullidos. Mi cazador me invita a salir.

- Hola Amarok. Es hora de cazar.

Regreso y beso su frente, revisando su pulso para asegurarme que el relajante que le di no exceda su fuerza.

- Regreso pronto.

Mi alma sonríe al salir corriendo y ella comienza a cosquillear de alegría.

- Demasiado amor ahí ¿No crees?
- Solo lo necesario
- Cuidado, no queremos que le pase algo o ¿Si?
- No, mientras juegue bajo las reglas, no le va a pasar nada.
- ¿Y a nosotras?

No supe que contestar a esa pregunta, guardé silencio y me concentré en Amarok corriendo al lado de nosotras. 

Las dos corren por el bosque, sin percatarse que él las mira alejarse desde la entrada de la cabaña.

- Corre belleza, acá te esperan más sorpresas...



domingo, 16 de junio de 2013

Segunda Oportunidad

Con cuatro años de edad, con el terror constante, hecha un palo. Desde que lo conoció sabía que había algo mal en él. Y varias noches lo descubrió. Privada y bloqueada, recordaba solo su mirada y sus últimas palabras.

- Si le dices a tu mamá de esto te va a doler mucho más.

Con esa imagen en la mente estaba recostada boca arriba mientras su pareja abusaba de ella. Todos estos años huyendo de posibles abusadores, los olfateaba a kilómetros. Siempre buenas parejas que terminaban por cuestiones normales. Hasta que lo conoció a él.


Dicen los psicólogos que el subconsciente tiene una manera muy especial de arreglar lo problemas inconclusos. Busca la segunda oportunidad, sin avisar, pone a prueba todo tu crecimiento y aprendizaje. Solo para cerrar ese tema, para ser más fuerte.

- ¡Vaya! Gracias, ojalá dieran una nota de aviso, "Próximamente usted estará repitiendo la situación más humillante de su vida".

En esa relación vio todas las señales de alerta. Pero no hizo caso y ahora entendía el por que. Superar el tema.

Cuando se colocó nuevamente en su cuerpo, se dio cuenta de que lloraba y realmente sufría. El se levantó y ella sentada, se cubrió sollozando. El se tensó y le volteó un bofetón.

- ODIO QUE LLORES.

Se quedó muda. Ella podía soportar el abuso, los gritos, los insultos y hasta la violación. Pero el bofetón despertó esa ira reprimida. La sintió crecer y solo la hizo una bola de fuego en el pecho. La guardo y la conservó. Él no la veía. Se fue a fumar un cigarro. Mientras, ella se baño, se observo en el espejo. Se miró el pómulo enrojecido, hinchado y observó su cuerpo. Lo tocó y analizó su cara nuevamente. 

Los psicólogos también dicen, que para superar esa segunda oportunidad tienen que enfrentar los miedos que generaron la primera. Ese abuso venía con el miedo del abandono, el miedo por que ella permitía que él se sintiera más fuerte, el miedo por que a él le gustaba doblegarla. Claro, mantenerte esclavizada con miedo era el arma perfecta.

- No más miedo, no más la víctima perfecta. Esos dos hijos de puta van a recibir lo que merecen. El que está en mi cabeza y la copia barata que esta fumando afuera.

Tenía que pensar en algo, en como iba a superar a esos idiotas cobardes. Sentada con la mirada perdida, en su café favorito. La silla de al lado la ocupó alguien. Cuando ella se percató y levantó la vista, una mirada profunda y una sonrisa deslumbrante la observaba. Podía ver que era alto por las manos grandes, eso y por que sentado seguía siendo grande. 

- Me intriga saber donde estas metida, llevas 15 minutos con la mirada perdida y ya estaba a punto de robarte tu café.

Lo observó y puso atención en todos sus instintos, ninguno le decía que algo estuviera mal. Él la miró fijamente, a los ojos, escudriñando su alma, desnudando sus pensamientos. Se ahogó en su mirada y pensó en dos segundos las posibilidades que se presentaban ante ella. Reaccionó cuando este tomo su cara, observo el pómulo morado. Ella no ocultaba el golpe, no lo obviaba. Le quitó la mano y se congeló. 

- No me toques.

- Eso deberías decirle al hijo de puta que te puso así.
- Eso planeo hacer...

La miró intuyendo los planes, sonrió maliciosamente y le robó un beso, dulce, suave, arrebatador. 


Se rompió, no pudo más y terminó llorando en brazos de esa sonrisa. Estaba tan desgastada. El con paciencia, le acarició el cabello hasta que terminó y ella se puso la armadura nuevamente. Era justo lo que él buscaba, la víbora atormentada por un "águila" cuando en realidad ella era el águila que podría destrozar a la miserable rata que tenía en casa. Solo necesitaba darse cuenta y él la iba a ayudar, a despertarla, entonces, solo entonces... Ella lo merecería a él.


Ella se levantó y se fue, consternada por lo que había pasado ¿Quién era? ¿Por que le había hecho sentir... viva?... Llegó tarde a casa, sabiendo lo que provocaría con ese simple detalle. De hecho buscaba el problema. Estaba decidida. No más...

- ¿Olor a comida?... ¿Que pasa aqu...?

Lo ve, amarrado, desnudo a una silla, con la mirada aterrada, sangrando por lo diversos cortes en la piel. Lo habían estado torturando. Ella fría, lo miraba de arriba a abajo, mientras los ojos suplicantes de él le pedían desatarlo. Se dirigió a la cocina y ahí estaba. La sonrisa deslumbrante. 

- Hola "mor", linda noche ¿No es así? Te ves radiante.
- Hola
- ¿Ese frío es cierto o solo es fingido?
- Cierto
- Ahhh ya decía. 

Se acercó y con esa sonrisa le entrego un Martini y brindó con ella. 

- Por un mundo nuevo y lleno de "posibilidades"
- Salud

Cenaron tranquilos, hablando de todo un poco, gustos, películas, libros, poesías, psicología. Como una pareja hecha a la medida, conociéndose por siempre. Al unísono voltearon a ver la silla ocupada por el HDP...

- ¿Comenzamos a trabajar?
- Mmmm, no sé es que....
- Te vas a arrepentir y me dejas solo todo el trabajo de limpiar.
- Listo, te acompaño.

Le extendió un regalo sobre la mesa. Al abrirlo era un fino bisturí, con mango de acero inoxidable con una hoja No. 23. Sádico, preciso, hermoso y mortal. Lo tomó y el peso era tan agradable. Él, sonriente la observaba, dirigió su mirada hacia el pedazo de mierda en la silla.

- Ven vamos a probarlo

Ella obediente, se acerca a la silla del cautivo. Rió a carcajadas cuando lo vio orinarse.

- Eres un miserable, cobarde. Nunca imaginaste esto. 

El primer corte fue perfecto. No usó mucha presión, pero tampoco fue un rasguño. Lo disfrutó de manera malsana. Mientras, el caballero había puesto un bella y singular grabación de la opera de Fausto en francés. Se sentó en el sillón disfrutando de su bebida, la música y el espectáculo.

Sin hacer un destrozo, durante largo rato lo fue torturando, sin decirle nada y cantando. Fue sublime verla realizar tan perfectos cortes, buena idea haber puesto ese plástico por toda la sala. Excelente regalo los guantes quirúrgicos. 

Le démon! Le vois-tu? Là, dans l'ombre, 
Fixant sur nous son yeux de feu!
Que nuous veut-il?

Sonriendo con la estrofa, mientras por última ocasión mira los ojos vivos de la basura que supero por fin.

- ¡El demonio! ¿Lo ves? ¡Allí en la sombra! ¡Fijando sobre nosotros su mirada de fuego! ¿Qué quiere de nosotros?

Cerceno el glande de un tajo, sin previo aviso y con una sonrisa. Lo llevó al extremo del dolor y murió de un ataque cardíaco. 

El verdadero demonio sentado en el sillón, comenzó a aplaudir, ovacionó de pie la actuación y se acercó. Tomando su cara entre los manos, la beso suave y lánguidamente. 

- Ahora si eres perfecta.


martes, 11 de junio de 2013

Juegos

Siempre jugaba con el peligro, siempre andaba inventando fantasías para divertirse, entretenerse. Esa era su secreto mejor guardado y por años había sido cuidadoso. Hasta que un día, él se enamoró de la persona equivocada, aunque al principio era perfecta.


Entraron al mismo juego en un casino. Seleccionaron el mismo objetivo. Una mujer de mediana edad, muy atractiva, con el dinero de su difunto esposo, llena de ansias por diversión y sexo, sexo sádico. Ambos sabían leer ese tipo de miradas hambrientas. Él, discreto, había estado usando sus mejores sonrisas, miradas y encantos para conquistar al objetivo. La mujer estaba halagada de que él le estuviera coqueteando. Además en un casino de ese renombre no entraba cualquiera. Cuando él estaba listo para acercarse, porque sabía que tenía el sí en la punta de la lengua de esa mujer, la jugadora se acercó. Esa pequeña mujer con una personalidad de dos metros de altura, vestida de blanco, piel dorada, ojos negros, labios rojos y rizos que parecían tener vida propia. Se detuvo a observar a la jugadora y vio como ella en 2 minutos de sonrisas logró lo que él había tardado media hora de seducción.

Cuando se alejaron las dos a tomar una copa a otro lado, él discreto las siguió. Se dio cuenta de que la jugadora lo miraba de soslayo y le sonreía, seduciéndolo. Entre sonrisas risueñas, plática femenina y caricias discretas, sorpresivamente la jugadora se acercó a él.

Se perfectamente que ella era tu conquista de la noche, le he propuesto que te invitemos, así que deberías aceptar.
Acepto preciosa.

En una frase él se enamoró de ella, de su mirada, de su actitud, era la mujer que siempre deseó… Doblegarla, romperla, dominarle, esclavizarla. Sería encantador lograr eso con ella. Eso pensaba hasta que la vio “trabajar”.

La noche fue llena de fantasía y dolor. La conquista quedó “muerta” de placer. Nunca se imaginó las mil formas de asustar que podías lograr con una fusta y un escalpelo. La hicieron gozar así como la hicieron gritar. Ella era dulzura envuelta en chocolate amargo. Lo más hermoso de esa noche fue la escena cuando él estaba violando a la dama, que lloraba amargamente, cuando llegó ese pequeño llaverito y comenzó a besarla suave, mientras acariciaba su cabello y le hacía pequeños cortes en los brazos. Para cuando él terminó, la mujer estaba realmente asustada. Pero ella hizo algo más,  mientras lamía el clítoris hinchado y lastimado de la víctima, llevándola al climax de placer a pesar de su terror, lo invitó a entrar en ella. El observaba extasiado el terror y el placer mezclado en la cara de la mujer amordazada. Sentía la humedad de su “compañera”, los tres llegaron juntos al orgasmo. Pero la pequeña hizo una obra de arte. Besó a la dama que los ocupaba, lánguida y sensualmente, cuando sin previo aviso le cortó el cuello. Se bañó en sangre y el excitado la tomó por la cintura y violentamente la penetro mirándola a los ojos. Ella gritó, forcejeó y al final lo beso. En cortó tiempo ella se corrió varias veces para él y cuando él finalmente lo hizo, ella hizo un corte superficial en su estómago y luego en el de él, lo abrazó fuerte y le dijo al oído.

- Eres mío. Siempre.

De ahí fueron inseparables, viajaban juntos, pero no eran visiblemente una pareja. Parecían lobos solitarios, pero cuando trabajaban al unísono, eran el uno para el otro.

Pasaron años, llenos de dicha, pero un buen día ella comenzó a ser cada vez más distante, el último viaje lo hizo solo y se sintió frustrado. El juego lo había cambiado por ella y ahora ella no estaba. Regresó a casa hecho un demonio y la confrontó.

- Estoy embarazada.

El terror se apoderó de él. Nunca pensó en algo semejante y no se imaginaba lo que podía ser tener una familia de monstruos. Por que todo "eso" se hereda. Ella lo miró estudiándolo y cuando sonrió, se fue sobre ella a los besos, caricias, abrazos y le hizo el amor.

En medio de la noche, mientras ella dormía plácidamente, el salió a caminar. Pensaba y le daba vueltas al asunto. La conocía perfecto, cuando tomaba una decisión era imposible hacerla cambiar. Tenía que hacer algo, algo drástico.

Con la paciencia de los demonios, esperó a tener la ventaja. Casi nueve meses de gestación de ventaja. Fingió un completa alegría, aunque era verdad, su propio monstruo no lo dejaba en paz. 

Para principios del noveno mes la llevó de fin de semana a la Ópera en Nueva York. Habían comprado el pase para toda la temporada y se presentaba una de las operas que más le gustaban a ella, Turandot. Emocionada, lloró con la ópera. 

- Se ve tan hermosa llorando por esa opera
- Si, quien diría que tiene la sangre fría y la mente calculadora y lleva un monstruo adentro.
- Tal vez sea distinto.
- No, tu sabes que no.

Ese dialogo interno lo ensimismo. Cuando salieron la invitó a un paseo por Central Park, antes de entrar al departamento. El vestido que traía era negro hermoso, el cabello recogido luciendo sus rizos. Acariciaba su vientre cada día más grande. Le dio un segundo de arrepentimiento cuando iba a hacerla rodar por las escaleras. Ese segundo fue la ventaja de ella. De una bolsa oculta del vestido, ella sacó su adorado escalpelo y le cortó el brazo. Huyó en dirección opuesta al camino y se escondió entre los árboles. Su monstruo esta irritado de verdad. El corte era profundo y había perforado una arteria. Sabía que tenía poco tiempo antes de perder fuerzas. Y ella era toda una guerrera... Su guerrera. 

El vestido, el tamaño y sus sentidos la favorecían. El no cazaba de noche a campo abierto por la vista, le pesaba la oscuridad. Ella, aunque la vista la tenía cansada, había desarrollado sus sentidos por que disfrutaba de caminatas nocturnas por el bosque, sola. El sabía las ventajas y desventajas, tenía que aprovechar su embarazo para atraparla.

Encontró los tacones, pero sabía las trampas que implicaban. Trató de calmarse, pero sentía la sangre de su brazo correr. Sigiloso, buscó entre los arboles. La logró ver de reojo dirigirse a él sin ser lo suficientemente rápido, ella hizo otro corte en la cara interior de uno de sus muslos. El dolor fue impresionante, lanzó grito desgarrador sabiendo su derrota y cayó de rodillas. Otra arteria...

Ella se paró en frente y se dobló gritando. Las contracciones eran dolorosas, desgarradoras. Se recargó en un árbol y comenzó sus ejercicios de respiración. El tirado en el suelo desangrándose poco a poco, observo el proceso, acelerado del parto provocado por la adrenalina de ella al defenderse. 

- Te dije que era el peor demonio que habíamos encontrado
- Lo sé, pero también la mejor mujer que hemos tenido
- Lo sé, deberíamos haberlas matado la noche en que las conocimos, demonio y mujer juntas.

Escuchó el llanto de su hijo nacer. La risa de ella era como agua de río.

- Mira, el mejor de nuestros juegos hecho carne.

Se acercó a darle un beso en la boca, un beso tierno, de despedida. Su último aliento se desvanecía. Alumbrada por la Luna se veía hermosa con su hijo en brazos. La amaba, profundamente, pero aceptó que siempre le tuvo miedo.

- Llevará tu nombre.