jueves, 29 de agosto de 2013

Un Beso

¿Cuantas veces no hablamos de los besos?

Un beso que me eleve hasta el cielo.
Darte un beso que te deje tatuado mi recuerdo.

Besamos y nunca describimos nuestros besos. Mi beso más intenso es aquel que doy con anhelo y sin embargo es lento. 

Ese beso que di en un sillón de mi casa. Sentados platicando por horas, risas y recuerdos. El silencio que indica la ocasión de acercarme, por que nunca fui de esperar que actuaran primero. Generalmente voy por lo que quiero, si el otro me da las señales correctas. 



Me acerco lento mirando a tus ojos y tus labios, sabes que se avecina y estas preparado casi desde el momento en que llegaste. Pongo mis labios pegado a los tuyos y abro ligeramente la boca para atrapar la tuya con la tenue humedad de mi aliento. Tomo tu labio inferior y lo chupo. Lo aprieto suave y sin dientes. Con mi lengua hago incursión en tu boca y siento tus dientes, que se abren para mi. Encontramos lenguas y jugamos con las puntas, suaves húmedas reconociendo el sabor que nos excita. Guío tu lengua a la cavidad de mi boca y cuando esta adentro la atrapo y muerdo suave la punta. La jalas por menos de un segundo en reacción, pero sientes el placer que te doy y la dejas inerte para que juegue con ella. La chupo y después la suelto, para regresar a tus labios. A besarlos suaves y recorrerlos con la punta de la lengua. La temperatura se eleva. Antes tan cómodos con el frío, ahora el suéter estorba, por no decir que toda la ropa. Me siento arriba tuyo para tenerte de frente y pongo mis brazos alrededor de tu cuello, por que no hay no hay nada más bello que un beso puro primero. De tu cuello paso a acariciar tu espalda, recorro tu espina dorsal y siento los músculos que se tensan en mi recorrido. Sigo besándote suave, con los ojos entrecerrados, por que a veces los abro para mirar tus pestañas. Posas tus manos en mis caderas y me acercas más a ti. Detengo mis manos en tus hombros como niña de 15 años que besa a su novio. Me cuelgo nuevamente de tu cuello y esta vez mi beso se vuelve más apasionado mientras lanzo un suspiro de deseo. Me abrazas fuerte y me aprietas sin miedo a romperme a pesar de mi tamaño, por que sabes que soy fuerte y me gusta jugar rudo contigo. Hacerte sentir que en un abrazo y un beso soy tuya. Aunque sepas que todo termina cuando me visto y te digo Nos hablamos luego, te quiero.

Esto es un beso para mi.


miércoles, 28 de agosto de 2013

En serie

Pensaba en los Borgia, en especial a Lucrecia. Misteriosa mujer que su hermano y padre utilizaban para alianzas políticas. Pensaba en lo que las malas lenguas decían, que había aprendido el arte de crear poderosos venenos. Con los cuáles dicen que despachó a hijos esposos y amantes. Eso decían. Le gustaban las mujeres fuertes, le gustaba dominarles. Eso le recordaba a su madre, dura como piedra, pero que no supo soportar el dolor de su hijo. Encontrarla colgando, no fue lo mejor para él, pero lo siente como libertad total. Por ella se detenía y trataba de controlar esa sed que había nacido en su mente. Era escrupuloso pero muy sádico. Deseaba haber podido darle a su madre uno de esos venenos de Lucrecia que dormían para nunca despertar. Hubiera preferido ser el ejecutor de su dulce columna de hierro


Recordando, sin poder dormir, junto a una mujer pasajera en su vida de nómada; evocaba el momento que lo marcó por siempre. Era joven, casi un niño, 12 años tenía. Aunque era alto, era flaco todavía, pero se veían los genes del padre que lo abandonó. Caminaba de noche de casa de un amigo y una camioneta se detuvo a su lado y sin poder reaccionar a tiempo se vio atrapado en ese lúgubre auto, uno manejaba y el otro lo sometía. Durante una semana estuvo desaparecido, todo el tiempo imaginaba la preocupación de su madre, el dolor, el sufrimiento y su desesperación. La amaba y no quería que sufriera más por su culpa. Su cautiverio en una jaula como animal a merced de los vicios degenerados de esos dos monstruos. Los primeros días lloró, pero cuando recibió un violación sádica y degenerada por llorar (así le dijeron) el demonio en él se desató. Se recuperó y la siguientes ocasiones que lo visitaron no lloró y se logró escapar en un descuido. Su razón le dijo "corre, lejos, rápido, escapa". Su demonio le imploraba regresar y acabar con ellos de una manera sádica y sangrienta. La razón concilió con el demonio y le dijo "Después". Cuando llegó a casa se negó a hablar con su madre de lo sucedido y ella le imploraba que la dejara ayudarlo. 

- Estoy más allá de tu ayuda mamá. El amor que me tienes y te tengo me mantuvo vivo. Eso es todo lo que debes saber.

A sus 13 años era un hombre que sabía que el mundo se caía a pedazos en la oscuridad de la mente de algunos. Su mente en particular maquinaba, olfateaba y atraía al tipo de monstruos que lo atraparon. Su madre algo sospechaba, se daba cuenta de que algo había surgido en su hijo y por las noches lloraba. Pero el vecino, supo primero el tipo de demonio que ese niño encerraba. Comenzó a acosarlo sin saber que ese niño dormía en el mismo infierno que él, canalizado de distinta manera, pero el mismo abuso sufrieron. El vecino sacaba sus demonios abusando de jóvenes, pero esta vez se equivocó. Sus 13 años de supuesta inocencia le dieron la ventaja, su demonio milenario le enseño como hacerlo sin que le pasara nada. Cuando lo invitó a su departamento el niño supo perfectamente como tenía que proceder. La seducción le pareció asquerosa y cuando el tipo tuvo ese brillo para comenzar a abusar violentamente de él, se paró a la cocina a tomar más de ese vino que le ofrecía y tomó un cuchillo grande, filoso. Cuando el vecino lo quiso atacar el volteó y hundió ese filo en el estomago. Lugar que hiere pero no mata hasta después de unas cuantas horas. Lo llevó a la tina. Lo desvistió. El vecino estaba desmayado. Saco los guantes que había comprado y se desnudó. Doblo cuidadosamente su ropa y comenzó. El demonio le dictaba. 

Ahora tenía casi 33. Llevaba 20 años cazando violadores. Viajaba de lugar en lugar, el dinero de su madre le daba la posibilidad. Conseguía trabajos temporales y sin llamar la atención buscaba a aquellos dos que lo hicieron despertar. Les deparaba el dolor más grande que podían imaginar. Dejaban un rastro característico de ataques. Zonas poco pobladas, colindando con bosques donde podían rentar cabañas. Frecuentaban barrios pocos concurridos, nada de ciudades. Lugares donde la seguridad no era afectada por los pocos incidentes que pasaban. Eran seriales y él era igual. En serie. 

En ese trayecto de 20 años su sed se calmaba cuando no los encontraba pero encontraba a otros que no se movían, que eran locales. Así que libraba al lugar de una de las amenazas más crueles para la humanidad. Un día encontró demasiado tarde a uno, el niño murió en sus brazos. Recuerda la furia, la ira con la que asesino a ese monstruo. Llevó el cuerpo del niño a la casa de los padres, el cuerpo del asesino lo expuso como bandera en la entrada de la casa de justicia de ese lugar. Burlándose de la autoridad, diciendo lo que él había encontrado en unos días y ellos en años no podían. Los padres hablaron públicamente  agradeciendo entre desgarradores llantos saber por lo menos donde estaban sus hijos. El monstruo los guardaba como trofeos en su sótano. Los enterraba. 

Le parecía una ironía que él, que rescataba almas inocentes de almas condenadas a un infierno; fuera el perseguido y más buscado que los mismos monstruos que él asesinaba. Tenía la ventaja de que nadie sabía como era. A través de los años y a raíz de la muerte de su madre no se mostraba con nadie. No estaba mucho tiempo en el mismo lugar y siempre iba en pos de encontrar a sus monstruos personales. Un día llegó justo a tiempo. Antes de que se marcharan de la zona. Un pueblo casi en el medio de la nada. El invierno comenzaba y esa era la época favorita de ellos. Los cuerpos se ocultaban por meses antes del deshielo y lavaba casi todos los rastros que ellos dejaban. Lo primero que hizo fue buscar a los niños recientemente desaparecidos y encontró tres de ocho, 10 y 12 años. Buscó las cabañas que se rentaban y las más alejadas. Había dos recientemente rentadas. Parecía que todo se acomodaba para que llegara su gran día. Le agradeció a su madre por la ayuda concedida. 

Decidió ir a pie. Dejó el hotel donde se hospedaba y el coche que rentaba y desapareció las pocas pertenencias que tenía. Básico todo. Caminó hasta llegar a una de las cabañas. La nieve comenzaba a aumentar y en poco tiempo iba a ser imposible caminar. Su demonio lo guiaba bien, era la cabaña correcta. Los vio sentados en una mesa, en silencio. Fumando. La chimenea andando. Rodeo la cabaña y en uno de los cuartos observo a los niños llorando en silencio. El más grande abrazaba al menor. El de 10 años se encontraba maltrecho en un rincón, inerte y su demonio le suspiro Esta muerto, demasiado para su frágil mente. La mente controla el cuerpo. Si la mente no decide morir el cuerpo resiste inclemencias. Observó como la puerta se abría y uno de ellos levantaba el cascarón sin vida del pequeño. Salió y caminando se fue en dirección al pequeño lago que estaba cerca. El hielo evitaría que el cuerpo flotara hasta la primavera. De cualquier manera sabía que el tipo lo llenaría de piedras. Poco después el otro tipo salió atrás del primero. La casa vacía y los niños petrificados de terror no iban a escapar. El entró. Les pidió guardar silencio, aunque su gran tamaño los hizo silenciar del horror que imaginaban que podía hacer con ellos. El sabía la impresión que causaba sus casi dos metros de altura. Su cabello cortado militarmente y su cuerpo imponente. Todo herencia de su padre. La fortaleza la heredó de su madre. Se puso en cuclillas y les habló. Nunca hablaba con las víctimas, solo las rescataba.

- Esto los hará fuertes. No deben olvidarlo. No dejen que los destruya, dejen que sus padres les ayuden. Van a regresar con ellos. 

Sus sollozos se volvieron esperanzados. Alguien los rescataba de una pesadilla. Un demonio, de los más peligrosos pero ellos solo dirían que era tan grande como un ángel, tan fuerte como el arcángel Miguel, luchando contra Lucifer mismo. Un ángel que Dios les había enviado por que escuchó sus plegarias. 

Les pidió silencio y salió. Exploró la casa y buscó las armas que recordaba haber visto hace 20 años. Las encontró todas. Les quitó municiones quería el factor sorpresa. Se sentó en la mesa a esperar, tranquilo. Con ese cuchillo en la mano. Un cuchillo que era tan impresionante como él. Cuando entraron tuvieron dos segundos de impresión y buscaron las armas estratégicamente ocultas. Le apuntaron sonriendo, lo miraban triunfantes, su cuchillo frente a las armas no los amedrentaba. Se levantó sonriendo, la sonrisa del Diablo. Abrió los brazos desafiando a que dispararan y cuando lo intentaron, aprovecho los momentos de confusión y los derribó. Uno cayó al piso desmayado y el otro salió corriendo a la nieve, al bosque. Tomó al primero, el segundo sin coche y con la noche acercándose no llegaría muy lejos. Lo llevó a uno de los cuartos vacíos. Lo desvistió rápido, el tipo comenzaba a reaccionar. Sacó ese mazo de la mochila y los clavos de hierro forjado. Si darle demasiado tiempo amarró los pies y lo levantó contra la pared. Lo crucificó. Eso no lo iba a matar pero si lo iba a hacer sufrir y tener otro concepto del crucifijo que traía colgando del cuello. El maldito creía en Jesucristo. Amarro su cabeza a la pared para que mantuviera la vista al frente. Trajo a los niños. Ellos traían un crucifijo colgando el cuello también, pero esas almas inocentes verdaderamente creían en Él. Asustados entraron. Sus caras asombrados de ver al demonio desnudo y sufriendo, clavado como Dios. Tomo el crucifijo del cuello del monstruo y lo arrancó. 

- Esto que sufrió Él en esa cruz, está destinado para los verdaderos demonios como él.

Señaló al violador.

- No se conviertan en esto, no dejen que sus mentes se dañen por este demonio. Confíen en la voz que les habla desde lo más profundo de ustedes. Ahí esta su Dios, dentro de ustedes. Ni en la Iglesia, ni en un crucifijo, ni en ningún ídolo. Esta en ustedes y les habla a susurros y los guía. 

Utilizó su religión para darles algo de confort mental. Deseaba en verdad que estos niños no sufrieran más allá. Lo deseaba a cambio de su alma. Pero los deseos a veces se hacen verdad. Llevó a los niños a la entrada del pueblo. Y ellos lograrían llegar a sus casas. Antes de salir los niños voltearon a verlo y la mirada más sincera le regalaron, con un gracias que jamás había escuchado. Uno de ellos le dio su crucifijo. Gracias Miguel. Y se marcharon. Se sorprendió al escuchar su propio nombre en boca de criaturas inocentes. La última vez que escuchó su nombre con tanto amor fue en boca de su madre la mañana que se suicidó. Regresó a la cabaña, caminando. Dejó la camioneta escondida a un lado del camino.

El monstruo aullaba de dolor, de frío y gritaba por que lo rescataran. Palideció cuando vio entrar a Miguel. Guardó silencio y eso fue perpetuo. Miguel no le dirigió la palabra. Solo comenzó su arduo trabajo. Esta vez no se desnudo. Fue preciso, no quería anestesiarlo. Solo hizo un corte en la piel. No muy profundo, atravesando su vientre. El violador aulló mientras se orinaba y defecaba sin control. Miguel se reía fuerte, estridente y su demonio lo disfrutaba. hizo otro corte longitudinal, hasta el ombligo. Los aullidos continuaban. Sacó un látigo. Y lo flageló. Lo dejó en carne viva y el tipo todavía sobrevivía. Eso era justo lo que quería. Que el flagelo de su látigo lo hiciera sentir lo que los niños sentían cuando el los violaba. Lo anestesió solo para poderlo hacer sufrir más. No sentía nada y era un alivio para el violador, lo notaba en su cara. Pero cuando lo vio sacar el cuchillo nuevamente comenzó a gritar que lo perdonara. Pero Miguel continuo acercando el cuchillo al vientre y suavemente, sin romper más allá, lo abrió como un costal. Sostuvo la herida para que no abriera antes de tiempo, desato la cabeza y dejó que colgara. Se hizo hacia atrás sosteniendo aún la herida y cuando estaba seguro de que el violador estaba viendo, la soltó. Los intestinos se desbordaron, cayendo a sus pies. El violador gritaba perdiendo la razón y la vida. Así lo dejó gritando, expirando. Salió al bosque buscando al que creía haber escapado. Era una noche cerrada, sin luna. Se había retrasado demasiado, pero veía mejor en la oscuridad. Encontró su rastro rápido y lo encontró en la cabaña que estaba a un par de kilómetros. Había asesinado a la pareja que ahí estaba, pero estaban sin coche. Sus amigos los habían dejado. Sintiéndose momentáneamente seguro esperaba el regreso de los otros con el coche y su escapatoria. Cuando Miguel entro brutalmente a la cabaña el violador comenzó a llorar e implorar perdón. Solo sonrió y lo tomó del cuello y lo hizo caminar de regreso a la cabaña. Lo hizo entrar al cuarto de torturas. Se reía con los nombres que bautizaba los lugares. El tipo comenzó a reírse, después a carcajearse, incontrolable. Miguel reía con él, la locura, bendito as bajo la manga de la mente para librarse de lo que la daña. Le arrancó la ropa violentamente. Cortando la piel de paso. El dolor hizo reaccionar la mente del violador y comenzó a gritar con terror al ver a su verdugo. Trató de defenderse y con su tamaño y peso lo sometió. Lo clavó frente a su "hermano" de andanzas. A él solo le iba a dar siete minutos de vida. Lo castró sin más. Y ese asqueroso miembro lo metió en la boca del muerto. Gritaba de dolor obligado a mirar como el muerto se tragaba su miembro. Un hombre se desangra castrado en no más de 10 minutos, así que el proceso con él fue más rápido. Anestesiado, solo lo abrió en dos. Empezó en el ano. Introdujo el cuchillo y su filo perfecto lo fue cortando como mantequilla. El tipo gritaba y no de dolor, solo de saber que era lo que hacía. Llegó a su vientre y él miraba en silencio. En su mente gritaba, pero sus cuerdas enmudecieron de impresión. Sus intestinos salieron. Era un cuerpo inerte partido en dos.

Salió a la sala. El fuego estaba apagado desde hace un rato. Desnudó su cuerpo y tiró las ropas en el cuarto de los niños. Se lavó con agua helada. se puso la ropa de repuesto. Roció toda la cabaña con la gasolina que dejaron para la camioneta. Salió a respirar el fresco de la madrugada y cuando amanecía prendió un cigarro y arrojó la cerilla a la entrada. Todo ardió en segundos. Una pira funeraria para mandar al infierno a eso dos. 

Justo en ese momento las luces inconfundibles y las sirenas le anunciaban el fin de su viaje. Hoy es mi cumpleaños, hace 20 años me escapé de esos dos, hoy libero al mundo de dos demonios más. Ojalá viviera eternamente, no me molesta hacer el trabajo sucio de limpiar la basura humana que existe.

Cuando lo rodearon y pidieron que levantara las manos, la vio, la especialista en psicología y psiquiatría. La que los ayudaba a buscar el perfil que tenía. Se acercaba, con calma, hacia él. Hablando suavemente, diciéndole Ríndete. La mujer a la que le escribió alguna vez.

Se que intentas averiguar quien soy, de donde vengo y cuál es mi razón. Entrar a mi locura y encontrar el camino al centro del laberinto. Eres fuerte y estas dispuesta a sortear los cuerpos destrozados, los niños salvados y los recovecos oscuros de callejones sin salidas. Eres perfecta en tu papel de analista. Pero tu y yo sabemos que hay que compartir la locura para entender al otro. Dime quien fue y lo puedo destrozar por ti. Por que yo soy la espada de Dios, el tridente del Diablo, yo soy el ejecutor. 

Esa carta la escribió con esmero, le envió un correo, pero la carta en papel la cargaba siempre, junto al corazón. Sonreía recordando esa carta y cuando intentó tomarla de su bolsillo, los gritos y amenazas empezaron. La veía venir, con esa luz tan grande que la rodeaba. Pensaba en la redención que necesitaba. Atrás de él la pira ardía. Sus llamas lamían su espalda, su cuello. Su demonio le susurraba Es hora. Dicen que todo asesino en serie busca ser reconocido por su trabajo. Que todos dejan pistas para que el más digno lo encuentre. El demonio hizo todo el camino para ella. Le recordaba tanto a su madre. Metió la mano en el bolsillo y una nube de pólvora se esparció por el ambiente. Después solo observaba el cielo estrellado sin Luna.

Una noche perfecta para salir a cazar, ya casi llego, te voy a encontrar.


jueves, 22 de agosto de 2013

Locura

Todo empezó con un "¿Como me veo?" La respuesta cruda y cruel que ella no esperaba del novio dulce y lindo que ya llevaba un año con ella. "Mal". Sus ojos se abrieron enormes. Sorprendida y de inmediato se llenó de lágrimas. Se escondió en su cuarto y buscó otro cambio. Al salir, decidió no preguntar más. Él la miró de pies a cabeza y le dio un beso en la frente diciéndole "Te ves hermosa mi amor". Ella sonrió y así entro al camino de la degradación.


Años pasaron y los detalles aumentaron. Ella se esforzaba por ser mejor para él. Gimnasio, baile, cabello, maquillaje, ropa. Todo aceptado y aprobado por su Amor. Evitaba mirarse a los ojos en el espejo, revisaba todo menos lo que reflejaba en la cara. En muchas cosas no estaba conforme, casi todas, pero le bastaba complacerlo. Se quedaba callada a su lado, lo dejaba figurar en las fiestas, ella silenciosa a la sombra de su imagen. 

Un matrimonio feliz, decián. Un matrimonio perfecto, veían. De pronto una familia hermosa se dejaba ver. En secreto el desprecio era terrible. El espejo era cada vez más diáfano en su reflejo. Nadie veía sus lágrimas nocturnas y discretas. Su tristeza infinita. Guardaba todo para si. Ni sus hijos se fijaron de la sutil bruma que rodeaba a su dulce y siempre dispuesta madre. Una mujer hermosa, dulce, tierna y cariñosa. La esposa perfecta, la madre inmaculada, la estatua de marfil. Todo para él, por él. 

Él, satisfecho, la presumía en público, como la mejor adquisición que pudo haber hecho. Ella sonreía complacida. Pero la sonrisa se iba cuando él, en el silencio y oscuridad de la habitación, destrozaba los atributos fabricados de ella

Tu vestido no fue el correcto hoy...
Esa comida quedo mal...
La próxima vez ni te molestes en salir si no vas a atender bien a mi familia...

Los hijos crecieron, se fueron y su soledad la abrumaba día a día. Cada vez más y más. Los motivos de distracción se fueron y sin amistades no hubo más que recuerdos y los gritos de su cerebro acallados por el bullicio de una vida con hijos. 

La casa hermosa y grande como dijo él alguna vez cuando la compró, antes de proponer pasar el resto de su vida con él. Para ti, que eres la más bella. Sonreía con esos recuerdos que guardaba cuidadosamente para no romperse de manera irremediable. Pero la mente es grande y hace que todo lo que la destruye poco a poco salga para liberarse del caníbal que la carcome. La mente es brillante para curarse, para enviar mensajes de que algo tiene mal. Solo que hay algunos que la doblegan hasta que esta se rompe y no puede más.

Una noche él llegó más hiriente que de costumbre. La cena no le pareció, haciendo el comentario. ¿Ves? Por eso tu novio anterior te dejó por ir a la Universidad. Es mejor hacer 5 años de carrera y 2 de maestría que esperar a que tu hagas bien una cena.

El recuerdo del novio estrelló su mente. Como los cristales, que cuando les avientan una piedra pequeña no se rompe, solo se estrella en un pequeñísimo lugar y de ahí comienza a resquebrajarse con los cambios de temperatura. Así fue, de a poco, con el recuerdo del que alguna vez fue su novio flotando ante sus ojos; su mente comenzó a pensar lo distinto que sería todo a su lado. En la ciudad, ese urbe inmensa, llena de coches, bullicio y contaminación. Un departamento, un solo hijo y él. Un hombre que la respetaría y la haría sentir mejor. Sería feliz... La palabra que rompió con todo fue esa, Feliz ¿Que era ser feliz? Nunca lo había pensado. Sus lágrimas sin razón le querían decir algo que ella se esforzaba en bloquear. Y ahora salía lo que en realidad significaban. 

Su mente estrellada comenzó a caer en pequeños e irreparables pedazos. Se fue al espejo un día, se miró, realmente se miró. Observó detenidamente la mirada opaca que reflejaba el vacío que sentía. Sus ojos, una vez hermosos, eran tristes y apagados. Su maquillaje impecable cubría el ceño de las largas noches de tristeza. El tinte ocultaba las canas de las angustias guardadas. La ropa guardaba un cuerpo cansada de ofrecerse a caricias que no la llenaban. Se observó más allá y sonrió genuinamente por primera vez.

No eres feliz, nunca lo fuiste y ahora que ves en que te convertiste no lo vas a ser jamás. No puedes huir de un infierno que aceptaste, en el cuál llevas más de 20 años viviendo como si fuera el cielo.

Sabía que tenía que hacer. Lo supo al terminar de observarse en el espejo. Se bañó. Se quitó todo el maquillaje y la ropa que no era del gusto de ella. Quedó desnuda. Palpó su cuerpo como le hubiera gustado que la tocarán. Acarició su boca, su cara, miró sus ojos en el espejo y vio ese brillo que se ocultaba. Una mente enardecida por la locura próxima a surgir. Se hizo el amor. Tocó ese botón de placer que nunca imaginó poder sentir. Los gemidos ahogados por años y años de insatisfacción surgieron como rugido. Desde lo más profundo de su vientre hasta el alarido de las cuerdas vocales. El rubor natural en sus mejillas, sintió el calor de su piel y por primera vez olió su olor de mujer complacida. Su humedad la tocó hasta las lágrimas y llevó sus dedos a la boca para probar su propio sabor. Sonreía y comenzó a reír, con la locura que fluye más allá de la mente. Sin dejar de carcajearse todo el camino. Buscó la soga e hizo el nudo corredizo que aprendió de sus hijos. Busca la viga de la casa y colocó la escalera debajo de ella. Doble nudo corredizo uno para la viga y otro para su frágil cuello. La risa retumbaba por toda la casa. Las paredes la miraban felices. O eso pensaba ella. No dejó ni una carta, ni un adiós, ni una explicación, solo su locura gritando en carcajadas.

Me voy, no soy de aquí, ya no. Me voy, como vine, sin nada. Me voy libre... Al fin.

Saltó.. A ese vacío negro y oscuro del suicidio, la locura la llevó de la mano. Admirable fortaleza la que demostró al final de su triste vida.

Los comentarios decían... 

Pero se veía feliz, su vida era perfecta...



miércoles, 21 de agosto de 2013

Ciudad

Sentarse a tomar un café sola, ya no tenía el mismo placer que antes. Observar a la gente, escucharla, le daba idea de que eran. Inventaba historias de esas personas. A partir de detalles que dejaban ver. Ahora solo inventaba las historias con finales extraños. Veía las sonrisas disfrazadas de engaños. Miradas de soslayo. Desconfianza y algo extraño en todos. Oculta siempre detrás de un libro y un café observaba, buscaba lo que tenía que cazar. No le gustaba la ciudad, sin embargo había más demonios que en otro lugar. La gran mayoría era fácil de detectar. Comenzó a acechar en un bar. De vez en cuando aparecía. Sencilla, observando todo, a todos.

Él la vio entrar nuevamente, sola. 


- Pantera, eso eres. Acechas discreta, escondida en la oscuridad, disfrazada de sencillez. Las cazadoras abiertas ni te notan, los cazadores te subestiman... Bien, veamos detenidamente como atacas.

Todo empezaba así, ella observaba, con papeles en la mano, leyendo, tomando algo, sentada en una mesa, como si realmente trabajara. Nadie la molestaba. La mesa estratégicamente elegida. Panorama de todo, entrada, sanitarios, barra, y todas las mesas en 180 grados. No perdía nada de vista. Observaba, sopesaba y desviaba la mirada cuando el cazador que la buscaba se acercaba. Ahí, en ese momento enganchaban. 

Él observaba que esos cazadores eran citados, esperados y trabajados desde antes. Anhelaban conocer a la dulce miel de la emboscada preparada. Lo que no entendía era que hacía ella con ellos ¿Placer? ¿Cacería? Elegía siempre la noche más concurrida. Los seducía con sonrisas, plática, baile y vino.

- La curiosidad mató al gato, pero tu me resultas intrigante.

Decidió seguirla cuando ella se levantó al baño, decidió cazarla.

Cuando ella salió en el pasillo en un recoveco él la esperaba, ella reaccionó rápido a su presencia pero no suficiente para un felino del tamaño de él. La puso contra la pared tapándole la boca, la miró a los ojos y le habló.

- Dime pantera ¿Por que cazas cazadores? Esos son frecuentes aquí, pero después de que te conocen no se les vuelve a ver.

Quitó la mano de su boca, sabía por la mirada de fuego que ella no iba a gritar.

- Pues para empezar eso no te incumbe ¿Acaso te gustan los hombres y estoy cazando en tu territorio?

El se rió fuerte y sonoro con la osadía de ella, a pesar de estar arrinconada no dejaba de sacar las garras. Cuando alguien entro ella lo beso intempestivamente, acariciando su entrepierna. Eso lo logró sorprender. Cuando la persona que entró no miró por decoro. Ella lo soltó, no sin antes morderle un labio sangrándole la boca. Lo que no le sorprendió fue ver como ella saboreaba su sangre. La soltó clavando su mirada e impidiendo que ella se fuera. Ella lo miró lo más que pudo, pero sabía que él era más fuerte.

- ¿Por que te importa lo que haga?
- Por que te observo desde hace un tiempo.
- Pues ese es mi problema.
- Tal vez no sería nada más tu problema si supieras que este con el que estás es más peligroso que otros.
- Ya sé
- No, no sabes
- Sí, si sé. Es un violador, golpeador, abusador y utiliza su encanto y dinero. La última víctima fue una madre soltera, que aún no se recupera de la golpiza que le propinó. No dice nada por miedo a lo que él pueda hacer. Ahora dime ¿No sé?

El la observó, ahora entendía más el juego de ella.

- Bien, solo cuídate.
- Lo sé hacer, no soy de tu manada... 

Se rió más fuerte que antes, así que ella lo había observado también ¡Que dulce! Discreta sobre todo.

La dejó ir, pero se quedó con un atisbo de preocupación. Al ver que salían y las intenciones de él eran claras al verlo mirar sobre su hombro vigilando que nadie observara con quien se iba. Decidió seguirlos. 

El final del trayecto fue en una casa en las afueras, en los límites de la nada. Siguió de largo y estacionó adelante, caminó discreto en medio de la noche y buscó acceso para el jardín trasero.

- Claro, "jardín trasero", bosque...

Bajo el refugio de los árboles, observó la casa. La vio a ella poner música, bailando suave frente a él. El moría por poner las manos sobre ella, pero no de la manera sana que pensaba cualquiera. Él monstruo comenzó a tocarla y querer tenerla bajo él. Pero ella sabía el juego, se desvistió con ritmo y quedó en ropa interior. Eso enardeció al monstruo, el quería arrancar esa ropa, salvaje con dolor, golpear ese bello rostro, romper su nariz, deformar su cara y por fin, violarla. Su mirada brillaba, pero ella sonreía. Se sentó en sus piernas, derramando vino en su boca, por "error" le tiró un poco a los ojos, el monstruo estaba por enojarse cuando sintió el frío de la hoja de bisturí en su cuello. 

- Si gritas cielo esto va a ser horrible. Si te mueves, te dejo desangrar como animal. Si intentas lo que sea, lo primero que voy a cortar va a ser tu orgullo, tu "monstruo".

El monstruo se quedó quieto. Por primera vez tuvo miedo. Ella sonreía, pero con el vino en los ojos a penas pudo distinguirlo. Sintió las esposas en las manos y luego en los pies, como de película. Lo hizo caminar hacia un sótano. 

Cuando los vio desaparecer en esas escaleras, el decidió que tenía que ver lo que ella hacía. Se acercó y las puertas y ventanas estaban cerradas. No había más por hacer. Cuando escuchó su voz.

- Si quieres ver más, entra, pero si hablas de algo, vas a perder algo más que la lengua. 
- Esa sonrisa delata que sabes que no hablaré. Soy leal con mi especie.
- No soy de tu especie
- Eso dices, pero sabes que es así.

La vio trabajar tranquilo, sentado en una silla tomando vino. No se sorprendió en lo más mínimo. Era perfeccionista. Ningún colegio le enseño a hacer lo que hacía y con la ópera de fondo era arte.

No se dejó intimidar por los aullidos de dolor. Nunca le dirigió la palabra, se mantuvo desnuda. unos lentes protectores y escalpelo en mano. Cortaba capas de piel, para ir levantando y dejar al descubierto músculos y tendones. Era suave, sutil y paciente. Entre dormido y despierto, el tipo maullaba y otras veces gritaba. Impávida continuaba sin siquiera verlo, concentrada, en verdad lo hacía doler. Cuando llegó a los músculos lo durmió completo. Corto músculos y finalmente huesos. Dejó a la vista todos sus órganos. No se había percatado pero el techo era un espejo por eso el tipo tenía los ojos vendados. Ella sin decir nada se lavo solo las manos, se sentó al lado de él, con la elegancia de una dama en un restaurante de excelente nivel y se sirvió una copa de vino. Silencio y toda su atención en el monstruo. Después de un rato de revisar su teléfono y tomar vino, escucho los gorgoteos al despertar del monstruo. Se levantó, quitó la venda de sus ojos y tomó una instantáneas. Pero lo mejor fue cuando despertó totalmente y vio su reflejo en el espejo. Tomó más fotos mientras el tipo gritaba sin detenerse, rompiendo el equilibrio de su mente. Ella observaba con frialdad como su corazón aumentando los latidos y poco después se detenía. Sin más, el tipo agonizaba y ella solo observaba como se extinguía la vida en él. 

Al terminar el show. Habló por teléfono, no dijo nada y colgó. Se baño con agua a presión, caliente. Se quitó toda la sangre. Talló bien sus uñas, lavó tres veces el cabello. Se perfumó con aceites y se arregló como para una cita. Estando casi lista, tocaron a la puerta. 

- Sube, entra a la cocina y por favor espérame ahí.
- Tu casa, tu caza, tus reglas.

En la cocina esperó con paciencia. Escuchó gente, movimiento y apareció. Radiante, limpia. Sinceramente no estaba sorprendido de verla fresca, como si nada pasara. Era cazadora y en su laberinto mental consideraba que lo que hacía era correcto. Era su realidad y él no la iba a refutar.

- Listo ¿Cenamos?
- De acuerdo, vamos.

Durante la cena se comportó como vieja amiga, leyó entre líneas todos los mensajes que ella daba de por que hacía eso, como todo se remontaba a su niñez. Pasando por una adolescencia disipada y terminando en una Universidad para recordar como memorable. Inteligente, pero despertó el monstruo en ella el día que un demonio de esos la raptó. La dio por muerta, pero no contó con el alma vieja y fuerte de ella. Si había sobrevivido a ese monstruo de niña, sobreviviría a cualquiera. Después de recuperarse se topó con él en un bar, lo observó y vio que operaba del mismo modo que con ella. Llevaba a otra a una perdición igual. En ese momento decidió que no lo iba a permitir. Fue su primer monstruo. El como contactó a los "limpiadores" no lo dijo. Ella se despidió con un beso apasionado y se marchó. 

Durante noches no apareció. De pronto una figura ajena al lugar apareció, tenía el semblante perfecto. Él desconfió de ese hombre, demasiado peligroso y seguro de si mismo. Demasiado perfecto, demasiado perfeccionista, se notaba obsesivo. Le recordaba a ella. Justo pensando en esa belleza fría cuando llegó. La observó, ella sabía que él observaba todo. La vio encamararse en los brazos fuertes y esconderse en el pecho de ese hombre. Y nunca esperó la mirada que le lanzó, desafiándolo a quitársela de los brazos. Declarando que él sabía más de ella. Diciendo que sabía todo de él. Un escalofría recorrió su espalda cuando los dos lo miraron al unísono. Fríos, letales, estudiándolo, advirtiendo que guardara silencio de lo que tuvo la oportunidad de ver. Un tercer acompañante apareció. El semblante cambió en ambos. Ella contenía ira en su mirada, retraía las garras muy a su pesar. Él ya era experto en el cambio inmediato de disfraz. Dejó de observar y se dirigió al baño. Tenía que pensar.

¿Qué hace con él? ¿Es su maestro? Es un peligro estar con él. Algo va a suceder hoy, entre ellos, esa complicidad, esa armonía no se veía seguido en alguien. Se veían unidos por la misma situación. Por dolores semejantes. Estoy observando un resquicio oscuro, una situación inaudita para muchos ¿Me quedo o me voy?

Resolvió eso mirándose al espejo, descubriendo ese brillo de cazador descubriendo cazadores mucho más poderosos que él. Cuando estaba a punto de salir él entro. Imponente, con una amplia sonrisa, acercándose despacio. Él lo enfrentó sin pestañear.

- Si vas a ver lo que pasa, olvídate de hablar y si ella no se entrega a ti, no la puedes tocar. 
- Entendido.
- Listo.

Salieron ambos luciendo su mejor sonrisa, ella los observaba, incomoda al lado de ese individuo, que por más peligroso que se viera ella podría manejarlo sin chistar. Había algo más en ella que ese personaje invocaba. Algo muy viejo, muy profundo y causaba una notoria ansiedad. El personaje extrañamente no le prestaba atención. Cuando se sentaron, hablaron y tomaron de todo, risas y plática divertida. El extraño personaje en algún momento fingió mostrar interés en ella. Pero solo era fingir. Ella lo miraba, esperando algo, no sabía bien que era.

En la casa siguieron conversando, tomando hasta que el personaje comenzó a sentirse extraño y entonces sus ojos expresaron sorpresa. Una parálisis que no lo dejaba inconsciente. Veía todo, escuchaba todo, pero no se podía mover.

- Veamos, sabemos el tipo de monstruo que eres, un verdadera basura. Sabemos bien que te gusta. Sabemos bien que tienes un problema y eres el peor virus de este planeta. Los niños no se tocan...

El tipo paralizado comenzó a llorar. Lo habían descubierto. El frío en la mirada de ambos se dejaba sentir. Él observaba, absorto, expectante. El maestro de ella lo cargó al sótano. En la misma mesa de la otra noche, lo colocaron, sobre una cama de hielo seco, el frío era espectral. Le ofrecieron un abrigo y brandy tibio. Un sillón cómodo. Junto a él se sentó Él.

- Me gusta verla trabajar, observarla y guiarla, sobre todo cuando sus emociones están desbordadas... ¿Estás lista Cherie?
- Si... 
- Recuerda que debes trabajar con la mente limpia, sin emociones, como lo que es un muerto viviente, la peor basura que hay.
- Si...
- Y Cherie....

Ella volteó a verlo por primera vez desde que llegaron. Se acercó, desnuda, hermosa, con la hipodérmica en la mano. Él se levantó y tomó su cara entre las manos y la beso, lánguido, suave y la abrazo, desapareciéndola entre sus brazos. 

- No debes sentir, nada, una hoja en blanco.

Ella se fue enfundada en una capa de hielo que se percibía a simple vista, un fuego en la mirada que la consumía. Encendió su opera favorita "Turandot". Se acercó y puso la hipodérmica en su cuello. El estaba dormido del cuello para abajo. Consciente viendo todo en el espejo del techo, ella inició...

- Recuerda Cherie, no cortes demasiado que puede desangrarse y no tiene chiste si muere antes de tiempo. La agonía es lo que buscamos.

Ella no respondió, concentrada. La ópera a todo volumen. Y la escena fuera de la realidad, de la realidad de cualquier ser humano común. Como en laboratorio de biología, capas de piel que levantaba para exponer musculos, luego una foto. Músculos que iba cortando para llegar a los huesos. El horror del espécimen en la mesa, perdiendo la razón con cada imagen. La vio castrarlo y poner su genitales sobre sus ojos. Ese fue el momento donde la mejor parte de la ópera se escuchaba. El gritaba, casi perdido. No veía y comenzaba a sentir. Entonces ella le anestesió más. Lo desolló vivo. Y terminó abriendo su pecho. Expuso sus órganos vitales. Cortó el esternón y abrió haciendo caso omiso a las súplicas. Entonces, antes de remover los sacos de sus genitales de los ojos del monstruo. Ella apagó la opera. Todo quedó en silencio. Los gemidos de la victima cesaron por un segundo. 

- Cuando tenía 4 fue fácil para ti. Cuando tenía 4, tu eras más grande. Cuando tenía 4 tenía miedo y no sabía defenderme. Cuando tenía 4 me hiciste ver la oscuridad del mundo. Cuando tenía 4 sufrí, pero surgí. Hoy soy ésto y estoy aquí gracias a ti. Admira tu creación, soy hija de tus vicios.

Dicho esto, removió sus sacos genitales de los ojos del monstruo. El la miró y vagamente recordó, tantos niños, tantas caras, tantos vicios.

- Vamos, me puedes recordar.

Ella estaba parada junto a él. El estaba trabado con la memoria.

- ¡¿Cómo?! ¿Ya olvidaste a tu última pareja "estable"? ¿La madre soltera? ¿Donde descubriste que te gustaban las niñas pequeñas? El sabor de miedo, del terror en ese pequeño cuerpo, doblegarlas a tus vicios y aprovechabas las noches de vela de mi madre en el trabajo o las tardes de ballet cuando la sirvienta no estaba por que era su día de descanso y tu te hacías cargo de mi. De rosa siempre, frágil y parlanchina, hasta que llegabas tú y mi sonrisa se iba.  

Ella sonreía, él recordaba y sollozaba...

- Lo siento.
- No importa, admira lo que creaste

Le señaló el espejo en el techo y lo miro a los ojos sonriendo. Tomó una foto desde arriba, se sentó a horcajadas sobre él. Lo besó y con una mano tomó su corazón mirándolo a los ojos y con la ayuda de su escalpelo lo cortó, se lo mostró mientras expiraba. Bañada en sangre, se quedó ahí, sentada, inmóvil. Había terminado, la redención tocaba su cuerpo, la paz del silencio, el crimen perfecto.

Eso fue hace tanto y aún no la olvidaba. Recordaba su frialdad y el beso ardiente de la cena. La charla, los rizos, su mirada y su boca. La precisión de su trabajo. Aún recordaba cada detalle. Aún recordaba cuando el escalpelo toco su cuello y cortó de oreja a oreja, triunfante, sonriendo al espejo en el techo. Aún recordaba haber gritado al unísono del maestro. Aún recordaba haberse bañado en sangre por tratar de salvarla. Ella lo miraba y con sus labios articulaba Gracias compañero y a su maestro en un gesto de lamento le decía Te quiero.

No ha vuelto a escuchar un Te quiero tan sincero como aquel que fue aderezado en sangre, como despedida.

Hay almas que no pueden ser rescatadas.
Hay almas fracturadas más allá del arreglo.
Hay mentes que destrozan almas en un solo gesto.





martes, 20 de agosto de 2013

Me hartan...

El amor contenido en mí, se vierte en varios puntos y sin razón. Vierto mi amor en ti, lector constante de mis letras. Cualquiera que sea tu nombre, tu genero, tu profesión, aquí estoy como refugio de imaginaciones a veces descarnadas, a veces dulce y añorando pieles que son refugio de mi mente.

No digo nada de mi, por que no me interesa aquí plasmar quien soy o lo que fui, ni siquiera como llegué hasta aquí.

El amor lo contengo entre dos mundos. Entre la realidad y mis mundos utópicos, distópicos o mentales. Como lo quieran llamar y cada vez ando más lejos de todos. Pero muy cerca de unos cuantos.


Divido a mi amor sin mesura, como es grande y basto, soy capaz de amar a quien sea que yo quiera. Tal vez suene egoísta no abarcar a todos y todo. Pero, si amo la vida ¿Que acaso no es amar sin límites?

Vamos, que soy afrenta, reto o sueño sin porvenir. Aseguro que soy difícil de olvidar, fácilmente desechable y muy difícil de ilusionar. Por eso las promesas las siento mal gastadas en mi. Las acepto con sonrisas pero no espero que las cumplan. Por que no entienden que eso hace doler a cualquiera. Hasta a mi. A veces solo me quedo esperando la llamada que me prometieron, a veces que lleguen a la puerta de mi casa, pero en mayor parte espero una disculpa por falta de palabra o por que es verdad, no se distingue muchas veces, es al final lo que yo quiera creer. Entiendo, pero ¿que pasaría si no fuera así? El común denominador de la mujeres gritaría. Yo me quedo callada, cortando un poco más la cuerda que me ata a ti. Son tan típicos que me recuerdan el día que anhelan sexo, ese que sus novias, esposas o cualquier mujer no les han dado jamás. Esa entrega en cada caricia, como si fueran únicos en verdad, ese placer de cada gemido y la indicación de por donde ir. Les gusta que los dominen para ver surgir el placer en mi. Y se detestan cuando ese placer no lo hacen surgir en la mujer común que no sabe pedir, por no saber dominar su propia piel. 

A ustedes mis amores de dos partes distintas del mundo, no le dediquen pajas a mis fotos, ni pidan imagines escritas de placer o gemidos enlatados. Estoy harta de que no puedan dar más allá. Uno por sus compromisos familiares y el otro por que "esta mal". Y los entiendo.

Los mejores amores no ofrecen cielos ni infiernos de ningún estilo, dan sin avisar. Esos amores son de complicidad total. De caballeros y damas. De amigos. 

Ustedes mis dos amores tan distintos uno del otro ¿No ven que les permito hacerme doler? Deberían sentirse honrados, por eso a cada tanto los traiciono en un cuento y los aniquilo con una sonrisa torcida. Encajando un bisturí en cada una de las letras de sus disculpas sin fin.

Los desecharía como a cualquiera, como he hecho con muchos, pero es que ustedes mis amores han hecho incursión en mi alma, en mi amor y una vez amando no se dejar de hacerlo, solo se transmutarlo y con ustedes mis amores, todavía no puedo.

Solo queda por decir que me hartan...

jueves, 8 de agosto de 2013

Lago 3. Juntos

3

Su voz era profunda, como el lobo gigante que en realidad era. No lo veía, lo sabía, lo sentía. Su piel crepitaba al escuchar el relato de como llegó a ser humano, de como la observaba. Ella sonreía, sabía que era él. El olor, la voz, la devoción mutua calentaba su piel. Iguales. Pensaba.

El hablaba, pero empezó a oler el calor de su piel. El aroma que tenía, tan sutil subiendo de tono. Le contó la historia de su cambio. El la percibía revolverse en dudas, en anhelos, en deseo...


El deseo y el anhelo los atacó a los dos, al unísono. Se levantaron y cayeron en brazos del otro. Sin decir nada, el tocó su cara, ella acarició su mano. Ese simple roce fue suficiente para terminar encendiendo el fuego. En medio de ese calor ninguno se percató de la chimenea que se encendía sola, de los lobos aullando afuera y la lluvia cayendo. Los besos suaves, a veces mordiendo. Ella jugando con él, guiándolo, enseñándole. Hasta que el tomó el control de ella. Entendía el placer que había visto, el placer que ella quería y la fuerza del lobo que anhelaba. El dominio del Alfa.

La aprisionó contra la pared y comenzó a morder su nuca, ella arqueó la espalda y empujo sus caderas sobre el miembro duro y perfecto de él. La tomó fuerte por el cabello y echó su cabeza hacia atrás para besarle mordiendo fuerte su boca. Devoró su lengua, su aliento y la hizo gemir. Con otra mano presiono su sexo húmedo y jugó con ella. Sus dedos hundidos en ella, lo hicieron gruñir. Aprisionó su cuerpo más duro contra la pared. Restregó su sexo duro, grande y húmedo con su espalda. El era grande y ella peligrosamente pequeña. Por momentos sentía que la podía romper pero recordaba las cacerías con ella y por muy pequeña que fuera era letal. Ella intentó liberarse, salvaje, indómita, queriendo el control. Pero él no se lo permitió. La puso frente a él, la beso aprisionando sus manos arriba de su cabeza y con la otra la penetró fuerte, con esos dedos largos tocando la gloria de su rosada humedad. La escucho gruñir, mordiendo su boca. Sosteniendo aún sus manos, bajó hasta esos labios húmedos y oscuros y lamió fuerte y constante. A nada de hacerlo, ella estalló en un grito que el ahogó presionando su cuello, fuerte, dejándola corta de respiración. Ella intentó zafarse de esa deliciosa prisión, pero el placer de la asfixia y la lengua arremetiendo contra su húmedo sexo, la detenía. Cada vez más cerca de la oscuridad, cada vez más cerca de la muerte. Cada vez más cerca de surgir...

La soltó, respiró. Mal hecho escuchó él y de reojo observó la otra que lo transformó en humano, al lado de su hembra humana. Entendió que para liberar a la fiera había que matar a la humana. Dilema. El podía asesinar a sangre fría a cualquiera, pero no a ella. La tomo por la cintura la penetró contra la pared, fuerte, duro, simplemente se deslizó dentro de ella. Inaudito placer ser abrazado por esa carne húmeda que ardía. Escocía sus sentidos. Su sexo duro palpitaba con cada empuje, ella correspondía con besos, dulces, duros, salvajes por momento. Apretaba su sexo con esos músculos lisos y fuertes. Lo hacía sentir más placentero. Quería que él estallara dentro de ella. Quería verlo en sus ojos. Observar el fuego que había en ellos, el fuego que ella provocaba. La llevó a la cama y la puso bocabajo. Ella alzó las caderas como animal en celo. Él había soñado con tomarla de esa manera, salvaje, montado en ella, guiándola al placer, estallar en ella. La tomó fuerte de la cadera y la penetró, suave, cadencioso y ella lo miró. Sonriendo le susurró Amarok, mío al fin... La llevó al fin de otro orgasmo. La sintió rendirse ante él. Dejó de luchar y se entregó dulce. Su igual, su hembra, su compañera... Tenía que morir. La puso boca arriba y besó cada uno de su ojos, bajo a sus hombros y llenó de besos suaves y lánguidos los recovecos. Lamió rincones húmedos y dulces. Aprisionó sus pezones duros y expectantes con su lengua, sus labios chuparon la puntas erectas, la llevó casi al orgasmo con todos esos juegos. El roce tenue de sus dedos sobre la suave piel de ella. Descubriendo cada músculo, cada hueso, cada suspiro, dejando su esencia en ella. Marcándola por siempre, repeliendo los olores remanentes de sus antiguos amores. La besó largo, suave y justo en ese momento dulce, la penetró lento. Haciendo estallar el orgasmo anhelante de su cuerpo. Un gemido gutural, profundo y animal surgió del pecho de ella. Cuando el escuchó y sintió la marca de ella en él, el estalló su cimiente en la profundidad húmeda y fuerte de su cuerpo. Uno solo. Almas unidas. Pero faltaba morir... 

Debes hacerlo si la quieres ver surgir. Escucho la voz de la otra la observó al lado de ella. Yo soy ella, ella soy yo, somos una, confía en mí, no la voy a perder. Cerró los ojos, los abrió y observó a la fiera anhelando surgir, la besó y presionó su cuello, apretando cada vez más, su pequeño cuerpo se debatía bajo el peso de él. Miró en sus ojos esa decepción de pensarse traicionada por él, por su lobo humano. Le dijo llorando. Confía en mi, la fiera tiene que salir, esta es la única manera. Seremos uno después. Observó la desesperación y la incomprensión en su mirada. Al final casi al expirar observó como la fiera surgía y le daba razón al cerebro. Su mirada cambió y volvió más poderosa, llena de entendimiento. Por fin pensó él. Ella murió... La humana, falleció. Llévala afuera...

Minutos después la manada aulló, el salió de la cabaña y se enfrentó a la Alfa. Ella lo esquivó y corrió hacia su "madre". La lamió, la empujó con su nariz fría y al final lloró, se recostó junto a ella. Se levantó aullando dolorosamente. El salió corriendo, no podía ver el sufrimiento de esa dulce hembra. Ahí las dejó, en ese mágico claro iluminado por una luna plena, llena, reflejando la luz del sol que da vida. Alumbraba la oscuridad del bosque. En la oscuridad siempre hay una luz que ilumina todo. Antes de comenzar a correr vio como la otra se erguía del cuerpo inerte de su amada humana, dirigiéndose a la casa donde cientos de velas se encendieron con solo un movimiento de ella.

Mientras el corría, la manada aullaba. Corrió hasta agotarse y al final se guareció en el hueco de un gran árbol donde ella y él a veces dormían durante el día. 

Al despertar era el lobo gigante, el monstruo cazador, el demonio encantado... Aulló, no sabía que había pasado. La manada respondió y corrió hacia ellos, veloz, ágil, extrañaba su forma. Cuando los encontró lo guiaron al claro, a la cabaña. Su humana no estaba, no había nadie. La hembra Alfa de la manada estaba sentada, expectante. Esperaba algo. No se había movido en toda la noche. Él aulló, dolorosamente, al recordar la noche anterior. La Alfa solo lo miró sonriente de soslayo. El aire se llenó del aroma de ella, su humana, distinto pero era ella. Olía a fuego, a leña, a dulce, a ella... La vio surgir de las profundidades del bosque, del otro lado del claro. Frente a él. La manada aulló recibiéndola. Ahí estaba hermosa como siempre. Fuerte, valiente, la fiera que amaba. Caminaron al centro del claro, reconociendo, olfateando. Ese sentido de pertenencia que los unía. Ella era casi tan grande como él, el pelaje de ella era completamente negro, con unos ojos amarillos como el sol. La olfateó y ambos cayeron en "brazos" del otro. Hundieron la nariz en el cuello del otro. Por fin...


Fieras salvajes
Corriendo libres
Unidos, juntos.
Demonio y bruja.


miércoles, 7 de agosto de 2013

Lago 2. Recuerdos

2

Él la observaba anhelante. Caminando en esa extraña forma de hombre, se recostó sobre las hojas húmedas del bosque, miraba la Luna entre el follaje de los árboles y comenzó a recordar.

Esa noche que la encontró más al norte, en la tundra fría. Corría como siempre solo, su soledad le gustaba y pocas veces se unía a una manada. Llevaba siglos rondando el mundo. Estaba aburrido. Y de pronto el olor llegó a sus olfato. En el aire flotando, como una invitación. Se dirigió sin pensar hacia la fuente del mismo y se topó con un campamento de humanos, estaban construyendo. Dentro de unos de los campers estaba la fuente de ese olor. Rasco la puerta, olió el miedo, olió el valor, aulló. Fuerte, profundo, declarando que ella era de él. La siguió sin que se diera cuenta. Observaba el dolor que la aquejaba.
Hasta que una noche se quedó sin gasolina en el trayecto. Hizo algo que él no esperaba. Salir caminando para regresar, sola, con la valentía del predador que sabe que puede morir. Se adentró en el bosque, protegiéndose de su propia especie. Cuando el hizo notar su presencia, ella lo admiró. El casi pierde el control cuando ella desnudó su cuerpo y ese dulce olor retumbó en su nariz. 

- Amarok concédeme el honor de morir rápido y sin tanto sufrimiento.

Se ofrecía en sacrificio, lo respetaba, conocía su nombre, su verdadero demonio. La respetó por esa valentía, por mostrar el cuello y reconocer que él era más fuerte que ella. Se acercó, la olfateo y la marcó. Mía. Cuando se marchó la observó de lejos. Poco después ella se marchó de ese lugar. El la tenía presa en su olfato, sabía que no iría lejos. La encontró, sola, melancólica y en el aire encontró el rastro de alguien, que permanecía en la piel de ella, alguien que la había lastimado. Alguien igual a ella, pero ligeramente más débil. Lo encontró jugando a ser "normal", pero veía en sus ojos la ansiedad por salir a cazar. Y cuando decidió salir, él lo cazó. Lo llevó a ese claro, junto a esa cabaña de nadie. Era el regalo que él le daba a ella. Cuando la buscó y la guió hasta ahí, ella se liberó. Observó como ella terminaba el trabajo que él había empezado y aulló. Su compañera, por fin. Ella se desnudó y corrió con él. 

Durante bastante tiempo fue así, juntos, corriendo, cazando, jugando, una manada los veneraba, a ambos. Era el líder de esa manada, era de ella y viceversa. Pero la hembra que anhelaba era la fiera que se escondía bajo la piel de su humana. Un día ella se fue, tenía que irse, demasiado tiempo en soledad. Aunque tenía todo, ella debía hacer vida de humana. Era mágica para él. Cuando se marchó aulló de dolor. Aunque sabía que regresaría.

Vagando en una de tantas noches, rondando la cabaña, solo para estar cerca de su olor, el fuego estaba encendido. Corrió pensando que era ella, pero al llegar se detuvo cauteloso. No era ella, olía parecido, pero no era ella. Algo más estaba ahí. Se abrió la puerta y la vio.

- Amarok, el lobo solitario, el monstruo cazador, el demonio encantado... Un gusto conocerte por fin ¿Me parezco? Sí, soy algo que tiene que ver con ella, gracias por traerla aquí. Soy ella, ella es yo, pero para ser una debes liberar la fiera que reside dormida en ella. Su especie no la consuela, su especie le aburre. Ella es parte de ti. Hazte parte de ella...

Una propuesta, una respuesta. El amaneció en el claro del bosque, al levantarse se cayó, manos, pies, piel expuesta a las inclemencias del tiempo, no aullaba, hablaba, corrió al lago, se acercó a la orilla del muelle y se observó. Recordó la cabaña, regresó veloz, pero no había nadie, cenizas en la chimenea, la reminiscencia de su olor. Recordó las palabras, el ofrecimiento. El dolor que sintió después de aceptar con la mirada. En la cabaña había un espejo, se admiró con su reflejo. Era como ella, humano. Se preguntaba como lo percibiría ella y justo en ese momento la olió en el aire. Se acercaba, el salió, se escondió en los árboles, silencioso la observó.

La manada lo encontró por el olor y algunos se pusieron desafiantes al ver al humano con el olor del líder. Se desconcertaron, pero la hembra alfa, la hermosa compañera de su antigua especie, se acercó cariñosa. Los demás confiaron y así nuevamente se coronó como Alfa de esa manada, en su forma humana. 

Quería correr hacia ella, decirle quien era, pero la conocía para saber que no confiaba en su especie. Acercarse y que confiara en él sería difícil, así que la rondó, la observó. Su primer acercamiento en el muelle, le confirmó que ella no confiaba en él. Pero también se dio cuenta que adentro de ella estaba esa fiera que confiaba en el instinto animal y pugnaba por salir. La vio reptar a la superficie, por abajo de su piel, olió a la que el día anterior lo visitó. La noche que la escuchó llorar por uno de los que la amaban, quería abrazarla y besarla, había observado como el la trató. La anhelaba, cuando la vio salir, corrió en paralelo con ella, libres, grandes, pero ella se asustó, el se detuvo en la orilla del bosque y el lago. La manada aulló por que la olía. Pero él los detuvo, quería que ella averiguara quien era en realidad. La Alfa es la única que no le obedeció y entendía la razón, ella había cuidado de esa Alfa desde que nació. La encontró sola desamparada, su madre la había protegido con su vida de los cazadores. Pero ella y él cazaron a los cazadores. La veneraba como madre, como hembra Alfa de la manada. 

Esa noche se decidió a entrar de lleno en su vida. A conquistarla, a amarla, a sacar la fiera en ella. Se coló en su casa. La vio dormir hasta que el fuego se apagó. Al despertar estaba sentado en un rincón, observando desde la oscuridad.

Ella se levantó y sabía que no estaba sola, había soñado a su Amarok acariciarla con la nariz fría y de pronto lo había visto transformarse dolorosamente en humano. Había gritado en sus sueños. Mientras lloraba por su degeneración a la especie más vil del planeta. Sentía que lo perdía. Amaba al animal, al demonio, no quería a uno de su especie. Buscó a tientas para prender una vela y lo olió, ese olor a bosque, a tierra, a lobo... Amarok, susurró.

- Antes de que la prendas, escúchame, sin verme, soy yo...






Lago 1. Encuentro

1

Una vez más entro en ese dolor que le aquejaba. Era saber que nadie la leía. Dos extremos opuestos del mundo la adoraban. Pero no tenían el tiempo o las ganas de leer las pistas que ella dejaba. Ella no entendía como podían ser tan ciegos. Había hecho sendas declaraciones en unos días y ellos ignoraban lo que ella quería. 

- Maldita sea, hay que estar ciegos para no entender.

Solo dos mentes la conocían; una veía toda la luz que ella irradiaba y el otro el halo de oscuridad que la rodeaba. Sí, esos son mis únicos amigos. El equilibrio de su vida. Luz y oscuridad. 


Los dos amores en su vida daban esperanzas y luego las quitaban. Uno con "cambiar radicalmente tu vida", otro "ven a mi vida con tu vida". Después silencio de un lado y "un siempre no" del otro. Ambos sabían del otro. Pero ninguno hacia nada. 

"Eres mi cable a tierra" decía uno. El otro "Mi Alma Gemela". Aunque a ambos los amaba, ella era ajena. Se ilusionaba, lo suficiente para que doliera. Pero abrazar la soledad era convicción y por eso la disfrutaba. Compadecía hasta la lástima a las almas débiles que pensaban que era amarga. Pero al final las entendía ¿que iban a saber de soledad si no se conocían a si mismas y mucho menos la realidad de la vida?

Siempre su fortaleza era su más grande debilidad, era fácil de dejar; "Tú eres fuerte, no me necesitas" ¿Cuánta veces escucho eso? Aún así cada una dolía de distinta manera.

- Mierda, ser fuerte es una maldición...

Letras, su vida y una lengua afilada la volvían blanco de las cacerías de brujas. 

- Por favor, las brujas no quieren ser princesas, éstas son débiles y no aprenden, se dejan llevar por la vanidad, celos y necesitan de un Príncipe a su lado ¿Cuando han visto a una bruja anhelar pareja? No sean tontas. A los príncipes los crían en vacuidad. Lean un poco más de historia. La única Reina fuerte no venía de ser una princesa. Nunca se casó, se llamaba Elizabeth I. Y literalmente era una Bastarda, nada de princesa.

Hablaba para si, sacaba sus demonios y oscuridad al escribir. Dejaba ver un atisbo de luz, de humanidad. Pero detestaba la imbecilidad del mundo. Si, solo se pudiera quedar en esta cabaña en el medio del bosque, sola, tranquila, con infrecuentes visitas. Como las verdaderas brujas, con el alma vacía de banalidades humanas. 

- No sigo los preceptos comunes de la sociedad. Soy fácilmente detestable, envidiable, hiriente y antes de que digas quien soy yo, yo ya lo descubrí y a todo te puedo decir que sí con una sonrisa. En cambio nadie se mira al espejo como realmente es... ¿Lo haces tú? o ¿Te gana la cobardía?

Sus tribulaciones mentales la llevaron a orilla del lago. Un lago solitario, imponente y sereno. Se sentó en la orilla del muelle. El frío mordía sus mejillas, el viento odiaba sus rizos indómitos. Pensaba en todos los males humanos, las bajezas por simplezas, los odios por tonterías, los límites de la humanidad... 

- Es hermoso el lago.

Escucho decir a una voz detrás de ella. Al voltear sorprendida de lo relajada que estaba pensando que la sociedad no existía, que estaba en plena soledad. Que tuvo miedo dos segundos. Había bajado la guardia. Sintió frío recorrer su espalda. Deseaba que su Amarok apareciera. Pero hace muchos años que no venía... Instintivamente se retrajo, lo miró desde abajo, como el pueblo a las deidades y él a contraluz no se le veía la cara. Solo logró ver ese tenue brillo en sus ojos. Le recordaba algo...

- ¿Por qué estas sola?

Se quedó sorprendida, la familiaridad de la voz, la sensación de cercanía. 

- Por que me gusta estar sola. 
- Eres de los pocos humanos que les escucho decir eso y saber que dicen la verdad. Además hueles bien. Hueles dulce.

Se puso en cuclillas y así a contra luz parecía un animal salvaje, presto a atacar. Ella seguía tratando de averiguar quien o que era.  

- No te voy a hacer nada.
- No tengo miedo
- Eso lo sé. Eres hasta peligrosa.
- No es cierto
- Tú sabes que si...

Algo no estaba bien, la olía, la conocía ¿Quién era? De pronto escucho un trueno a lo lejos, volteó al lago y una tormenta se acercaba. Cuando regresó la mirada él ya no estaba. Todo su ser le gritaba, le imploraba. 

¡CORRE TRAS ÉL!

Regresó a la cabaña caminando bajo una lluvia torrencial. Helada hasta los huesos, hace mucho no estaba en esos bosques fríos. Hace mucho no iba a su refugio de soledad. Encendió el fuego y tomo un baño hirviendo. Mientras estaba en el agua pensaba en él. El demonio que apareció y desapareció. Siempre ese bosque la trajo de vuelta, los demonios o monstruos que habitaban ahí la visitaban con cautela. Ahora uno desconocido por ella lo hizo con descaro. Como si la conociera. Se estaba enfundando en una bata y tocaron a la puerta. Extrañada se acercó, se asomó a la ventana y era uno de sus amores. 

- ¿Que haces aquí?
- Te vine a buscar
- ¿Para que?
- Para de preguntar tanto, estoy aquí, vine a verte, a estar contigo. Solo eso. ¿No lo puedes disfrutar?

Lo dejó entrar. Le permitió arruinar su soledad, interrumpir sus pensamientos, su sensación de libertad y terminó de arruinar la imagen que tenía de él. Lo utilizó. El no tenía problemas con eso. Se dejaba usar por ella, por supuesto eso no quitaba los ires y venires en decisiones. "Ven conmigo... No, ya no", "Te amo, pero lejos estamos mejor".

- ¿Por qué te vienes a encerrar a esta cabaña siempre?
- ¿Por qué siempre me terminas buscando cuando desaparezco?
- Ven conmigo.
- ¿Otra vez? ¿Hasta cuando? ¿Hasta que te des cuenta de que no puedes estar conmigo por que no sabes que hacer ni siquiera contigo?

Silencio... Touché.. pensó ella

- El problema es que tu no me necesitas.
- Es verdad, ni a ti ni a nadie.
- Me voy, te amo...
- Y yo a ti...
- Por cierto... Me voy a ir a vivir con alguien, pero seguimos hablando.

Vaya, la honestidad dolorosamente absoluta.

- Claro, sin problema.
- ¿No vas a decir nada?
- ¿Que digo? Ella si te necesita, yo no.
- Vine por ti y me marchó contigo... aunque no vengas conmigo. Siempre va a ser así.

Cuando se marchó, se derrumbó en lágrimas. La maldición de ser fuerte. Como lo amaba, pero esa inconsistencia en él hacia ella, le había arruinado las expectativas. No lloraba de desamor, lloraba por que ya sabía que esto sucedería. Esa noche sin lluvia, sin luna, corrió. Desnuda, por el bosque, sola. Iría hasta el lago. Tal vez se atrevería a nadar en el agua helada para calmar el dolor. Corriendo veía el lago a lo lejos, entre árboles. Cuando notó algo corriendo a su lado. Amarok  pensó. Pero al fijarse bien, era un hombre, grande, corriendo en paralelo, en la misma dirección. Tuvo miedo y aumentó su velocidad, pensó en llegar al lago y nadar, hasta otra orilla, tal vez regresar al bosque que conocía bien, tal vez tenderle una trampa, tal vez cazarlo ¿Por que no? hace mucho no hacía nada "raro". Pero el imponía algo que ella no entendía y siguió hasta el lago, con miedo pero con la fortaleza de seguir corriendo. Cuando llegó al lago y siguió hasta el final del pequeño muelle. Se detuvo, volteó. La noche era oscura. Pero lo veía. Junto a un árbol, recargado observándola. Escuchó a los lobos aullar y pensó que todo iba a estar mejor. Ellos vendrían, con ella. Pero para su sorpresa se instalaron junto a él. La hembra alfa se sentó junto a él. Observándola a ella. De pronto, el corrió y atrás de él la manada. Excepto la Alfa... La observaba, ella la vio  adoraba a esa Alfa, fuerte, hermosa, salvaje, una dama. Alzó la mano y le dijo Ve, yo estoy bien. 

Ahora estaba sola, Amarok no estaba, la manada seguía a ese extraño que no se sentía como un extraño. Ahora cazar sin tener mayor factor de miedo, sería tal vez interesante.

Extrañamente, al día siguiente llegó a su puerta el otro amor. 

- Hola amor ¿Como estás preciosa?
- ¿Que haces acá? ¿Tu familia?
- Ay mi vida, de vacaciones y como desapareciste sabía que te iba a encontrar acá. Estoy solo, por unas semanas.
- Bueno pues acá mucho no te quedas eh. 
- No, igual tengo trabajo y cosas que hacer.
- Ah, vaya. 
- No te pongas así preciosita, mejor vamos a disfrutarnos como tu y yo sabemos hacerlo. 

Sí, el tenía razón, el era claro con ella. La noche como cualquier noche con él, era placentera. Pero no toleró la despedida.

- Ya pronto vamos a estar juntos siempre. Aunque ya lo estamos, sin estar físicamente juntos.
- Si pero basta de estarme diciendo eso. No lo creo hasta que no lo vea. Santo Tomás ¿Recuerdas? 
- Ayy preciosita ¿te vas poner conmigo así? Mejor dame un abrazo de despedida.

Después del cálido abrazo que siempre tenía para ella. Ella estaba tranquila, siempre dos personas tan distintas pero tan afines a ella.

- ¿Cuánto vas a estar aquí?
- No se
- Por siempre... Ya te vi brujita linda. Acá te vas a quedar a vivir, tienes todo. Puedes seguir escribiendo desde aquí. Yo te podré visitar seguido. 
- Otra vez promesas no...
- Ya sé, te ilusionas y termino haciéndote doler. Ya te vino a ver el otro, n'est pas ma chérie?
- Oui...
- Bon... Yo te conozco mejor.

Eso era cierto, con menos, él la intuía más.... Sola, al fin. Todo su ruido, sus cosas, su mente, se apaciguó, apreció el silencio del lugar. El sol, el pasto verde, las flores. El olor al lago demasiado cerca, el frío que detestaba. Antes de entrar y envolverse entre las mantas y dormir hasta el anochecer, observó con detenimiento alrededor. Alguien la observaba y ella lo sabía, lo sentía. Recorrió cada sombra, entre los árboles, su casa estaba en un claro. Salió y dio una vuelta alrededor de la casa. Buscando alguna pista de que alguien hubiera rondado. Su huerta, sus hierbas, su jardín intacto. Nada. Entró a su casa y prendió el fuego... No tardó en comenzar a llover y entre el arrullo del calor y la lluvia, escucho los aullidos, que formaron parte de la canción de cuna.

Alguien observaba su casa, su caminata alrededor, la olió en el aire, la saboreo, la anhelaba. Desde el primer día que la descubrió en el aire, desde ese día la quería, para él. Como era realmente ella. Como él la intuía. Como era él. Una fiera salvaje...