La madera crepita armonioso, pero una mente ardiendo crepita de manera distinta, es una ola de lava. Ese fuego mental empieza incendiando los sentidos hasta hacer doler la piel. El calor que hierve la sangre. El bombeo rápido de corazón que levanta el gemido. El vientre duro de placer. Las piernas acalambradas de orgasmos. Su mente divagando en la droga que él administraba sabiamente. Muy en el fondo de sus cuartos mentales oscuros escuchaba "fue él". No lo iba a saber hasta el final. Y tendría que decidir una vez más. Fingir ser Dios y juzgar ¿Vivir o morir?
Su mente entre todo el caos recordaba esa voz haciendo la pregunta ¿Donde esta Dios? Fue la última vez que estuvo viva. Después de la pregunta solo escucho el estertor de su amor.
Seguía negando esparcir sus cenizas. El asesino había devorado el corazón de él y su amor estaba incompleto. No, no lo esparcería incompleto. Antes de dejarla sufriendo le dio la llave de las esposas mientras el fuego los rodeaba. Apenas había tenido tiempo de salir de ahí, sus cicatrices le recordaban diario donde, cuando y porque había muerto.
Al salir corriendo con la piel en carne viva encontro la nota y el encendedor.
- Para ti hermosa, has arder el mundo a tus pies. Tal vez tengas suerte y me incendies en él.
Sus incendios comenzaron para atraerlo. Siempre pegada a ese encendedor. Siempre ardiendo. Esperando verlo entre las llamas. Era la forma de llamarlo de tenderle la trampa. Ella sabía algo, quería que él estuviera al tanto de eso. Él quería morir y la había elegido como verdugo. Eso era lo que ella sabía.
"¿Quien más para ejecutarlo si no era ella?" Acariciaba esas cicatrices y pensaba en la hermosa firma que había plasmado en ella. Esa piel era su lienzo más hermoso. Cuando la veía incendiar algo pensaba que por lo menos el infierno si existía. Y si el infierno existía entonces Dios estaba por ahí, observando. "Maldito voyeurista sádico".