Muchas veces pregunto por ti,
al silencio oscuro que envuelve,
como terciopelo sucio que cubre,
que nubla, que frustra.
Otras veces busco por ti,
en cafés abandonados,
sucios, malolientes,
con moho lleno de muerte.
En algún momento camino hacia ti,
hacia ese gélido fin, en fosas,
enterrada en catacumbas,
hundida en la penumbra, sin mi.
Fácil te encuentro,
en ese bar de callejón,
en arrabales con prostitutas,
asesinos y basura.
La mayor parte del tiempo te espero,
sentada en un sofá victoriano,
frente a un buen fuego,
con una copa de vino y un libro en la mano.
Todos nos vamos de tu mano,
con tu mirada y tu canto que tranquiliza,
en paz dormitando, o en guerra luchando,
Nos vamos, hacia la nada desconocida.
Yo quiero irme por el cuchillo que sostienes,
Tu lengua de fuego, mordiendo mis labios,
mientras la hoja se hunde,
amando a mis entrañas,
adorando tu éxtasis por mi sangre derramada.
Yo quiero irme por tu mano,
mientras ella me canta al oído,
y me carga en brazos,
simulando por un momento ser mi madre.
Yo quiero irme de noche,
mientras el mar retumba en arrecifes,
y el frío eterno se desata.
Yo quiero irme
mientras el mundo acaba.