Era un día nublado. Caminaba por la Condesa esperando encontrarme con mi hijo y su abuelo (?) Una llamada de él y me daba las instrucciones para llegar a donde estaban. Seguía caminando, admirando siempre el lugar en el que durante casi toda mi vida me moví. El clima era bochornoso, realmente molesto. Pareciera que el mundo se prepara para hervir hasta acabarse. Mis pensamientos funestos de siempre. Mis ideas macabras de que el mundo se acaba. Mis deseos oscuros hechos frases irónicas.
Al llegar al lugar me doy cuenta de que es una extraña estación de tren. De esas que parecen salidas de un futuro lleno de tecnología superior a cualquier imaginación. Suena un celular, el mío. Tomo de la mano a mi hijo y veo al hombre alto que esta junto a él. Cuando contesto...
Mi niña, no es lo que parece, no estas donde piensas que estas.
Era aquel que se preocupó por mi como si me hubiera engendrado. Aquel que siempre me saluda, aquel que se ganó el título de padre. Cuando volteo a ver al hombre que esta junto a nosotros, me sonríe y observo que no es quien pensaba. Un desconocido que solo esta atento de nosotros, cuidándonos y guiándonos. La estación de trenes es tenebrosa a pesar de ser tan maravillosa. Me doy cuenta del ambiente macabro que sustenta. Como si su destino fuera atravesar fronteras invisibles a los ojos humanos.
Nuestro destino final era un monte, tan alto que se veía en 360° a la Ciudad sin estorbos. Toda la tarde viajamos en ese tren solitario y perfecto. La noche estaba luciendo sus mejores estrellas. El cielo lleno de ellas, tan brillantes que la luz de la ciudad no opacaba su belleza. Como deseo regresar a ellas. Siempre pensando que me equivoque de planeta, de raza, de todo. Subía caminando la colina, con el bochorno refrescando un poco con la noche. Nos deteníamos entre dos casas, donde había un terreno fantástico. Se admiraba el horizonte lejano y la ciudad tan perfecta vista desde lejos. Había más gente, riendo, bailando, disfrutando de la noche hermosa. Me sentaba abrazando a mi retoño. Y para maravilla y regalo a nosotros, el cielo nos dio una lluvia de estrellas. Sonreíamos ante el espectáculo tan perfecto del universo. Vaya noche perfecta para que el mundo se detenga y la humanidad perezca. Nuevamente me río de los pensamientos funestos que siempre tengo cuando el universo me maravilla de estar viva. Mi hijo sonreía y gritaba. Mira mamá, mira, una estrella ha salido de abajo. Cuando observo ante semejante comentario veo que son misiles dirigiéndose al cielo, varios de ellos y así como desaparecen en el cielo dejando su estela; indicando el camino que llevan; se ven las puntas brillantes de otros que llegan. La fiesta, las risas y la diversión se tornan silencio absoluto. ¿Qué fue eso?. Todos preguntan sabiendo la respuesta. En segundos mis presagios de destrucción se vuelven realidad. Caen los misiles y todo arde. Todos corren, tomo a mi hijo y corro con él, asustados. Me detengo y con la tierra temblando veo corriendo a todos y pienso.
Esto es el fin ¿Sobrevivir en un infierno? ¿Morir con una noche perfecta?
Pensé en la estación del tren, subterránea, impenetrable si las puertas se cierran y perfecta para sobrevivir. Pero...
Una vida de ratas, en túneles, con lo remanente de la humanidad, con la rápida decadencia de lo humano. Sufriendo abusos inimaginables, y haciendo lo inconcebible para que mi hijo sobreviva y tenga una vida de infierno.
Volteó a ver el cielo y la lluvia de estrellas cae sin importarle el caos que rige en este planeta. Mi hijo me mira llorando. Lo abrazo.
- ¿Seguimos mirando las estrellas mi vida?
- Sí mamá, son muy bonitas.
- Nos sentamos en el pasto donde estábamos, todo se ve mejor desde lo verde.
- Sí mamá.
Regresamos a ese verde pasto de un terreno solitario. Las estrellas caen sin cesar. Me dedico a decirle a mi hijo que mire como caen las estrellas aunque muchas de estas son misiles. Lo tengo abrazado y las luces blancas brillantes de muchas de esas "estrellas" cuando tocan el suelo son cada vez más cegadoras. El mundo comienza a arder sin control. Voltea a verme con la mirada asustada y le beso la frente.
- No te preocupes, no mires más, nos vamos a las estrellas mi vida.
- ¿En serio vamos allá?
- Sí, cierra los ojos y piensa fuerte en ellas. Cuando los abras ahí vamos a estar.
- Sí mamá, te amo.
- Y yo te amo irremediablemente.
Levanto la mirada hacia el cielo y miro las estrellas, el cielo parece que se deleita con el fin de esta pordiosera raza.
La lluvia de estrellas parecen lanzas de fuego cayendo a la tierra. La lluvia de estrellas nos lleva lejos de este planeta. El universo siempre busca la manera de corregir los errores. Creo... que nos volvimos en un punto de la historia un error a corregir.
Solo veo una luz blanca tan cerca, tan cegadora que la última estrella que veo parece hecha de fuego.
El mundo ardió, me senté a observarlo y me llenó de paz.