martes, 25 de noviembre de 2014

Clandestino

Recorre una sonrisa, imaginando una mirada.
Una mirada desde la boca de un vaso
Hielo y whisky.
Un prisma de arcoriris,
Un iris.
Un cuerpo que insinúa locuras.
Locuras con sonrisas insinuantes,
con miradas desde el cuerpo,
para él y su imaginar.
Dibujando en la arena de tu cuerpo,
con la lengua.
Arena que toma forma entre dedos,
hasta hundirnos en un mar tibio.
Busca lo húmedo e inquietante,
la mueca del placer en la piel.
Se viaja en mareas, corrientes y tormentas.
Llegar así a la marisma de tu agua salada.
La paz, el remanso y los suspiros.
Viajando de la mano,
compartiendo, jadeando y maldiciendo;
el final de un orgasmo.
Morir en él, revivir entre tus manos y piel,
magnetismo y otra vez esa mirada,
Sonrisa pícara.
Hundir la cara en ti,
buscando esa sonrisa.
Beber miradas y sonrisas,
provocadas, prodigadas, regaladas.
Se acercan entre humo y vasos,
bebiendo a dos centímetros del vello.
Shhh... el silencio, exhaustos.


viernes, 21 de noviembre de 2014

Abismo

Me despierto soñando que te tomo de la mano. Lloré hasta quedarme dormida. Y soltar ese sueño duele más todavía. Te siento aún conmigo, escucho todavía tus latidos. Yo sé que lo imagino, te he dejado; tu ya no estás más. Nunca más estarás conmigo, esto fue definitivo. 

Me levanto adolorida. Más del corazón que del cuerpo. El día de ayer ha sido cansado, pero lo que más ha dolido es darte la espalda. Mi cobardía, mi egoísmo; ¿o tal vez sea precisamente lo contrario? Valentía por dejarte y pensar en tu bienestar antes que el mío. No iba a arrastrarte a un camino derruido, donde tengo que poner todo mi empeño para pavimentar y limpiar; hacerlo hermoso. Donde debo mejorar yo para poder tener un nosotros. Vaya, que tu eras perfecto y te merecías alguien mejor. Sí, fue valentía. Pero cada que me digo eso rompo a llorar.

Verme en el espejo no es fácil. Bañarme es difícil cuando siento que por más jabón que use, seguiré sintiéndome sucia por algo que hice. Tomo una pastilla para calmar la ansiedad que todo este evento me ha producido. Cuando la trago escucho mi voz diciendo "Cobarde". Claro, ni siquiera tengo el coraje para sobrellevar una culpa tan grande. Católica de mierda, eso me digo entre dientes.

Que nerviosa estaba; pero pensé que sería más fácil; o que lo harían más fácil para mí. Como cuando Laura me contó su propia experiencia. Aunque recuerdo que ella tenía 16 en ese momento. ¿Que será de todas esas que se decían amigas y ahora me critican? Cierto, que no me importa.

Miro los antibióticos, los relajantes, los "painkillers" (que puta costumbre los anglicismos), la receta y las llamadas perdidas. No puedo ni servirme café sin tener pulso de adicto en recuperación. Otra llamada entrando y no puedo, ni quiero contestar. No sé si lo odio o solo quiero usarlo de vertedero de dolor de una decisión que tomé yo. ¿No dije que estaba mejorando? De acuerdo, un mensaje honesto.

- Esto me sobrepasa. Fue mi decisión y tu me ayudaste a llevarla a cabo. Te agradezco el apoyo, pero no sé si te odio o solo quiero proyectar mi dolor en ti de manera cobarde. Nosotros se acabó. No me busques, no ayuda a todo este dolor.-

"Cobarde". Escucho nuevamente a la que quiere flagelarme y destrozarme por esta decisión. Escucho a la sociedad que solo critica. Escucho a mi religión que me condena y estoy a punto de tomarme más pastillas para adormecer las voces. Me detengo y pienso. 

Esto es mi fondo y de aquí solo queda mejorar. Te pido perdón por no tener el coraje de mantenerte a mi lado, por mi cobardía. Te arranqué con vileza y egoísmo de mi cuerpo. Sentí el momento preciso cuando gritaste por mí. Duele profundamente reconocerlo. Uno debe aprender a vivir con sus decisiones y ésta solo me afecta a mí.

La siguiente ocasión, mi embarazo será alegría y no motivo de angustia. Te prometo hacer el camino para que sea así. Te prometo ser mejor que hoy. Prometo no olvidar lo que he vivido contigo. Prometo volverme la madre que se merece un hijo. La madre que no quise ser para ti.


jueves, 20 de noviembre de 2014

La marcha

Miro la marcha pasar. Tanta gente me da miedo. Veo a las madres que están ahí, gritando por sus hijos desaparecidos y yo suspiro. Tengo 9 años y hace 4 que no veo a la mía. Deseo que alguna de ellas sea la mía, buscándome. 

Mi mamá, la extraño. Aunque me golpeara hasta desmayarme. ¿Padre? Los que conocí no sabía si quererlos o temerlos. Hubo uno que me tocaba todo el cuerpo mientras mamá dormía. Me hacía cosas que yo no comprendía y me provocaban ascos primero y luego pena. El día que le dije a mamá ella me llenó de culpas y golpes. Al despertar estaba en un basurero. Quise regresar y no encontré el camino. Además todo me dolía. Así comencé a vivir en la basura. 

Miro la marcha continuar. Estoy solo. No hay nadie en el mundo que piense en mí. Sería preferible morir.

martes, 18 de noviembre de 2014

Razón

Escuchaba tu gritos con calma, sin perder los estribos como otros. Vigilé cada una de tus amarras para que no te lastimaran. Cuidé que tomaras tu medicina, que cortaba tu inspiración y muchas ocasiones dejé que estuvieras despejada. En secreto de noche iba a tu lado para escuchar los cuentos que imaginabas. Dentro de ellos me contabas tu vida. Transcribí cada uno de ellos y un día guardaste silencio; no hubo mas historias, anécdotas, mucho menos cuentos. Me miraste y con calma me pediste que te cremaran. Me diste un nombre, una dirección y un paquete de cartas sin enviar. Sabías lo mucho que yo te adoraba; como un devoto a un santo milagroso. Durante todo este tiempo pude tocar tu piel amielada y mantener tu cabello negro y reluciente. No necesitabas maquillaje, solo limpieza. Pude ver la sangre de tus entrañas mes a mes. Siempre te mantuve tan acicalada, que algunos dudaban que tu razón se hubiera perdido. Te dejaron escribir al ver que no te suicidabas y era un calmante tener una pluma en tu mano. Todos los días durante varios años fui tu carcelero, tu amigo y tu admirador consagrado.

El día que falleciste sin razón clínica aparente; renuncié. Sin ti no había razón de vivir en ese nido de locuras. Me dirigí a la dirección que me diste.

Entendí porqué lo amabas a los pocos días de observarlo. Era dulce y dedicado con los seres humanos; mucho más con los que amaba. Su esposa es muy parecida a ti. Tienen un hijo recién nacido y luego la vi. Tú, tu hija, un retrato tuyo. Me entró rabia pensar que nunca te visitaban. Ira, pensado que eso podría haberte ayudado. Me fui.

En la barra de un bar, un poco más calmado pensé y analicé. En tus cuentos nunca mencionaste ausencias dolorosas. A veces soltabas lágrimas resignadas. 
"¿Y yo quien soy para juzgar sus acciones? Si a la que adoro es a ti"; me dije.

Regresé en uno de esos momentos donde él se quedaba solo en casa con tu hija. Tome aire y coraje para darle tu carta y la urna. Toqué el timbre y al abrir, me miró de pies a cabeza; como reconociendo algo de ti en mi. Fue amable y me invitó a pasar. Me sorprendió ese acto de confianza. Sentados en su sala con un vaso con agua en la mano, yo estaba nervioso. No sabía como empezar.

- ¿Sabes? Eres el estilo de hombres que ella atraía al caminar y sonreír. Hombres grandes y sumamente masculinos. Como osos. Protectores y obsesivos.

Yo guardé silencio ante tal revelación. 

- Era natural, pero uno de ellos le quitó la razón. Cuando la encontraron y me la devolvieron estaba rota, y ni todo mi amor por ella la arregló.

Me estaba contando como es que llegaste al lugar donde te conocí. No sabía que decir.

- Guardó silencio durante 8 meses. No conseguí que abortara; se negaba con rabia. Cantaba nanas en las noches antes de dormir y al cabo de un tiempo terminé aceptándolo.

Te amaban, te aman. Alguien te ama tanto que me produce satisfacción pensar que no soy el único que sabe de la belleza que eras. Que hermoso ser amado así.

- Es idéntica a ella. Fuerte, sana, hermosa. Después que nació; me pidió recluirla y que no la visitara. Han pasado 10 años. Eres lo primero que sé de ella.

Tomé valor. Le extendí tu urna y la carta. Se le llenaron los ojos de lágrimas cuando te tomó. Le dio un beso a la urna y leyó. Cuando terminó y me miró; su hija bajaba las escaleras y abrazó a su padre. No preguntó nada y él no dijo nada. Ese entendimiento entre ambos era envidiable. Se miraron sonrientes y le extendí a tu hija el paquete de cartas que no le enviaste. Y como muestra de mi amor hacia ti; le dí los cuadernos con todos los cuentos que me contaste. Ver sus ojos iluminados de ilusión y expectativas fue la mejor recompensa. Me levanté y me fui dejándolos contigo, con tu memoria. Cerré la puerta y por un segundo me pareció verte sentada junto a ellos. Sacudí la cabeza y ya no estabas.

Sentado en el auto sin saber que más hacer; me quedé un par de minutos observando la casa. Entonces lo vi. Estaba seguro que era él. Vigilaba. Los observaba, no, la observaba a ella. En ese momento supe para que me habías enviado.

La última palada y yo estoy al borde de mi resistencia. Cuatro metros bajo tierra y dudo que lo encuentren. Afortunadamente nadie me podrá culpar. Tu hija esta bien, tu esposo agradecido y yo; bueno yo estoy por morir. Tal vez te llegue a ver pero nunca creí en nada después de la muerte; así que solo imagino tu presencia. Me estas contando un cuento.

"El oso alguna vez estuvo encadenado de pequeño; soñando ser libre. Una noche logró escapar de sus crueles captores pero antes desgarró sus cuellos. Así comenzó su vida, como el nacimiento mismo. Entre sangre y vísceras".


jueves, 13 de noviembre de 2014

Perdón

Pienso en todos los años que caminamos de la mano. Te sigo de lejos y a veces miras sobre tu hombro, como intuyendo mi presencia. Observo tu sonrisa cansada y tu mirada en los recuerdos.

Estuve en tu boda, en los nacimientos de tus hijos, en la muerte de ella. Que por un segundo comprendió quien era la causa de tu misteriosa melancolía. La cuál ella trato de curar sin mucho éxito. Te confieso que me regalo una sonrisa al irse en paz.
Visito a tus nietos; son tan distintos a ti. Solo uno de ellos obtuvo tus ojos llenos de miel. Me pregunto ¿Cómo serían los nuestros?.

Lamento que no me dejes ir. Esa cuerda de culpas y sentimientos que no sueltas; a la que te aferras. Ya han pasado 50 años; yo debería estar con una capa gruesa de polvo en el anaquel más lejano de tu memoria. Yo debería estar en tierra santa, llenándome de hojas. Perdóname; no supe a donde más ir.

Esa noche no debí de haberme ido enojada contigo. Esa noche debí de haberme ido en taxi de sitio. Esa noche no debí haber caminado por esas calles solitarias. Siento haber regresado después de horas maltratada, mancillada, ultrajada por tres tipos a los que nunca vi. Debí haber ido a casa a dormir. Pero siempre fuiste el bálsamo que aliviaba mi vida. Disculpa debí haber sido más fuerte y no depender tanto de ti. Tanto amor me tenías que toleraste amargura y tristeza por no poder aceptar tus caricias después. Tanta compasión tuviste que me acompañaste a tener un hijo que no pedí; y que al aceptarlo como tuyo nació muerto. Nunca pude darte uno nuestro después.
Lamento haberme quitado la vida de forma dramática; en ese viaje llamado "nuestra luna de miel"; lanzándome a un abismo frío para poner fin a nuestro sufrir. 

Veo a la muerte rondando tu cama y me pide silencio. Sé que para ti será como ir a dormir.

Por favor sonríe; ya debo marcharme. Yo voy a un lugar muy distinto al que tú perteneces. Veo ya el camino. En ese camino me esperan los tres que cambiaron mi vida contigo. Víctimas y victimarios juntos de la mano; y un bebé que nunca llora pero que cargo en mi regazo. Miro el cielo color cobre sucio, lleno de nubes; y sé que tu estás libre de mí por fin.