viernes, 22 de noviembre de 2013

Crepitar

La madera crepita armonioso, pero una mente ardiendo crepita de manera distinta, es una ola de lava. Ese fuego mental empieza incendiando los sentidos hasta hacer doler la piel. El calor que hierve la sangre. El bombeo rápido de corazón que levanta el gemido. El vientre duro de placer. Las piernas acalambradas de orgasmos. Su mente divagando en la droga que él administraba sabiamente. Muy en el fondo de sus cuartos mentales oscuros escuchaba "fue él". No lo iba a saber hasta el final. Y tendría que decidir una vez más. Fingir ser Dios y juzgar ¿Vivir o morir?
Su mente entre todo el caos recordaba esa voz haciendo la pregunta ¿Donde esta Dios? Fue la última vez que estuvo viva. Después de la pregunta solo escucho el estertor de su amor. 
Seguía negando esparcir sus cenizas. El asesino había devorado el corazón de él y su amor estaba incompleto. No, no lo esparcería incompleto. Antes de dejarla sufriendo le dio la llave de las esposas mientras el fuego los rodeaba. Apenas había tenido tiempo de salir de ahí, sus cicatrices le recordaban diario donde, cuando y porque había muerto. 
Al salir corriendo con la piel en carne viva encontro la nota y el encendedor. 

- Para ti hermosa, has arder el mundo a tus pies. Tal vez tengas suerte y me incendies en él.

Sus incendios comenzaron para atraerlo. Siempre pegada a ese encendedor. Siempre ardiendo. Esperando verlo entre las llamas. Era la forma de llamarlo de tenderle la trampa. Ella sabía algo, quería que él estuviera al tanto de eso. Él quería morir y la había elegido como verdugo. Eso era lo que ella sabía.

"¿Quien más para ejecutarlo si no era ella?" Acariciaba esas cicatrices y pensaba en la hermosa firma que había plasmado en ella. Esa piel era su lienzo más hermoso. Cuando la veía incendiar algo pensaba que por lo menos el infierno si existía. Y si el infierno existía entonces Dios estaba por ahí, observando. "Maldito voyeurista sádico". 



jueves, 14 de noviembre de 2013

Infierno en la piel

Como dice la canción "todo arde si le aplicas la chispa adecuada", hasta tú. Puedes, si alguien logra encontrar la mecha que te puede hacer explotar. He visto tus incendios, tus fuegos, tu inequivoca firma. Te he visto merodear personas, te he visto destruir vidas. He observado como dejas que el fuego te rodeé, como lo dejas lamer casi tu piel, cierras los ojos y respiras tranquila, tu cabello flotando y tus puños cada vez más apretados. De pronto... Corres, huyes y dejas las flamas, te enfrias y luego hundes tu cara en la almohada, llorando y vuelves a la frialdad que te caracteriza. Nadie se acerca entonces nadie hace daño. Así quejarse es más fácil. No hay nadie que te sostenga, entonces es más fácil quedarte tirada el tiempo que quieras. Sola, te gusta la soledad. Tanto que alguien se acerca y después de dos o tres salidas te sientes invadida. Entonces comienza el frío de tu piel. Y se alejan. El día que me acerque lo suficiente voy a provocar un incendio en tu piel y arderas en mis manos. Entre la delicia del tacto experto y mi lengua reconociendo el sabor de tu esencia. Eres bella, un reto. El infierno te espera. Lo prometo.

El miraba ansioso a la pirómana con el encendedor en la mano y deseaba lamer las cicatrices que cubrían esa espalda. Ese fuego protegido por ese bloque de hielo que tenía por mente. Paciencia era su mejor arma, contra un alma atormentada. Pronto la atraparía en uno de sus fuegos y desataría el verdadero infierno en la tierra. El mundo ardería a sus pies.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Chispa

Horas esperó en ese aeropuerto, por una persona que nunca llegó. Sin razones y explicaciones, simplemente no llegó. Camino hacia los mostradores y compró el boleto de avión hacia donde él estaba. Había fuego en su mirada, sarcasmo en su sonrisa y su simple presencia era la ironía de la vida que él no esperaba.

Al aterrizar tenía ya todo planeado.  Primero haría arder toda la relación que tenían. Segundo buscaría la reconciliación en un alejado lugar. Conocía a esa especie, sabía que nunca se iban sin probar el último bocado. Y cuando estuviera en sus manos ardería verdaderamente.

La observó de lejos y vio su vestido rojo. Mal augurio que ella se vistiera de ese color. Traía el encendedor en la mano y eso sabía que era peor. Pero nunca sospecho del monstruo que ella traía adentro. Resignado se acercó a la mesa donde ella estaba sentada. Basto mirar a sus ojos para saber todo lo que le espera. Se armó de paciencia infinita porque sabía que en ese lugar él perdía más que ella. Escucho cada palabra que quemaba como fuego, ya que cada palabra era una sentencia definitiva. Y efectivamente ella estaba en lo correcto, había sido egoísta y mentiroso solo por tenerla a su lado. No tenía cómo defenderse, ni un solo argumento. Pero lo que no esperaba era ver como ella estiraba la mano y acariciaba la suya. Sorprendido voltea a ver su cara y ahí estaba lo que anhelada, esa sonrisa que lo hacía volar por los cielos. Sabía lo que significaba esa sonrisa y su mano con la suya. No fue necesario decir nada y tomados de la mano salieron juntos hacia la carretera. Llegaron es hermoso lugar que tenían en complicidad. Fue una de las mejores noches de su vida. 

Ella, desnuda, se levantó de la cama y lo observo largo rato con el encendedor en la mano recorrió el lugar por última vez despidiéndose de él. Le dolía más el lugar que lo que le iba a pasar a ese traidor que estaba en la cama. 

Mirando la televisión desde la comodidad de un cuarto de hotel observaba las noticias de lo sucedido esa madrugada. Una cabaña cerca del bosque se incendió, afortunadamente el bosque estaba lo suficientemente húmedo como para que las llamas no se expandieran. Habían encontrado solamente un cuerpo calcinado pero obviamente había muerto por asfixia. El origen del fuego había surgido de la chimenea. Una chispa saltó hacia la alfombra que había en el piso. De ahí todo ardió fácilmente y muy rápido.

"Te dije que conmigo ibas a arder siempre querido"

viernes, 1 de noviembre de 2013

Fuego


Sentía el fuego lamer su cara, comenzaba a oler su cabello quemarse. El aire agotándose, respiraba el fuego. Sus pulmones quemaban. Por fin se decidió a correr. Se alejó de ese infierno. En el puño llevaba el encendedor que adoraba. Cuando había corrido lo suficiente y su piernas no aguantaban más. Volteó hacia atrás, la oscuridad la rodeaba y comenzó a escuchar las sirenas a lo lejos. El fuego era grande, sus lenguas lamían el cielo y el humo espesaba el cielo. Casi amanecía. Incendiar una casa era siempre impresionante. Veía el fuego crecer y sentía un extraño placer. La pasión con la que su pecho latía al ver ese espectáculo la hacía sentirse grande, imponente. Sabía lo que era sentir ese fuego. Su espalda se lo recordaba todos los días.

Regresó a casa, silenciosa. Al acostarse en la cama, comenzaba a relajarse.

- Hueles a fuego
- ¿A fuego?
- Sí, como a madera.
- Ahh debe ser la chimenea de la casa, me acerqué demasiado.
- Ten cuidado, no quiero que te pase nada.
- No mi amor.

Silencio. Su lagrimas rodaban. Él ya no estaba, ni estaría, era simple ceniza y no se anima a dejarlas en donde él deseaba estar.