La impotencia de su mala decisión la paladeaba sabor sangre, junto con la sensación de certeza de que pronto moriría y de la manera más dolorosa posible. Lo iban a hacer pagar.
Magia negra, magia blanca, lo que sea, pero los deseos humanos a veces tienen un poder inimaginable. Lo que pensaba tontería en su madre, comenzó a envolverlo desde el primer momento en que sintió los resultados de la "magia" ésta practicaba. Entrando a un trabajo que jamás pensó conseguir, se sentía enorme. Su madre le había dicho que ya estaba “trabajando” en el tema de un buen puesto. Se reía de ella a sus espaldas, aceptándola pero considerándola ignorante. Cuando consiguió el trabajo, comenzó a cernirse una sombra de duda sobre él. Que paulatinamente iba creciendo.
El primer día, la vio pasar, inalcanzable. Hermosa, alta, delgada, elegante, segura e inteligente. Demasiado para él. Siempre se subestimo y ahora más. El trabajo le quedaba grande, se sentía inseguro, se sentía menos. El estrato social, la cultura, la demanda laboral. Pero ella comenzó a trabajar con él. Su reacción fue de incredulidad y la trató con rudeza, frialdad y menosprecio. Era su tonta manera de protegerse. Ella dulce nunca dejó de
ayudarlo, dulce y amable, tuvo la paciencia de hacerlo crecer. En la medida que el crecía en seguridad, crecía el dominio insano que tenía sobre ella.
El error de ella fue enamorarse de alguien tan inseguro, y desde lejos, menos que ella. Su extraña hermana, alejada de todos, cerca de los bosques canadienses le había hablado en el medio de la noche.
- No te involucres con él a menos que quieras sufrir.
- Mmmm? Estaba dormida hermana ¿Que significa eso?
- Que vas a sufrir.
- Tu siempre tan rara.
Colgó, intentó hablarle al día siguiente pero como siempre nunca la localizó. Habló con su madre y al contarle la extraña llamada de su hermana, esta respondió algo inimaginable.
- Tiene razón, si sigues con él vas a sufrir.
Se quedó muda y consternada. Muy dentro sabía que lo que decían era cierto, pero como siempre su soberbia, no la dejó ver que esta ocasión sus ciclos se podían poner peligrosos.
Él tenía cada vez más poder. El maltrato, el abuso, el dolor, el menosprecio iba creciendo. Ella más sumisa y adolorida, no le contaba nada a nadie. Su semblante era cadavérico, era como si su vida estuviera siendo tomada por alguien más. Alguien externo le dijo un día que él, su amado, estaba "trabajando" sobre ella. Ella, creyente por todas las cosas con las que creció al rededor y la singularidad de las mujeres en su familia, acepto la ayuda y continuó pidiéndola. Le dijeron que la madre de él, se encargaba de hacer "cosas" para que ella estuviera cada vez peor, para que su hijo la dejara, para que su hijo no se fuera de su lado. Pero cuando las cosas son hechas con maldad, con bondad se defienden. O eso creía ella.
Al inicio todo pareció empezar a tomar el rumbo que ella deseaba. El "cambió", se empezó a portar más agradable y dulce. Aunque él comenzó a tener una situación económica apremiante, ella siempre lo apoyó. Todo parecía ir mejor. Su situación era la ideal. Hasta que un día él regresó a ser el mismo de antes y peor. Una noche en su casa discutiendo con ella por la falta de tiempo de sus últimas semanas, él perdió los estribos. Si no fuera por los vecinos ella podría haber muerto. Antes de que ella perdiera el conocimiento, con la garganta llena de sangre y el cuerpo adolorido, se escuchaban los golpes del vecino tratando de abrir la puerta.
- Esto te lo mereces, me hartas con tus reclamos de niña. Me voy a casar en dos semanas. Sí, con ella, con la que odias. Y tú me estas dando todo...
Esto rompió su cabeza en pedazos y dejó el dolor fluir. Deseaba morir, pero en medio de su lucidez y su inconsciencia le grito a su hermana mentalmente. Después desapareció en un pozo profundo y oscuro de dolor.
Cuando despertó, vio a su madre abrumada al lado suyo y su hermana sentada oculta entre las sombras.
- ¡¡Hija!! Pensé que no regresabas más, pensé que te perdía
Se le veía delgada, demacrada. Su madre y ese metabolismo de angustia. Cuando su hermana se acerco, le pareció ver un animal depredador. Dios, como había cambiado desde que se fue del país. Delgada y demacrada igual que su madre. Solo que la mirada era dura y salvaje.
- Que bueno que estás bien, fue muy difícil encontrarte y convencerte de salir.
Su madre le sonrió y ella quedó extrañada de lo que dijo su hermana. Pero entendía, recordaba vagamente haber visto a su hermana entre sueños, dulce, cariñosa, muy distinta a lo que veía ahora.
Cuando por fin regresó a casa, lo hizo bajo el techo maternal y los cuidados de su extraña familia. Ahí estaba su hermana y su sobrino. Ese pequeño "demonio" que era todo luz, como su madre, pero a veces como su madre irradiaba algo oscuro. El único hombre de su familia. El primero.
- Que extraño que sea el primer hombre en generaciones de exclusivamente mujeres.
Pensaba eso, cuando escuchó a su sobrino decir.
- ¿Te dolió tía?
- Si, un poco
- Ay, ya, pobecita, a él le va a doler más.
Le dio un abrazo su sobrino y comenzó a jugar con sus carritos. Su hermana cargó a su hijo y lo beso sonriéndole. Ahí eran luz los dos juntos, pero cuando voltearon a verla la transformación ante sus ojos era impresionante, vio la oscuridad que brotaba del centro de ellos cubriéndolos por completo. Cambiaron ante sus ojos y fue impresionante. Cuando su madre se acerco a ellos y los abrazó tuvo el mismo proceso. Ella estaba al borde de la histeria, cuando cerró los ojos, al abrirlos su familia estaba sentada entorno a ella, le sorprendió la luz que emanaban. Comenzó a llorar y se dejó abrazar por ellos.
A las 3:00 am, se despertó y vio a su hermana sentada en la cama, no se sorprendió, lo venía haciendo desde hace muchos años cuando aún vivían juntas.
- ¿Que pasa?
- ¿Sabes todo lo que pasó mientras dormías?
- No ¿Qué?
- Mamá tiene problemas financieros, yo comencé a tener gastos urgentes e impostergables. La casa le están fallando cosas y no es de vieja. Los perros se están enfermando. Tu seguro de gastos médicos expiró, el trabajo lo canceló.
- Mamá tiene problemas financieros, yo comencé a tener gastos urgentes e impostergables. La casa le están fallando cosas y no es de vieja. Los perros se están enfermando. Tu seguro de gastos médicos expiró, el trabajo lo canceló.
- Pero ¿Por que?
- Es él.
- No digas eso, debe ser su madre.
- Si tu lo vas continuar defendiendo no vamos a hacer nada.
- ¿Hacer que?
- Detenerlo
Ella no quería ni imaginar lo que podía hacer su hermana para "detenerlo". Pero tampoco quería que él continuara arruinándoles la vida.
- Te visito ¿Sabías?
- ¿Fue a verme?
- Ni te ilusiones, es un cobarde que salió huyendo en cuanto nos paramos frente a él.
- Ah...
- ¿Lo vas a seguir defendiendo?
- ....
- ¿Lo vas a seguir cuidando?
- ...
- ¿Le vas a seguir regalando tu vida?
Esa pregunta abrió puertas de entendimiento en su mente. Obviamente él estaba cada vez mejor por que ella era la donadora de todo su bienestar. Él estaba bien a costa de ella, de su vida. Ahora entendía la última frase de lo que dijo él, antes de dejarla ahogándose en su propia sangre.
- Sí, deténlo.
Vio sonreír a su hermana y tuvo un escalofrío recorriendo su espalda, pero cuando ella la abrazó el calor que sintió fue el mejor remedio. Su hermana regresó a Canadá al recuperarse. Su madre continuó con su vida más tranquila cuando habló a solas con su hermana.
- No te preocupes hija, tu hermana va a terminar esto. Yo solo estoy "pensando" todo lo que le va a pasar. Vas a ver que pronto recibe su castigo.
- Gracias, mamá.
La siguiente ocasión que estuvieron reunidas, fue una noche en el panteón francés. En la tumba de su abuela. Una gran caja de cristal que bajaba 6 metros, donde las mujeres de su familia se encontraban "encriptadas". Ahí al fondo, encadenado, estaba él. No le sorprendió ver el deterioro físico en el que se encontraba. Después del incidente nunca volvió a verlo, aunque él se encargó de estarla buscando. Estaba abotargado, la falta de ejercicio y la comodidad en la que se había instalado tenía resultados desagradables. Se detuvo sonriendo en el hecho de que se fijara más en su físico a la serie de heridas que tenía por todo el cuerpo. Volteó a ver a su hermana y está tenía una sonrisa sádica y le brillaban los ojos con pensamientos de que más podía hacer para que sufriera. Su madre, fría, miraba la escena lejana, como queriendo ahuyentar el hecho de lo que su hija era capaz de hacer. Ella, impávida, se acercó a él y observo con detenimiento los cortes en su cara y cuerpo, las heridas y el dolor en sus ojos. Cortes perfectos, de bisturí, profundos y sin romper arterias o venas. Las heridas supurantes irregulares se habían hecho a base de gotas de ácido. Su hermana se había esmerado.
El suplicante, le pidió que lo soltara, le imploró perdón a ella, juró por la vida de su futuro hijo que no volvería a hacer nada en contra de ella o ellas. Pero jurar en vano sobre la vida de otras personas es el mejor engaño. Por que lo único que realmente nos pertenece y es nuestro mayor valía, es la propia vida. He ahí su error. Su último error.
- Tú, nunca más tendrás la fuerza o la voluntad para robarle la vida a los demás. Nunca tendrás el apoyo de nadie. Vivirás eternamente el dolor que causaste.
Su madre soltó esa sentencia como quien lanza una maldición. Como las brujas. Su hermana, se acercó, tomó su rostro entre las manos y sin que el pudiera evitarlo, grito de terror, cerró los ojos y sintió como la saliva caía en sus parpados. Sintiendo un dolor más allá de lo real, más allá de su umbral. Se derrumbó encadenado.
Cada vez pensaba menos en la escena que vivió esa noche en el panteón. Pero se preguntaba que había pasado después con él ¿Estaba muerto? Debía estarlo, parecía muerto cuando lo dejaron. Ella nunca preguntó. Poco a poco comenzó su crecimiento nuevamente y empezó a acostumbrarse a ver la luz y la oscuridad de las personas. Lo cuál fue ayudándola mucho a juzgar las intensiones de alguien.
Un día, reunidas nuevamente las tres y su sobrino, se animó a preguntarle a su hermana por él. Discreta y a solas, le respondió que esa noche la llevaría a verlo. Cuando llegaron, se escabulleron por un pasillo del edificio de departamentos. La zona era de las más peligrosas de esa ciudad. Pero su hermana se desenvolvía con soltura, sin miedo, así que ella solo tuvo confianza. Cuando llegaron, una mujer y su hijo salieron de uno de los pisos. Casualmente se quedó emparejada la puerta. Entraron sigilosamente y la llevó hasta él. Sentado frente a una ventana, con las cicatrices en brazos y cara, mirando hacia nada. Su mirada perdida, estaba ciego, inmóvil. Olía a orina y excremento, a descuido y perdición. Volteó a ver a su hermana y esta se acercó y susurró al oído del vivo que parecía muerto.
- Estamos aquí, haciéndote una visita, para que no olvides quien te puso ahí.
Él ni siquiera pestañeó, pero el olor a orina y suciedad se incrementó. Por un segundo ella vio la imagen de él gritando en el fondo de la tumba, encadenado, suplicante, cadavérico, con los ojos carcomidos, pero regenerándose poco a poco.
- NO MÁS, NO MÁS, YA NO, POR FAVOR. OTRO DÍA MÁS NO.
El suplicante, le pidió que lo soltara, le imploró perdón a ella, juró por la vida de su futuro hijo que no volvería a hacer nada en contra de ella o ellas. Pero jurar en vano sobre la vida de otras personas es el mejor engaño. Por que lo único que realmente nos pertenece y es nuestro mayor valía, es la propia vida. He ahí su error. Su último error.
- Tú, nunca más tendrás la fuerza o la voluntad para robarle la vida a los demás. Nunca tendrás el apoyo de nadie. Vivirás eternamente el dolor que causaste.
Su madre soltó esa sentencia como quien lanza una maldición. Como las brujas. Su hermana, se acercó, tomó su rostro entre las manos y sin que el pudiera evitarlo, grito de terror, cerró los ojos y sintió como la saliva caía en sus parpados. Sintiendo un dolor más allá de lo real, más allá de su umbral. Se derrumbó encadenado.
Cada vez pensaba menos en la escena que vivió esa noche en el panteón. Pero se preguntaba que había pasado después con él ¿Estaba muerto? Debía estarlo, parecía muerto cuando lo dejaron. Ella nunca preguntó. Poco a poco comenzó su crecimiento nuevamente y empezó a acostumbrarse a ver la luz y la oscuridad de las personas. Lo cuál fue ayudándola mucho a juzgar las intensiones de alguien.
Un día, reunidas nuevamente las tres y su sobrino, se animó a preguntarle a su hermana por él. Discreta y a solas, le respondió que esa noche la llevaría a verlo. Cuando llegaron, se escabulleron por un pasillo del edificio de departamentos. La zona era de las más peligrosas de esa ciudad. Pero su hermana se desenvolvía con soltura, sin miedo, así que ella solo tuvo confianza. Cuando llegaron, una mujer y su hijo salieron de uno de los pisos. Casualmente se quedó emparejada la puerta. Entraron sigilosamente y la llevó hasta él. Sentado frente a una ventana, con las cicatrices en brazos y cara, mirando hacia nada. Su mirada perdida, estaba ciego, inmóvil. Olía a orina y excremento, a descuido y perdición. Volteó a ver a su hermana y esta se acercó y susurró al oído del vivo que parecía muerto.
- Estamos aquí, haciéndote una visita, para que no olvides quien te puso ahí.
Él ni siquiera pestañeó, pero el olor a orina y suciedad se incrementó. Por un segundo ella vio la imagen de él gritando en el fondo de la tumba, encadenado, suplicante, cadavérico, con los ojos carcomidos, pero regenerándose poco a poco.
- NO MÁS, NO MÁS, YA NO, POR FAVOR. OTRO DÍA MÁS NO.