viernes, 28 de marzo de 2014

Lluvia de Estrellas

Era un día nublado. Caminaba por la Condesa esperando encontrarme con mi hijo y su abuelo (?) Una llamada de él y me daba las instrucciones para llegar a donde estaban. Seguía caminando, admirando siempre el lugar en el que durante casi toda mi vida me moví. El clima era bochornoso, realmente molesto. Pareciera que el mundo se prepara para hervir hasta acabarse. Mis pensamientos funestos de siempre. Mis ideas macabras de que el mundo se acaba. Mis deseos oscuros hechos frases irónicas. 

Al llegar al lugar me doy cuenta de que es una extraña estación de tren. De esas que parecen salidas de un futuro lleno de tecnología superior a cualquier imaginación. Suena un celular, el mío. Tomo de la mano a mi hijo y veo al hombre alto que esta junto a él. Cuando contesto...

Mi niña, no es lo que parece, no estas donde piensas que estas.

Era aquel que se preocupó por mi como si me hubiera engendrado. Aquel que siempre me saluda, aquel que se ganó el título de padre. Cuando volteo a ver al hombre que esta junto a nosotros, me sonríe y observo que no es quien pensaba. Un desconocido que solo esta atento de nosotros, cuidándonos y guiándonos. La estación de trenes es tenebrosa a pesar de ser tan maravillosa. Me doy cuenta del ambiente macabro que sustenta. Como si su destino fuera atravesar fronteras invisibles a los ojos humanos.

Nuestro destino final era un monte, tan alto que se veía en 360° a la Ciudad sin estorbos. Toda la tarde viajamos en ese tren solitario y perfecto. La noche estaba luciendo sus mejores estrellas. El cielo lleno de ellas, tan brillantes que la luz de la ciudad no opacaba su belleza. Como deseo regresar a ellas. Siempre pensando que me equivoque de planeta, de raza, de todo. Subía caminando la colina, con el bochorno refrescando un poco con la noche. Nos deteníamos entre dos casas, donde había un terreno fantástico. Se admiraba el horizonte lejano y la ciudad tan perfecta vista desde lejos. Había más gente, riendo, bailando, disfrutando de la noche hermosa. Me sentaba abrazando a mi retoño. Y para maravilla y regalo a nosotros, el cielo nos dio una lluvia de estrellas. Sonreíamos ante el espectáculo tan perfecto del universo. Vaya noche perfecta para que el mundo se detenga y la humanidad perezca. Nuevamente me río de los pensamientos funestos que siempre tengo cuando el universo me maravilla de estar viva. Mi hijo sonreía y gritaba. Mira mamá, mira, una estrella ha salido de abajo. Cuando observo ante semejante comentario veo que son misiles dirigiéndose al cielo, varios de ellos y así como desaparecen en el cielo dejando su estela; indicando el camino que llevan; se ven las puntas brillantes de otros que llegan. La fiesta, las risas y la diversión se tornan silencio absoluto. ¿Qué fue eso?. Todos preguntan sabiendo la respuesta. En segundos mis presagios de destrucción se vuelven realidad. Caen los misiles y todo arde. Todos corren, tomo a mi hijo y corro con él, asustados. Me detengo y con la tierra temblando veo corriendo a todos y pienso.

Esto es el fin ¿Sobrevivir en un infierno? ¿Morir con una noche perfecta?

Pensé en la estación del tren, subterránea, impenetrable si las puertas se cierran y perfecta para sobrevivir. Pero...

Una vida de ratas, en túneles, con lo remanente de la humanidad, con la rápida decadencia de lo humano. Sufriendo abusos inimaginables, y haciendo lo inconcebible para que mi hijo sobreviva y tenga una vida de infierno.

Volteó a ver el cielo y la lluvia de estrellas cae sin importarle el caos que rige en este planeta. Mi hijo me mira llorando. Lo abrazo.

- ¿Seguimos mirando las estrellas mi vida?
- Sí mamá, son muy bonitas.
- Nos sentamos en el pasto donde estábamos, todo se ve mejor desde lo verde.
- Sí mamá.

Regresamos a ese verde pasto de un terreno solitario. Las estrellas caen sin cesar. Me dedico a decirle a mi hijo que mire como caen las estrellas aunque muchas de estas son misiles. Lo tengo abrazado y las luces blancas brillantes de muchas de esas "estrellas" cuando tocan el suelo son cada vez más cegadoras. El mundo comienza a arder sin control. Voltea a verme con la mirada asustada y le beso la frente.

- No te preocupes, no mires más, nos vamos a las estrellas mi vida.
- ¿En serio vamos allá?
- Sí, cierra los ojos y piensa fuerte en ellas. Cuando los abras ahí vamos a estar.
- Sí mamá, te amo.
- Y yo te amo irremediablemente.

Levanto la mirada hacia el cielo y miro las estrellas, el cielo parece que se deleita con el fin de esta pordiosera raza.

La lluvia de estrellas parecen lanzas de fuego cayendo a la tierra. La lluvia de estrellas nos lleva lejos de este planeta. El universo siempre busca la manera de corregir los errores. Creo... que nos volvimos en un punto de la historia un error a corregir.

Solo veo una luz blanca tan cerca, tan cegadora que la última estrella que veo parece hecha de fuego.

El mundo ardió, me senté a observarlo y me llenó de paz.



martes, 25 de marzo de 2014

Usted...

Provoca escribir con dulzura, 
Provoca cambiar mis historias, 
Provoca finales de comer perdices.
Provoca en el medio de todo cerrar los ojos.
Provoca sentir su nombre caminar en mi piel.
Provoca...
Como el odio a los malos deseos,
Como la muerte al olvido,
Como la sangre al vampiro,
Como la destrucción al psicopata,
Como besos a la humedad escondida.
Provoca besos sin remedio, sin hastío.
Besos entregados, besos con osadía, besos sin razón.
Y provoca hasta el grado de detestar medir el tiempo entre el buenos días y la sonrisa.
Hasta que beber el café recuerda al sabor de los besos de fuego,
Hasta que las caricias estén ansiosas y piquen en la piel,
Hasta hacerme escribir de usted con añoro.



lunes, 24 de marzo de 2014

Francoeur

Este corazón ha viajado.

Alguna vez creyó estar en Jordania, pero en realidad estaba en Río de Janeiro, suspirando Saudades.
Se ha perdido en la pobreza de Perú y las obsesiones de seguir un camino que no era suyo.
Ha estado en París bajo la lluvia de otoño suspirando deseos en Campos Elíseos.
Ha estado en München ahogado en cerveza, pensando en como deseaba estar sola sin tantos ojos azules mirándolo de cerca.
Ha nadado en lagos helados, solo por el placer de sentirse vivo y sin miedo a la muerte.
Ha viajado a Buenos Aires, ilusionada de contar un cuento al oído. 
Ha volado a Montreal pensando que todo sería real. 
Una vez, hace mucho, estuvo en Madrid, con una vida hecha y perfecta pero sin hijos.
Ha vivido pleno y dichoso en la Ciudad de México.

Este corazón ha corrido acelerado a donde lo manden con dos frases.
Este corazón se desboca fácilmente con las palabras que provocan.
Este corazón ha vivido las historias que se propone.

Este corazón no tiene idioma, religión, sexo o parentesco.
Este corazón se hace entender con latidos y sufre como cualquier otro.
Este corazón  no entiende de fronteras o banderas.
Este corazón es mío y como dice Sabina, esta podrido de latir.

Mi corazón con toda la altanería de elegir,
Mi corazón con toda la fatalité del drama francés.
Mi corazón con toda la opera italiana.
Mi corazón con toda la parfernalia del cliché rosa.
Mi corazón con toda la sonrisa desbocada que provoca cuando otro corazón lo toca.
Mi corazón muchas veces dice con todo la frialdad de femme fatale

De Battre Mon Coeur il s'est Arrêtté

Y después exhala el humo del cigarrillo en la escena francesa perfecta.

jueves, 20 de marzo de 2014

Contigo


Contigo sonrío con ganas de reír, sin fingir.
Contigo me brota el dulce que tanto me empecino en ocultar
Contigo puedo ser yo, sin miedo a omitir. 
Contigo puedo sentir sin envolverme en indiferencia. 
Contigo me puedo dormir entre tus brazos. 
Contigo no me armo líos en la cabeza. 
Contigo la crítica es deliciosa. 
Contigo me dan ganas de bailar.
Contigo me pongo nerviosa.
Contigo dando vueltas en mi cabeza el día deja de ser aburrido.

Contigo, simplemente, me gusta estar.











Amazonas

El mundo se había vuelto violento, sobre poblado y solo nos quedaba observarlo con la indiferencia de quien no cambia nada con gritar o quejarse. Los edificios sobre habitados y la comida escaseaba. Era el fin de los tiempos para la humanidad. La tecnología favorecía a unos pocos. 
Este mundo distópico me parecía ya aburrido, ya que venía observándolo desde hace siglos. Literal, siglos. Algunas guerras habían sucedido y eso era emocionante, nos dejaba comida en abundancia. Sin embargo, esta raza se negaba a extinguirse y nosotros necesitábamos un hogar. Había algo que al final los unía y no permitían que la Tierra siguiera sin ellos. Egoísmo puro lo llamábamos.

Algunos de nosotros habíamos incursionado en el mundo. Generalmente nos veíamos como mujeres hermosas y frágiles. En realidad no hay sexo definido en nuestra raza. Somo andróginos. Era solo un camuflaje y un anzuelo. Se podría decir que eramos como el mito que llamaban sirenas. Nuestro encanto los atraía a las fauces del hambre que sentíamos. Malditos humanos, no sabían cuidar este planeta y el planeta ya no sabía como deshacerse de ellos, así que se puso a dormitar y dejó de generar riquezas.

El mundo de los humanos llegaba a su fin y no se esforzaban demasiado. Los poderosos lograban para ellos lo que debían convidar con todos. Nos preocupamos cuando comenzaron a cazarse entre ellos. La carne humana para el mismo humano causa estragos a la larga, pero da fuerza y vida. No podíamos permitir el surgimiento de una nueva raza, que evolucionara al medio. Debíamos actuar enseguida, aunque debiéramos romper el juramento de que no debíamos intervenir con el curso de la raza. 

Una noche por todo el mundo, descendimos. Con simples armas. Con cuchillos y belleza. Disfrazados de esas beldades carnales que anhelaban todos. Amazonas nos dirían. 
Bajamos del cielo en carros de fuego, muy parecidos a los Dioses Griegos. El fin del mundo, ángeles, demonios, extraterrestres los más atinados. Solo unos pocos nos reconocieron por lo que somos. Necrófagos. 

Fue fácil, contamos con el asombro y cuando los líderes y sus naciones reaccionaron, éstos estaban siendo degollados o sus cuellos estaban cediendo ante la fuerza sobrehumana de las "Amazonas", rotos con una sonrisa en el rostro. Muchos sobrevivieron, muchos se escondieron, muchos siguieron luchando. Pero poco a poco los reunimos a todos y no quedó vivo uno solo. No importaba guardarlos como ganado. Eran solo carne que podía disfrutarse fría. El Polo Norte aún no se derretía y conservaba una buena porción para congelar a la humanidad que pereció. Lo demás fue comida de bienvenida para el resto de nosotros. 

Comenzamos a ordenar los climas, empezando por los polos. De ahí el agua vino sola, la depuración de esa suciedad que llenaba todos los cuerpos de agua y los animales que en ellos vivían se fueron recuperando de manera rápida gracias a la tecnología de los poderosos de ese planeta. El mundo comenzaba a ser Azul de nuevo. Así que supimos que seríamos blanco de otras invasiones. Protegimos al planeta con un escudo tan poderoso que podíamos detenerlos por miles de siglos sin preocuparnos. Eso, cortesía de otro planeta. 
No, se equivocan, no agotamos recursos, no somos un virus, simplemente nos aburrimos después de siglos y buscamos nuevas fronteras. Dejamos el planeta limpio, para quien lo necesite, quiera o simplemente se desarrolle vida naturalmente en él.

Ahora, después de un tiempo considerable de la invasión, estamos destruyendo los últimos vestigios de la humanidad. Esas construcciones tan sucias y poco amigables con el planeta serán suplantadas, por hogares cálidos y llenos paz. La comida no escasea, tenemos reservas impresionantes en ambos polos. Trasladarlos no es difícil. 
Observo desde mi puesto la destrucción de esas inmundas ratoneras. Leo los reportes de los avances y admiro las señales de que el planeta se recupera. Como el café que tomo. Recién cultivado en una zona ya fértil y con las características necesarias para dar un sabor tan exquisito. Veracruz le llamaban, Nueva Era le puse. Al final yo decido como se llamará este nuevo hogar.
Si se preguntan porque los necrófagos tomamos café, la respuesta es simple. Somos vegetarianos, la única carne que nos satisface es la del humano. Nos adaptamos fácil a las mezclas químicas del ambiente. Así que ése es el único requisito para elegir un nuevo hogar, el tipo de carne que lo habita.




miércoles, 19 de marzo de 2014

Susurros

Se tomaba el cabello a dos manos, ponía la cabeza entre las piernas, vuelta y vuelta frente a la ventana. El piso vacío. Una silla, solo una frente a la ventana. Siempre buscándola en otras mujeres, siempre su mente encontrando a la que encaja perfecto con los detalles. Búsqueda incesante que su mente distorsionada por la infancia vivida realizaba con sumo detalle, para por fin tenerla entre sus manos y destruirla. Una y otra y otra y otra vez.

- No, no, no, no, no, no, no....

Se levantaba, gruñía y intentaba en vano calmarse. 

- Es Ella, ella, ella, ellaaaa... Se lleva todo.

Murmuraba, entre dientes decía las cosas que haría con ella en cuanto la tuviera, porque ella era la culpable de todo. Ella se llevaba toda la gloria, toda su gloria.

- Se lleva todo lo que puedo dar. Lo succiona directo de mi. Ella. Es mala, mala, mala.

Se detiene frente a la ventana y toma los binoculares. Observa como esta sentada escribiendo en la computadora. Observa cuando se levanta y sale por fin de la oficina. Tiene 5 minutos para bajar y mirarla de frente, toparse con ella, mirar el vacío de sus ojos y confirmar que era ella, otra vez ella, . Justo en el momento que ella sale, el pasa chocando con ella. Ella lo mira, fría, directo a los ojos y sonríe sin realmente sentirlo. Él la mira, desafiante, le ofrece una disculpa con una sonrisa fingida. 

La sigue, 20 minutos de ruta hasta llegar a un barrio sórdido a las orillas de un húmedo y oscuro bosque. Su casa la última de la calle. No hay perros. Un gato brinca del tejado para maullarle y restregarse contra sus piernas. Él observa. Ella lo acaricia mientras voltea a todos lados. Él se hunde en el asiento para no ser descubierto. Ella carga al gato y lo mete en la casa. Alguien llega y golpea la puerta, no toca, golpea. Abren y el visitante comienza a los gritos. Su mano toca el pecho y lo acaricia. El visitante se tranquiliza y entra.

- Mala, mala, mala. Eres tú, ahí estabas, escondida en otra. Pero no me engañas. Sé que eres tu madre...

Él espera con desespero a que salga ese que llegó a arruinar su encuentro. No sale y eso le carcome. Toma el cuchillo y decide mirar de cerca. No hay ruidos. Las casas parecen abandonadas a la carrera. Luces prendidas, radios sonando, televisiones en programas estelares, ni una sola persona o animal a la vista. El barrio tan sórdido parece un punto abandonado del infierno. Unos ojos brillando en la oscuridad y el gato que sisea por el intruso. Se asoma a una de las ventanas. No hay nadie. Ni en la cocina, sala, ni atrás. Prueba la puerta. Silencioso, la televisión ayuda a cubrir el crujido de la puerta. Con cuidado recorre la casa y el último cuarto esta cerrado. Escucha, nada. Por la ventana de al lado mira la linterna que se adentra en el bosque. El cuarto cerrado. Trata de abrirlo, y cuando retira la mano del picaporte la siente húmeda. No pone atención. Se limpia en la ropa y sale tras ella.

- ¿Que hiciste conmigo? Me cansa tu voz en mi mente, tus susurros oscuros, tus condenas de siempre. Mala, mala, mala.

Cuando cree ver la luz, ésta desaparece. Se detiene y espera detrás de un árbol. Ella pasa junto a él, se detiene, levanta la nariz. Olfatea el aire. Mira hacia los lados y no lo ve. Camina de regreso a la casa. Él se acerca a donde estaba y observa un pozo que parece profundo. Tropieza con la lampara. Huele a muerte, a putrefacción. Escucha gruñidos, ligeras peleas. Prende la lampara y lanza el haz de luz que parece perderse en la oscuridad de ese pozo. Silencio. Cuando se asoma a la orilla. Horrorizado mira el fondo... Monstruos, demonios, animales humanos o algo semejante, mandíbulas llenas de dientes, garras, aullidos, quejidos, cuencas vacías. Demonios devorando cuerpos, el invitado era el alimento. Eso era un averno en la tierra.

Un filo se siente en su cuello.

- Malo, malo, malo... 

Toman su cuchillo de la mano. Susurros oscuros inundando su cabeza (mala, mala, mala, ella, mala) Comienza a sangrar su nariz. Siente el filo hundirse en su carne.

- Me quitas todo, todo lo que puedo dar, lo succionas directo de mi.
- Me confundes con mamita querida.
- Eres tú, eres mala, escondida.
- Yo soy mala pero no mamita querida.
- Si eres, eres ella. Tienes un pozo de demonios.
- Mamita querida solo te lanzó a los lobos.
- No, los lobos, los lobos, los lobos, eran ellos, hombres, malos. Eres mala.
- Yo soy mala y vas a dar de comer a mis demonios.

Cortó su cuello y calló de rodillas, luego al suelo. Su cuello y cabeza colgando en la orilla del pozo. Los demonios rugiendo por sangre tratando de alcanzarlo y él veía su vida alimentar a los monstruos. 

Susurros oscuros de mamita querida en su mente... 

- Mal niño, mal niño, te tendré que llevar con ellos para que te enseñen a no tocarte frente a otros.

Empujo su cuerpo y los aullidos comenzaron.

- Coman mis niños.

Susurraba una canción de cuna mientras caminaba de regreso.




martes, 18 de marzo de 2014

20 minutos

Una sonrisa y abre la puerta. Un beso y las ganas espesas de sentirse cuerpo a cuerpo. Tienen el pudor de charlar primero, de postergar el evento. Se paladean en cada palabra, en cada sonrisa y entre café y miradas unos cuantos besos para ir subiendo el fuego.

Se sostienen la mirada en silencio por unos segundos y caen en abrazos y suspiros. No detallan la caída, porque si no, se vuelve vuelo. Las piernas abrazan y las manos arañan. Se pegan cuerpos y él domina, ella lo deja. La pared la detiene de la vertiginosa caída de esa boca rodando por su cuello, de esas manos que con detalle aprietan pensando que tal vez si la suelta desaparece de la escena. Las manos reptan por las piernas y levantan el vestido tan apropiado para la ocasión de esas ganas guardadas. Ese vestido que sugiere, invita y desatan las caricias.  

- Solo me quedo 20 minutos
- ¿Segura que solo puedes eso?

Se acaban las palabras. Las miradas brillan y las caricias se intensifican. Los morados de las mordidas y las uñas marcadas se verán a la siguiente mañana. En unas horas cuando se miren al espejo. el vestido hasta la cintura y la mano que explora y los besos que muerden. Ella solo se abraza cuál colegiala de su cuello y deja que sus gemidos hablen de las manos que la recorren. Hasta que comienza a recorrer su espalda con uñas, pegándose a su cuerpo y atrayéndolo con una pierna. Sentir la erección de concurre entre las piernas. Desabotona su camisa y mete una mano entre el cinturón y el ombligo. Una erección perfecta y húmeda. Retira la ropa de sus senos y atrapa un pezón con la boca, succiona, muerde y lame; levantando los gemidos. Ese canto lo pone al borde de la ansiedad de estar adentro. Baja, aún reteniéndola contra la pared, colocando su pierna en uno de sus hombros. No quita la ropa, vicioso, solo la corre hacia un lado y ávido lame, ese botón rosa, ese envase de placeres desmedidos. No, no, solo la pone igual que él. Escucharla correrse pero cuando este dentro de ese fuego que huele a dulce. Toma la temperatura con un par de dedos y es un calor que le asombra. Se levanta y ella esta ansiosa de probarlo. Y en algún momento entre la pared y la cama se despojan de la ropa. En la mullida cama ella atrapa con su boca esa erección que llora por ella. Lo trata con la dulzura y dureza que corresponde a la escena. Y es que escucharlo gemir es una delicia. Después de eso se miran a los ojos con urgencia, con necesitarse unidos en esa comunión de carne perfecta, los dos se encuentran a punto de caer en ese abismo, donde en el fondo concurren ríos de cristalino y blanco placer.

Eran solo 20 minutos...




lunes, 17 de marzo de 2014

Conocerlo

Yo la verdad quisiera conocerlo hasta que el dulce de su mirada se vuelva el común denominador de los días.
Hasta que sus caricias se vuelvan ya esperadas y conocidas.
Hasta que su ropa cambie de talla o se vuelva menos colorida.
Hasta que sus labios me sepan a café amargo y su sonrisa sea cansina.
Hasta encontrarlo harto de la rutina de algunas cosas.
Hasta que mis letras le dejen de asombrar de alguna manera.
Hasta que me responda con un quejido en lugar de un gemido.
Hasta que las manos se llenen de manchas y lunares extraños.
Hasta que estar sea algo ya cotidiano.

Quisiera conocerlo para comenzar a enamorarme, revolucionarlo a quererlo y terminar en el hartazgo del amor sin remedio.
Quisiera saber sus cicatrices de memoria, las del cuerpo y las del alma.
Quisiera conocer sus más tristes anécdotas y sus mas divertidas historias.
Quisiera conocerlo hasta que sus malas costumbres sean solo un accesorio de su persona.
Conocerlo hasta que me de la memoria y comience a confundirlo con otras personas.
Conocerlo hasta ver desaparecer el brillo de su mirada y transformarse en años de vida.
Conocerlo hasta que me recuerde y se pregunte ¿Como es que la conocí?
Conocerlo hasta que la respuesta sea pensar en fotos de playas hermosas.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Extrañar

Soledad. Gabriel Figueroa
Quedarse callado un sentimiento.
Guardar pudor de lo que se dice cuando se siente.
No expresar tal cuál uno siente.
Miedo de entregar más de lo que el ego dice que recibe.
Porqué se tiene miedo de dar permiso a que lo lastimen una vez más.
Ahí va, con todas sus letras, con todo el valor. EXTRAÑAR.


Acá en este cuerpo de 40 se extraña como si tuviera 16, con la osadía de las hormonas, la inocencia y el cariño.
Acá en estas letras se extraña con razón, con poder, con ganas y sobre todo corazón.
Acá en esta mente se extraña con paciencia, risas y memoria.
Acá en conjunto se extraña por la simple razón de existen sonrisas llenas de libertad.
Acá es fácil decir lo que siento, porque si me pongo de frente a decirlo me cuesta no morderme la lengua y agarrarme de la razón y la frialdad. Porque la sociedad ha creado falsas expectativas de la mujer fuerte y autosuficiente.
Extrañarte así sin más, extrañarte por extrañar la presencia física que causa bienestar.
Extrañar esos labios que me causan cosquillas, esas miradas que me causan rubor y esos besos que me causan escozor.
Extrañar esas bromas para no hacer del cariño algo tan serio, para no hacer tan notorio las ganas que nos provocamos de querer.
Extrañar la coraza de risas y besos cuando estamos por decir algo que va más allá de la razón, cuando estamos por llegar al corazón.
Extrañar la sencillez con la que estamos uno al lado del otro, embonamos aún tomando distancia.
Extrañar las tazas de café en la barra de la cocina, con la charla que suaviza la fría luz del halógeno.
Vaya, extrañar sin doler. Y aunque duela, extrañar es parte del cariño que uno puede dar.
Si se deja de extrañar sin doler, no quiere decir que deje de importar, es simplemente libertad.
Así que te digo sin miedo que acá se te extraña, con toda la libertad que se puede entregar en el cariño que he aprendido a dar. 



martes, 11 de marzo de 2014

Lo que pidas

- Te quiero.

Y con esas palabras expiró. El último suspiro de su frágil cuerpo fue un te quiero, tan honesto, tan leal como siempre fueron. Abrazó a su madre, abrazó a su hijo, salió de la habitación donde pasó las últimas noches leyendo, escribiendo, dormitando, vigilando y enflacando. Pasó a un lado de las flores blancas que compró en la mañana y salió corriendo del departamento, del edificio, de las ganas de vivir sin esa persona tan especial en su vida. La lluvia caía, la tormenta era fría. Un invierno cualquiera de la ciudad inmensa en la que vivía. Corrió por las calles, llorando, sin deternerse, los pulmones dolían, las piernas se entumían. Llegó a la entrada de la Iglesia, cayó de rodillas en las escaleras y un rayo iluminó la puerta. Gritó, tan fuerte, tan doloroso que el trueno del rayo no la opacó. Su grito inundó la calle y la lluvia arreció. Parecía que el cielo le correspondía. Derrotada. Y sin embargo con la fortaleza de ofrecer lo que fuera para que regresara.

Una sombrilla, unos zapatos lustrados y un traje negro impecable. Volteó, una sonrisa y una mano que se tendía hacia ella, unos ojos azules, fríos, helados. Lo observó y tomó su mano sin vacilar.

En una banca de la Iglesia, sentados, en silencio ella sollozaba. Tomando firmemente su mano y no paró hasta que ya no daba más lágrimas su cuerpo, pero el dolor no se iba. Ni una palabra, ni una insinuación, solo le dijo:

- Haré todo lo que me digas.

Él sonrió. Beso su mano, la miró a los ojos y la despachó con un ademán y una sonrisa. Al llegar a casa, los paramédicos hablaban.

- Sorprendente, revivió. La llevamos al hospital alguien debe de venir.

Fueron todos. Se recuperó. Mejoró y no hubo signos de ninguna recaída. Milagro, decían. Pero ella sabía cuál era la razón.

Una noche, sola, alguien tocó. Era Él, le sonrió y le extendió una dirección, un nombre, una razón. Leyó con calma y luego se volvió cenizas. Llegó y no había ruidos, ningún animal cercano, ni un gato maullando cuando ella puso pie en ese lugar. Silencio sepulcral dirían. La puerta sin trabas permitió la entrada, sola se abrió. Sin ninguna razón, la luz se extinguió. La esperaban, le temían, le adoraban. Sollozos, disculpas, perdón, ruegos. No, como respuesta a todo. No, sin voz. No, con la mirada. No, con la sonrisa. No, con el bisturí en la mano. Un corazón palpitante y una cerilla. Cenizas. Y Él, recibiendo el encargo con una sonrisa.

Cada noche una cara distinta, una condena con razón. Cada noche una gélida sonrisa. Y cada noche cambiaba vidas, tocaba historias, pero su aliento, la marca más importante de su vida, la marca que la hizo sonreír cuando pequeña, seguía viva. Respirando, viviendo. Solo tenía que hacer lo Él le pedía.



lunes, 10 de marzo de 2014

12

Es justo el momento donde comienzo a pensar en ti, el momento en el que casi cambia el día. No me permito pensar mucho en tu mirada, porque empiezo y no termino si no es escribiéndote. Me doy la licencia de hacerlo al último momento del domingo. Y sonrío con el corazón, cada que pienso en que parte del jardín te tengo. Veo los árboles que han crecido en ese lugar y entre sombras te veo. Me miras, aunque no descifro si es odiándome o resignado a tu recinto final. Y yo creo que tomar el té bajo las sombras de esos árboles que susurran con el viento, es el mejor trabajo de jardinería que he hecho. A veces escucho como intentas romper las raíces de los arboles para salir de tu encierro y acusarme con el mundo entero. Pero amas esos árboles tanto como yo. Siempre fuiste un devoto amante de la naturaleza. Así que quiero pensar que solo estiras esos huesos para estar más cómodo entre las brazos del árbol. Recuerdo cuando regaba el jardín y vi uno de tus dedos sobresaliendo de la tierra. Y recordé que hace mucho no hablaba contigo para contarte nada. Esa fue una excelente llamada de atención a que recordara mis deberes para contigo. Ahora no falló en sentarme cada domingo cerca de las 12 de la noche para conversar contigo. Bajo los árboles, contándote lo que me alegra que sigamos juntos, a pesar de que tu hubieras pretendido dejarme. Escucho el murmullo de la noche, estrellada y sin luna. Escucho el viento rozando la hojas. Y muy al fondo escucho "Eres mala", pero tu solo lo dices para molestarme y no lo permito. Porqué sé que sabes que todo lo que hago es con amor. Y a ti amor mío, te sigo amando. 


viernes, 7 de marzo de 2014

La Ciudad despierta

De putas y arrabales el mundo,
De avernos y fuego la vida, 
De mentiras y traiciones la historia, 
De muerte y destrucción el planeta, 
De las vilesas humanas las guerras.
De todas esas maravillas que ocasiona el ser humano, pero los sueños quedan como esperanza de la perpetuidad de la naturaleza del planeta.


Llego al fin de las escaleras y salgo al techo del edificio más alto que había, se ve la ciudad dormida. Un edificio que aunque viejo, era firme y completo. Con la sencillez del tabique rojo barnizado y la limpieza perfecta. No había ruidos, pero solo porque era fin de semana y amanecía. Parada. Mirando extasiada el alba naranja, me acerco al único cuarto que estaba en esa azotea. Uno blanco, limpio e iluminado. Rodeado de ventanas y una puerta de cristales y madera. Bancas viejas pero firmes, barnizadas de blanco y la gente sentada charlando y sonriendo. Todas ellas reunidas sin conocerse realmente. Todos me miran dando una especie de bienvenida. Afuera hay cuatro personas, 2 parejas, comenzando a desvestirse. Guardan su ropa en bolsas de plástico transparente. Las lanzan por el edificio y al asomarme veo una callejuela entre los edificios, calles de servicio, no de tránsito, vacía. Las bolsas en el suelo y la ciudad sigue dormida. Nada se mueve, pero el amanecer indica el tiempo que sigue su curso sin detenerse.
Los veo mirarme sonrientes, desnudos, perfectos. Veo que comienzan a subir a la cornisa del muro que llega a las costillas. Existen unas escaleras marinas que bajan todo lo largo del edificio. Me asomo y la tranquilidad aparente de donde estaba se ve interrumpida por un viento que vuela mis rizos con fuerza y los quita de mi cara. Sé que van a bajar por esas peligrosas escaleras. Pero no me angustia, la emoción me guía. A uno le pregunto ¿Porqué hacen eso? y me responde con un guiño y una sonrisa.

- Porque es lo más emocionante que hemos hecho y podemos. Esto es divertido y lo sabes. Tu también vienes por lo mismo, por eso te hemos invitado.

Mi sonrisa no puede con la sensación del momento, el amanecer cada vez más glorioso y la ciudad sigue dormida. Los veo comenzar a bajar las escaleras y todos siguen hablando en el cuarto. Alguien a mi lado se acerca y me dice.

- Solo tienes que seguirlos, por eso has venido. Comienza por desvestirte.

Me asomo a la calle y los veo abajo, vestidos, saludando, invitándome a hacer lo mismo. Y así lo hago, dentro del cuarto blanco tan cómodo. Todos miran, todos sonríen, nadie se ríe. Esperan paciente el proceso. Pongo la ropa en una bolsa y la lanzo al vacío. Escucho como golpea el suelo de la callejuela y la observo. Me espera abajo mi ropa, que no me importa demasiado. Todos están en dos filas una a cada lado. Me paro en la cornisa y observo con una sonrisa el amanecer que sigue avanzando hacia el despunte del sol. Me quedo esperando hasta ver la orilla del sol naranja surgiendo. Imponente y sonriente, diciendo "estoy aquí, no te abandono". Siento el viento fuerte hacer mis rizos a un lado y el frío de su latido. Me pongo de espaldas y me agacho para tomarme del primer barrote de las escaleras y asentar mis pies en el frío hierro. La escalera se ve llena de herrumbre pero solo es el color con que la han pintado. Comienzo a bajar y el viento sigue haciendo a un lado mi cabello. No siento el vértigo, ni miedo, mucho menos frío y bajo desnuda con calma, peldaño a peldaño. Terriblemente emocionada, con fortaleza y segura de que esto es más divertido de lo que pensé que fuera. Ligeros ruidos, la ciudad despierta.


¿Qué? ¿No sabían que uso psicotrópicos antes de dormir?



jueves, 6 de marzo de 2014

Carta a Nori


Querida Amiga:

Le voy a platicar lo mucho que he disfrutado su libro. Su pequeño gran libro. Los cargo conmigo como si fuera biblia de bolsillo; acaricio despacio su portada y lo abro. Leo despacio cada letra, la saboreo y termino un poema. No sabe amiga querida como disfruto leerla. Por eso lo hago despacito para que no se acabe, por ser paciente y saborear toda emoción que hay en esas letras. Yo sé que eso fue a sus 19 años, pero ¡Ay! ¡Que bonito siente usted! Y más porque somos amigas; y sí, la siento mi hermana. Como dice usted Hermana de Letras, y ahora más que eso, que tras bambalinas nos reímos abiertamente de nuestras osadías. Y escribo esta carta porque hace poco (usted sabe quien) me dijeron:


"Es que escribir es un regalo hermoso, lleno de cariño, y más cuando se escribe con el corazón."





No te enamores. Por Martha Rivera Garrido.

No te enamores de una mujer que lee, 
de una mujer que siente demasiado, 
de una mujer que escribe... 
No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca. 
No te enamores de una mujer que piensa, 
que sabe lo que sabe y además sabe volar; 
una mujer segura de sí misma. 
No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, 
que sabe convertir en espíritu su carne; y
mucho menos de una que ame la poesía, 
o que se quede media hora contemplando una pintura 
y no sepa vivir sin la música. 
No te enamores de una mujer a la que le interese la política 
y que sea rebelde y sienta un inmenso horror por las injusticias. 
Una que no le guste para nada ver televisión. 
Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo. No te enamores de una mujer intensa, lúdica, lúcida e irreverente. 
No quieras enamorarte de una mujer así. 
Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, 
te ame ella o no, de ella, de una mujer así... 
jamás se regresa.


miércoles, 5 de marzo de 2014

Miércoles de Ceniza

Toda esta liturgia del arrepentimiento y la conversión me recuerda lo mucho que me alegro de todos los pecados cometidos. De como disfruto de cada una de mis hazañas, por más que estas sean insospechadas para algunos. Y hace poco tuve esta pequeña conversación:

- Que increíble que las personas que más nos impusieron la religión, podamos criticarla tan abiertamente.
- Pero rescatamos lo mejor de ella
- Yo rescato la bueno del cristianismo.
- Exacto, no hablo de otra cosa.

Y me hizo recordar los momentos de terrible cercanía a lo que es la iglesia y sus sentimientos. La humanidad refugia su agonía, su vació sangriento entre las paredes de un hermoso recinto. Recuerdo las veces que niñas de 15 años se acercaban sonriendo sin conocerme, a contar todas sus terribles, terribles, terribles penas. Recuerdo haberme convertido en la devoradora de penas ajenas. La que palmeaba la espalda, lloraba con ellas, se sentía destrozada y las abrazaba, para terminar diciendo frases de clichés religiosos: 

Dios esta contigo.
Dios te da pruebas para que tu fortalezca crezca.
Dios no te pone nada que no puedas soportar.
Dios...

Y me sentía tan hipócrita pensando que Dios daba todo lo bueno o lo malo. Pensaba que no sabía la grandeza de si Dios existía o no, solo tenía fe en la vida. En la bondad de las personas, en la belleza del mundo y su naturaleza, pero también he creído siempre en los monstruos que habitan el mundo y no son otra cosa que humanos. Y sí, los detesto. Y esas confesiones me lo demostraban. Niñas que les pasaban cosas horribles. 

En fin, me quise volver monja, por unos meses estuve convencida de que era mi vocación serlo, solo para ayudarlas a ellas. La reacción ante mi intempestiva vocación fue que mi madre me sacó del colegio de monjas en el que estaba (donde había encontrado cierta especie de paz) y me regreso al antro de castigo en el que había vivido toda mi vida. Regresé a disfrutar la mierda de mis compañeras que un día te quieren y otro día te detestan, regresé a la basura de la hipocresía y a mi sarcasmo e ironía. Regresé a que me detestaran y a que yo las hiciera rabiar. y ¿Saben? Uno realmente aprende a disfrutar sus infiernos y a carcajearse en ellos. Hasta disfruto visitar iglesias y de vez en cuando (poco, muy poco, casi nunca) la liturgia de la misa de 7am entre semana.


¿Qué? ¿No sabían que soy católica por convicción?



martes, 4 de marzo de 2014

Flores

Me encanta ver esas flores que se vencen a la primera nevada, pero renacen en verano. Dulces, fragantes, frágiles y sin espinas. Son de todos queridas y las más efímeras. 

Las rosas tan variadas, tan adaptables y fragantes. Tan fuertes, con sus bellas espinas que debes tenerle cuidado. Pero en cuanto la logras cortar de su agreste medio las espinas las quitas una a una, hasta dejarla en jarrón. Potish las considero.

Pero hay unas, raras, exóticas, encontradas en medios extraños. Dulces hasta el delirio. Sin espinas aparentes. Esas dan miedo.




Enamórate de la flor sencilla, de su fragante aroma, de su belleza exquisita.
Enamórate de los bellos colores del verano y la primavera, de su efímera presencia. 
Enamórate de las mieles que otorga con delicadeza en un beso cuando la cortas.
Enamórate incluso de las rosas, sus espinas una a una quitas, entre versos y rimas, entre besos y mimos.
Enamóralas a todas ellas, cásate con alguna, anímate cada vez que las veas.
Porque un día te aseguro, te topas con una fragancia dulce que causa ansiedad y atracción sin razonar.
Ese olor que cuando te acercas y miras es una flor tan extraña y singular que piensas por momentos que es única en tu mirar.
Tan única que deseas hacerla tuya, pero solo es distinta a lo que conoces y piensas que no hay otra igual.
Acércate a admirar sus cálidos colores, su verde profundo y su falta de espinas.
Pósate en su dulzura y hazle el amor en silencio.
Aléjate y regresa a ella sin promesas, sin susurros de amor, sin mentiras.
Ten cuidado que llegará el momento en que su dulzura no sea la misma y comiences a suspirar palabras de amor para enardecer su olor.
Regresa, con las promesa cumplidas, que sin ellas, no quisiera estar en tu piel.
Escucha mi advertencia, por favor.
Esa flor en cuanto siente la mentira, espera paciente tu regreso, enardeciendo su olor atrayente.
Esa flor va a doblegar tus besos y mientras sucede el éxtasis de tu deseo, te verás rodeado de barrotes.
Poco a poco serás digerido sin darte cuenta.
El dulce olor terminará oliendo a podrido y cuando despiertes de tu letargo, ninguna flor será de tu entero agrado.
Ten cuidado porque estas flores te digieren despacio con letras de por medio y no sabes lo que es leerte en ellas.
Ten cuidado te pido, porque esa flor puedo ser yo.




domingo, 2 de marzo de 2014

Espresso

En estos momentos llevaría el segundo espresso del día. El primero solo en el amanecer por verlo desde la ventana. La ciudad un domingo despertando. Verte dormir, roncando. Porque te ves más dulce cuando descansas. Porque amó el sol saliendo. Porque me da esperanzas de un nuevo día. Y observarlo con un café, tu sabes que eso me apasiona. Y te comparo con el café, por como me provocas sonrisas y reír todo el tiempo.
Digo que llevaría el segundo porque es el tomaría contigo en la cama. Sonriendo por pasar la mañana contigo. Por haber amanecido a tu lado. 
Es domingo y me atrevo nuevamente a pensar en ti. Porque sí, porque me da la gana, porque me provocas las ganas, porque me ganas las ganas. Las ganas de sonreírte todo el tiempo, de ser tierna sin miramientos, de contarte mi vida sin reparos ¡¡Y que miedo!! Ya lo hago. Y me da pena decir detalles míos, tan míos que me hacen sentir vulnerable de solo pensarlos. Tan frágil y desvalida, que hasta pensarías que solo quiero dar lástima o pena, para provocar tus abrazos. Y recuerdo que con solo acercarme es suficiente para que los abras y me recibas en ellos. No es que necesite cariño, es que me gusta darlo hasta el hartazgo. Y tú me provocas hacer eso.