Sentarse a tomar un café sola, ya no tenía el mismo placer que antes. Observar a la gente, escucharla, le daba idea de que eran. Inventaba historias de esas personas. A partir de detalles que dejaban ver. Ahora solo inventaba las historias con finales extraños. Veía las sonrisas disfrazadas de engaños. Miradas de soslayo. Desconfianza y algo extraño en todos. Oculta siempre detrás de un libro y un café observaba, buscaba lo que tenía que cazar. No le gustaba la ciudad, sin embargo había más demonios que en otro lugar. La gran mayoría era fácil de detectar. Comenzó a acechar en un bar. De vez en cuando aparecía. Sencilla, observando todo, a todos.
Él la vio entrar nuevamente, sola.
- Pantera, eso eres. Acechas discreta, escondida en la oscuridad, disfrazada de sencillez. Las cazadoras abiertas ni te notan, los cazadores te subestiman... Bien, veamos detenidamente como atacas.
Todo empezaba así, ella observaba, con papeles en la mano, leyendo, tomando algo, sentada en una mesa, como si realmente trabajara. Nadie la molestaba. La mesa estratégicamente elegida. Panorama de todo, entrada, sanitarios, barra, y todas las mesas en 180 grados. No perdía nada de vista. Observaba, sopesaba y desviaba la mirada cuando el cazador que la buscaba se acercaba. Ahí, en ese momento enganchaban.
Él observaba que esos cazadores eran citados, esperados y trabajados desde antes. Anhelaban conocer a la dulce miel de la emboscada preparada. Lo que no entendía era que hacía ella con ellos ¿Placer? ¿Cacería? Elegía siempre la noche más concurrida. Los seducía con sonrisas, plática, baile y vino.
- La curiosidad mató al gato, pero tu me resultas intrigante.
Decidió seguirla cuando ella se levantó al baño, decidió cazarla.
Cuando ella salió en el pasillo en un recoveco él la esperaba, ella reaccionó rápido a su presencia pero no suficiente para un felino del tamaño de él. La puso contra la pared tapándole la boca, la miró a los ojos y le habló.
- Dime pantera ¿Por que cazas cazadores? Esos son frecuentes aquí, pero después de que te conocen no se les vuelve a ver.
Quitó la mano de su boca, sabía por la mirada de fuego que ella no iba a gritar.
- Pues para empezar eso no te incumbe ¿Acaso te gustan los hombres y estoy cazando en tu territorio?
El se rió fuerte y sonoro con la osadía de ella, a pesar de estar arrinconada no dejaba de sacar las garras. Cuando alguien entro ella lo beso intempestivamente, acariciando su entrepierna. Eso lo logró sorprender. Cuando la persona que entró no miró por decoro. Ella lo soltó, no sin antes morderle un labio sangrándole la boca. Lo que no le sorprendió fue ver como ella saboreaba su sangre. La soltó clavando su mirada e impidiendo que ella se fuera. Ella lo miró lo más que pudo, pero sabía que él era más fuerte.
- ¿Por que te importa lo que haga?
- Por que te observo desde hace un tiempo.
- Pues ese es mi problema.
- Tal vez no sería nada más tu problema si supieras que este con el que estás es más peligroso que otros.
- Ya sé
- No, no sabes
- Sí, si sé. Es un violador, golpeador, abusador y utiliza su encanto y dinero. La última víctima fue una madre soltera, que aún no se recupera de la golpiza que le propinó. No dice nada por miedo a lo que él pueda hacer. Ahora dime ¿No sé?
El la observó, ahora entendía más el juego de ella.
- Bien, solo cuídate.
- Lo sé hacer, no soy de tu manada...
Se rió más fuerte que antes, así que ella lo había observado también ¡Que dulce! Discreta sobre todo.
La dejó ir, pero se quedó con un atisbo de preocupación. Al ver que salían y las intenciones de él eran claras al verlo mirar sobre su hombro vigilando que nadie observara con quien se iba. Decidió seguirlos.
El final del trayecto fue en una casa en las afueras, en los límites de la nada. Siguió de largo y estacionó adelante, caminó discreto en medio de la noche y buscó acceso para el jardín trasero.
- Claro, "jardín trasero", bosque...
Bajo el refugio de los árboles, observó la casa. La vio a ella poner música, bailando suave frente a él. El moría por poner las manos sobre ella, pero no de la manera sana que pensaba cualquiera. Él monstruo comenzó a tocarla y querer tenerla bajo él. Pero ella sabía el juego, se desvistió con ritmo y quedó en ropa interior. Eso enardeció al monstruo, el quería arrancar esa ropa, salvaje con dolor, golpear ese bello rostro, romper su nariz, deformar su cara y por fin, violarla. Su mirada brillaba, pero ella sonreía. Se sentó en sus piernas, derramando vino en su boca, por "error" le tiró un poco a los ojos, el monstruo estaba por enojarse cuando sintió el frío de la hoja de bisturí en su cuello.
- Si gritas cielo esto va a ser horrible. Si te mueves, te dejo desangrar como animal. Si intentas lo que sea, lo primero que voy a cortar va a ser tu orgullo, tu "monstruo".
El monstruo se quedó quieto. Por primera vez tuvo miedo. Ella sonreía, pero con el vino en los ojos a penas pudo distinguirlo. Sintió las esposas en las manos y luego en los pies, como de película. Lo hizo caminar hacia un sótano.
Cuando los vio desaparecer en esas escaleras, el decidió que tenía que ver lo que ella hacía. Se acercó y las puertas y ventanas estaban cerradas. No había más por hacer. Cuando escuchó su voz.
- Si quieres ver más, entra, pero si hablas de algo, vas a perder algo más que la lengua.
- Esa sonrisa delata que sabes que no hablaré. Soy leal con mi especie.
- No soy de tu especie
- Eso dices, pero sabes que es así.
La vio trabajar tranquilo, sentado en una silla tomando vino. No se sorprendió en lo más mínimo. Era perfeccionista. Ningún colegio le enseño a hacer lo que hacía y con la ópera de fondo era arte.
No se dejó intimidar por los aullidos de dolor. Nunca le dirigió la palabra, se mantuvo desnuda. unos lentes protectores y escalpelo en mano. Cortaba capas de piel, para ir levantando y dejar al descubierto músculos y tendones. Era suave, sutil y paciente. Entre dormido y despierto, el tipo maullaba y otras veces gritaba. Impávida continuaba sin siquiera verlo, concentrada, en verdad lo hacía doler. Cuando llegó a los músculos lo durmió completo. Corto músculos y finalmente huesos. Dejó a la vista todos sus órganos. No se había percatado pero el techo era un espejo por eso el tipo tenía los ojos vendados. Ella sin decir nada se lavo solo las manos, se sentó al lado de él, con la elegancia de una dama en un restaurante de excelente nivel y se sirvió una copa de vino. Silencio y toda su atención en el monstruo. Después de un rato de revisar su teléfono y tomar vino, escucho los gorgoteos al despertar del monstruo. Se levantó, quitó la venda de sus ojos y tomó una instantáneas. Pero lo mejor fue cuando despertó totalmente y vio su reflejo en el espejo. Tomó más fotos mientras el tipo gritaba sin detenerse, rompiendo el equilibrio de su mente. Ella observaba con frialdad como su corazón aumentando los latidos y poco después se detenía. Sin más, el tipo agonizaba y ella solo observaba como se extinguía la vida en él.
Al terminar el show. Habló por teléfono, no dijo nada y colgó. Se baño con agua a presión, caliente. Se quitó toda la sangre. Talló bien sus uñas, lavó tres veces el cabello. Se perfumó con aceites y se arregló como para una cita. Estando casi lista, tocaron a la puerta.
- Sube, entra a la cocina y por favor espérame ahí.
- Tu casa, tu caza, tus reglas.
En la cocina esperó con paciencia. Escuchó gente, movimiento y apareció. Radiante, limpia. Sinceramente no estaba sorprendido de verla fresca, como si nada pasara. Era cazadora y en su laberinto mental consideraba que lo que hacía era correcto. Era su realidad y él no la iba a refutar.
- Listo ¿Cenamos?
- De acuerdo, vamos.
Durante la cena se comportó como vieja amiga, leyó entre líneas todos los mensajes que ella daba de por que hacía eso, como todo se remontaba a su niñez. Pasando por una adolescencia disipada y terminando en una Universidad para recordar como memorable. Inteligente, pero despertó el monstruo en ella el día que un demonio de esos la raptó. La dio por muerta, pero no contó con el alma vieja y fuerte de ella. Si había sobrevivido a ese monstruo de niña, sobreviviría a cualquiera. Después de recuperarse se topó con él en un bar, lo observó y vio que operaba del mismo modo que con ella. Llevaba a otra a una perdición igual. En ese momento decidió que no lo iba a permitir. Fue su primer monstruo. El como contactó a los "limpiadores" no lo dijo. Ella se despidió con un beso apasionado y se marchó.
Durante noches no apareció. De pronto una figura ajena al lugar apareció, tenía el semblante perfecto. Él desconfió de ese hombre, demasiado peligroso y seguro de si mismo. Demasiado perfecto, demasiado perfeccionista, se notaba obsesivo. Le recordaba a ella. Justo pensando en esa belleza fría cuando llegó. La observó, ella sabía que él observaba todo. La vio encamararse en los brazos fuertes y esconderse en el pecho de ese hombre. Y nunca esperó la mirada que le lanzó, desafiándolo a quitársela de los brazos. Declarando que él sabía más de ella. Diciendo que sabía todo de él. Un escalofría recorrió su espalda cuando los dos lo miraron al unísono. Fríos, letales, estudiándolo, advirtiendo que guardara silencio de lo que tuvo la oportunidad de ver. Un tercer acompañante apareció. El semblante cambió en ambos. Ella contenía ira en su mirada, retraía las garras muy a su pesar. Él ya era experto en el cambio inmediato de disfraz. Dejó de observar y se dirigió al baño. Tenía que pensar.
¿Qué hace con él? ¿Es su maestro? Es un peligro estar con él. Algo va a suceder hoy, entre ellos, esa complicidad, esa armonía no se veía seguido en alguien. Se veían unidos por la misma situación. Por dolores semejantes. Estoy observando un resquicio oscuro, una situación inaudita para muchos ¿Me quedo o me voy?
Resolvió eso mirándose al espejo, descubriendo ese brillo de cazador descubriendo cazadores mucho más poderosos que él. Cuando estaba a punto de salir él entro. Imponente, con una amplia sonrisa, acercándose despacio. Él lo enfrentó sin pestañear.
- Si vas a ver lo que pasa, olvídate de hablar y si ella no se entrega a ti, no la puedes tocar.
- Entendido.
- Listo.
Salieron ambos luciendo su mejor sonrisa, ella los observaba, incomoda al lado de ese individuo, que por más peligroso que se viera ella podría manejarlo sin chistar. Había algo más en ella que ese personaje invocaba. Algo muy viejo, muy profundo y causaba una notoria ansiedad. El personaje extrañamente no le prestaba atención. Cuando se sentaron, hablaron y tomaron de todo, risas y plática divertida. El extraño personaje en algún momento fingió mostrar interés en ella. Pero solo era fingir. Ella lo miraba, esperando algo, no sabía bien que era.
En la casa siguieron conversando, tomando hasta que el personaje comenzó a sentirse extraño y entonces sus ojos expresaron sorpresa. Una parálisis que no lo dejaba inconsciente. Veía todo, escuchaba todo, pero no se podía mover.
- Veamos, sabemos el tipo de monstruo que eres, un verdadera basura. Sabemos bien que te gusta. Sabemos bien que tienes un problema y eres el peor virus de este planeta. Los niños no se tocan...
El tipo paralizado comenzó a llorar. Lo habían descubierto. El frío en la mirada de ambos se dejaba sentir. Él observaba, absorto, expectante. El maestro de ella lo cargó al sótano. En la misma mesa de la otra noche, lo colocaron, sobre una cama de hielo seco, el frío era espectral. Le ofrecieron un abrigo y brandy tibio. Un sillón cómodo. Junto a él se sentó Él.
- Me gusta verla trabajar, observarla y guiarla, sobre todo cuando sus emociones están desbordadas... ¿Estás lista Cherie?
- Si...
- Recuerda que debes trabajar con la mente limpia, sin emociones, como lo que es un muerto viviente, la peor basura que hay.
- Si...
- Y Cherie....
Ella volteó a verlo por primera vez desde que llegaron. Se acercó, desnuda, hermosa, con la hipodérmica en la mano. Él se levantó y tomó su cara entre las manos y la beso, lánguido, suave y la abrazo, desapareciéndola entre sus brazos.
- No debes sentir, nada, una hoja en blanco.
Ella se fue enfundada en una capa de hielo que se percibía a simple vista, un fuego en la mirada que la consumía. Encendió su opera favorita "Turandot". Se acercó y puso la hipodérmica en su cuello. El estaba dormido del cuello para abajo. Consciente viendo todo en el espejo del techo, ella inició...
- Recuerda Cherie, no cortes demasiado que puede desangrarse y no tiene chiste si muere antes de tiempo. La agonía es lo que buscamos.
Ella no respondió, concentrada. La ópera a todo volumen. Y la escena fuera de la realidad, de la realidad de cualquier ser humano común. Como en laboratorio de biología, capas de piel que levantaba para exponer musculos, luego una foto. Músculos que iba cortando para llegar a los huesos. El horror del espécimen en la mesa, perdiendo la razón con cada imagen. La vio castrarlo y poner su genitales sobre sus ojos. Ese fue el momento donde la mejor parte de la ópera se escuchaba. El gritaba, casi perdido. No veía y comenzaba a sentir. Entonces ella le anestesió más. Lo desolló vivo. Y terminó abriendo su pecho. Expuso sus órganos vitales. Cortó el esternón y abrió haciendo caso omiso a las súplicas. Entonces, antes de remover los sacos de sus genitales de los ojos del monstruo. Ella apagó la opera. Todo quedó en silencio. Los gemidos de la victima cesaron por un segundo.
- Cuando tenía 4 fue fácil para ti. Cuando tenía 4, tu eras más grande. Cuando tenía 4 tenía miedo y no sabía defenderme. Cuando tenía 4 me hiciste ver la oscuridad del mundo. Cuando tenía 4 sufrí, pero surgí. Hoy soy ésto y estoy aquí gracias a ti. Admira tu creación, soy hija de tus vicios.
Dicho esto, removió sus sacos genitales de los ojos del monstruo. El la miró y vagamente recordó, tantos niños, tantas caras, tantos vicios.
- Vamos, me puedes recordar.
Ella estaba parada junto a él. El estaba trabado con la memoria.
- ¡¿Cómo?! ¿Ya olvidaste a tu última pareja "estable"? ¿La madre soltera? ¿Donde descubriste que te gustaban las niñas pequeñas? El sabor de miedo, del terror en ese pequeño cuerpo, doblegarlas a tus vicios y aprovechabas las noches de vela de mi madre en el trabajo o las tardes de ballet cuando la sirvienta no estaba por que era su día de descanso y tu te hacías cargo de mi. De rosa siempre, frágil y parlanchina, hasta que llegabas tú y mi sonrisa se iba.
Ella sonreía, él recordaba y sollozaba...
- Lo siento.
- No importa, admira lo que creaste
Le señaló el espejo en el techo y lo miro a los ojos sonriendo. Tomó una foto desde arriba, se sentó a horcajadas sobre él. Lo besó y con una mano tomó su corazón mirándolo a los ojos y con la ayuda de su escalpelo lo cortó, se lo mostró mientras expiraba. Bañada en sangre, se quedó ahí, sentada, inmóvil. Había terminado, la redención tocaba su cuerpo, la paz del silencio, el crimen perfecto.
Eso fue hace tanto y aún no la olvidaba. Recordaba su frialdad y el beso ardiente de la cena. La charla, los rizos, su mirada y su boca. La precisión de su trabajo. Aún recordaba cada detalle. Aún recordaba cuando el escalpelo toco su cuello y cortó de oreja a oreja, triunfante, sonriendo al espejo en el techo. Aún recordaba haber gritado al unísono del maestro. Aún recordaba haberse bañado en sangre por tratar de salvarla. Ella lo miraba y con sus labios articulaba Gracias compañero y a su maestro en un gesto de lamento le decía Te quiero.
No ha vuelto a escuchar un Te quiero tan sincero como aquel que fue aderezado en sangre, como despedida.
Hay almas que no pueden ser rescatadas.
Hay almas fracturadas más allá del arreglo.
Hay mentes que destrozan almas en un solo gesto.