viernes, 24 de enero de 2014

La primera vez

- No puedo creer que lo hice.
- Lo hiciste querida, un poco descuidado, pero lo hiciste.
- Necesito recuperar el aliento.
- Siéntate, fuma un cigarro.
- Lo dejé ¿Recuerdas?
- Nah, uno, te va a saber a gloria, mentolado, fresco.
- De acuerdo. 
- ¡Eso carajo!
- ¡Que razón tenías! Este cigarro sabe a gloria... Aún con este calor.
- No te preocupes, afuera esta haciendo frío.
- Tenías razón con el impermeable. 
- Te dije, protege y es desechable.
- ¿Ahora que sigue?
- Shhh, disfruta tu cigarro y la vista.
- .....

- Muy bien. Ahora, vamos a la regadera, no te quites nada. Solo mójate, deja correr el agua, hasta que el agua salga limpia.
- Vaya ¡Mira nada más! No pensé que me hubiera ensuciado tanto. No se nota con este color oscuro.
- Si, fue demasiado escandaloso, pero con el tiempo irás mejorando. Eres muy organizada.
- Si, lo sé. Soy muy ordenada.
- Bien, el agua sale limpia ¿Trajiste la toallas desechables?
- Sí.
- Limpia tu cara y guarda esas toallas en la bolsa de plástico. 
- De acuerdo... ¡Oh Dios! No creí estar tan sucia. Donde hay un espejo.
- No, espera. No te mires en el espejo hasta que lleguemos a casa.
- ¿Porqué?
- Creo que es mejor mirarse a solas.
- Bien, creo lo mismo ¿Nos vamos?
- Espera, revisa bien todo.

- ¡Listo!... No, espera... La colilla del cigarro.
- Bueno, pues ahora si ¿Vas a firmar?
- ¿Firmar?
- Sí, ya sabes, como opinar del restaurante y su atención.
- Ah, claro, como dejar tu nombre grabado en la banca del colegio para las futuras generaciones.
- ¡Que graciosa! Algo así.
- Bien. Veamos... Dejaré esto así en cierta posición... ¡¿Que tal se vería si lo pongo del lado y lo acomodo para que la abrazara?! ¿No se vería genial?
- A ver, hazlo.
- ¡Va!

- ¡Woow! ¡Que dramatismo! ¡Que buena escena! ¿Trajiste la cámara? ¡Hay que tomar una foto!
- Traje la instantánea. Pensé en la pentax, pero me preocupé por tirarla, tal vez olvidarme de ella con toda la emoción o ensuciarla y sinceramente me gusta demasiado esa cámara.
- ¡Excelente razonamiento!

- ¿Estás lista?
- Sí.
- Hay que irnos.
- Espera ¿No sería mejor apagar la calefacción y abrir la ventana?
- Buena idea. Esta comenzando el invierno, eso va a dar más tiempo.

- ¡Mira! La primera nevada.
- Te dije, invierno.
- Me gusta el invierno, tiene un aire melancólico y romántico.
- ¿Enamorada?
- Sí, claro tonta. Ya sabes que sí.
- Ahí esta, el bote que dejamos. Vamos, quítate todo, el impermeable, la gorra, los protectores de los zapatos y los guantes. Ah, no olvides las toallas en la bolsa de plástico... Ponlo todo en el bote... ¡Fuego!
- Jajaja ¡No es truco de magia! 
- Te reíste, ese el punto.

- Me gustó.
- Bastante adictivo.
- Deberíamos repetirlo.
- ¿Que tal cada invierno?
- Sí, hay que mantenerlo ordenado y organizado.
- Exacto, como nosotras.
- Claro.
- Me baño. Él esta por llegar. Quiero dormirme antes que llegue.
- De acuerdo. Nos vemos el próximo invierno.

- Hola mi amor, buenos días ¿Como te fue ayer?
- Bien cielo, buenos días. 
- ¿Encontraste algo nuevo por hacer?
- Algo así... 
- Cuéntame.
- Ah, nada, encontré trabajo en una revista.
- ¡Muy bien! ¿Que vas a hacer ahí?
- ¿Recuerdas el cuentito que escribí? Ese de una cuartilla que hablaba de un asesinato con un hacha...
- ¡Por supuesto!
- Bueno, pues solo voy a hacer ese tipo de cuentos pequeños que se publicarán cada semana, escondido en el sin fin de las páginas de esa revista.
- Eso es un comienzo. De ahí puedes hacer algo mucho más grande.
- Sí... un comienzo de algo realmente grande.
- No sonrías así, que te como a besos.
- ¡Ni lo intentes!
- Espera ¿Te pasó algo?
- ¿Porqué?
- Hueles a cigarro, y tú solo fumabas cuando algo te causaba demasiada impresión y necesitabas relajarte.
- ¿Y lo del trabajo no es buen pretexto? ¡Que olfato! Pareces perro.
- Y sí, pero acordamos que con el cáncer que corre en la herencia genética no se jugaba. Woof, woof.
- Sí, lo dijimos. Prometo que será una vez al año y un cigarro ¿Te parece? Meoooooww, prrrrr, prrrrr...
- ¿Prometido?
- ¡Totalmente! Una vez al año solamente.
- ¿En que estábamos?
- Mmmmm... ¿Que me comías a besos?





jueves, 23 de enero de 2014

La pendeja

La pendeja tenía apenas 25, con el ímpetu de la vida. Joven, fresca y con ganas de conocer al amor de su vida. Creía haberlo encontrado en una noche, un hola y un adiós que se convirtió en un hasta luego. Llevaba ya un año con él pensando que pasaría el resto de su vida a su lado. Sopesando los caprichos de su ego y el de su pareja. Sobrellevando sus miedos y los de él. Siempre que él se enfrentaba a las dudas de la vida, las reflejaba haciendo miserable su vida con una frase, ella corría aterrada al baño, enferma, conteniendo las lágrimas que forzaban por salir en gritos y los ahogaba con una enfermedad sorpresiva en su cuerpo. 

- No quiero verte, estoy aburrido de todo esto.
- Lo compré por obligación más que por gusto.
- No estoy para complicaciones en mi vida.


Lo dejaba, le contaba a su madre, estoica y sin lágrimas porque era su hija y las hijas de la señora no lloran por nimiedades. Su madre, a pesar de ser soltera y la fuerza de esa familia, la idiosincrasia la dominaba en temas del amor.

- Déjalo pensar, ya se le pasara, ten paciencia. Va a regresar.

Cuando debería haberle dicho.

- Ningún hombre, por maravilloso que sea, debe tratarte de esa manera.


Tampoco hay que mentir acerca de quien era la pendeja. Era un mujer en potencia, una mujer más grande que la mayoría de la gente de su edad. Observadora y con la mente abierta a aprender y mejorar. Pero su ego la domaba y era cuando ella perdía el piso de su realidad. Había que educarla con paciencia y algunas veces con dolor. Ese dolor que deja marcas en el alma, ese dolor que no toca la piel. Tenía que crecer.

Regresaba de comer cuando lo vio, perdido a los pies de la escalinata de la oficina. Observo como se acercaba mirándola y supuso que le diría algo. Cada vez más cerca lo miró a los ojos. Mirada verde amielada penetrante e insistente, sin miedo de ella y le sostuvo la mirada con una sonrisa cínica. Más por valentía que por coquetería. Algo le dijo. Algo que no alcanzó a entender. Y supo de la sorpresa que se llevaría al verla entrar en la oficina de donde él había salido. Lo último que observo antes de entrar, fue como volteaba para mirarla.


Viejo verde...

jueves, 16 de enero de 2014

El viejo

El viejo piso tierra un diciembre, tenía apenas 48 años y el ímpetu de empezar un aventura más en un país distinto. Como venía haciendo desde hace más de 10 años. Casado desde hace poco más de 25 años, con dos hijas que formaban parte de ese matrimonio. Su vida errante de país en país era sin llevar bagaje, solo equipaje, solo. Era y siempre sería el proveedor ideal, el padre a distancia, el marido de vacaciones y el amante de ocasión. No mentía al respecto y mucho menos hacía promesas que no cumplía. Era un hombre de palabra, honesto y leal hasta la muerte, incluso moriría antes de ser desleal. Aunque morir implicara caminar con el corazón en la mano y un
"hubiera" en la comisura de su boca por el resto de su vida. 
Sin embargo esa libertad le ofrecía que a cada lugar que iba, terminaba conociendo una gran mujer que le hacía compañía, durante los meses o tal vez años en los que discurría su estadía.

Hospedado en un hotel de lujo por algunos meses descubría un país que anhelaba conocer y recorrer. Su trabajo era, como siempre, arreglar lo que estaba casi perdido. A eso se dedicaba. Y en ese lugar no sabía que pronto iba a arreglar una vida y de paso encontrar al amor de su vida.

Comenzó por darse cuenta de que las jerarquías eran tan importantes en ese lugar que causó conmoción con sus modos cómodos de tratar al Rey de "Che" y sus subordinados de "comamos juntos". Sus pares Duques, lo llevaban a lugares selectos. Donde lo más importante de la hora de la comida era cuantos whiskys pedías y que tanto sabías de vinos. Él solo se dejaba llevar. En realidad era un Dandi que le gustaba disfrutar de lo exquisito de la vida y eso muchas veces era una simple puesta de sol a la orilla del mar, o un café al conversar. Eso, una persona para conversar, le hacía falta escuchar, hablar, estar con un igual. Obvio, si era del sexo opuesto, mucho mejor. Toda su vida se había llevado mejor con las mujeres que con los hombres. Más allá de que le encantaran las mujeres. Su vasta experiencia en el tema lo había llevado por escenarios de amantes intrigantes, delgadas, voluptuosas, inteligentes y hasta tontas, de nacionalidades, colores, olores y sabores, preferencias e inclinaciones distintas y a todas les había entregado una parte de su corazón. 

Era pues, una persona dispuesta a experimentar lo que las oportunidades de la vida le presentara. Ese viejo, estaba llegando al destino final de entregarse por completo, de perderse por alguien. 

Salió un día a comer solo de la oficina, rechazó las ofertas de compañía de los Duques del lugar. Miro a ambos lados de la calle y la vio venir. Esa señal fue suficiente para decidir caminar en esa dirección. Conforme se acercaba disfrutaba de observarla con descaro mientras se acercaba. Para justo al pasar decirle una frase lasciva y morbosa. Comenzó diciéndola fuerte y bajó la voz casi cuando la tenía al lado, sus pensamientos y su intuición le gritaron que guardara silencio, podría ser empleada del lugar de trabajo que ahora tenía. Además, una mujer que sostiene la mirada con tal osadía era de cuidado. La "pendeja" le sonreía con cinismo. Siguió su camino y cuando creyó conveniente voltear para mirarle el culo, se sorprendió al ver que ella hacía lo mismo y entraba al edificio del cuál había salido él.



Te voy a morder la boca...


miércoles, 15 de enero de 2014

Tú eres...

Tú eres el permanente recuerdo de lo mágico: una mujer con la que además de amar se puede dialogar y discernir sin que exista confrontación. Siempre hay tema contigo porque además tienes grandes orejas para escuchar y sugerir lo mucho que la vida te enseñó en corto tiempo.

Tú eres el recuerdo de como se corta el tomate en dados, de como se doble una sudadera sobre el pecho, pero también eres el recuerdo de un domingo de sol en el cuarto de Sinaloa # 186, abrazados y desnudos.

Te amo eternamente porque todo sigue intacto.



En alguna parte de la mente eso sigue intacto, como aquel cuarto donde por la mañana el sol entraba, despertando el letargo de quien sabe amarse sin necesidad de tocarse. 
De quien sabe abandonarse sin perderse.
De quien sabe dejarse sin olvidarse.
De quien sabe extrañarse sin doler.
De quien sabe lo que tiene.
De quien sabe lo que tuvo.





lunes, 13 de enero de 2014

Saltar, Volar, Nadar

En ocasiones la sensación es meramente un espejismo, que aparece y desaparece. En otras es sólida como los libros. Esa sensación de ser el alivio de un vuelo fallido. Peor es cuando siento que mi vuelo es el que se estrella. 
Discurro a través de esos momentos de alegría que me permito fomentar en mi fértil imaginación y otras, cosecho sin sabores de la vida. 
Escucho frases hechas a medida de cerebros programados con lo que se conoce como "romanticismo". Sin embargo las frases que más me gustan son las que le ponen freno a mis pensamientos fatídicos. Frases originales y honestas. Llenas de miel y fantasía, de ilusiones sin medida, sueños de proyectos de vida. 
Y aún así una parte de mis pensamientos se niegan a creer en que perdure el cuento. 

Soy honesta y digo lo que pienso y siento. Por eso me amas... 

"Que no lo digas, no quiere decir que no lo pienses". Pero no solo pienso, siento terriblemente, apasionadamente, dolorosamente. La vida va en caminos tortuosos y muchas veces sin salida. Pero la mía camina hacia un acantilado, y ahí te veo, en un camino paralelo que se intersecta en la orilla. 

¿No sientes miedo de llegar a la orilla? Porque cuando lleguemos a ese punto habrá que saltar. Yo pierdo poco y gano mucho saltando ¿Tú no tienes miedo de lo que debes enfrentar al saltar?
Aunque podemos llegar a ser de esos seres que postergan la llegada hasta el fin de sus vidas con tal de no dañar. Pero ¿En verdad somos de postergar por miedo? 

Tal vez pienso demasiado y todo el tiempo, a veces muchas cosas al mismo tiempo. Mi madre me dice que me pierdo cuando estoy hablando con alguien, pero solo veo que me perdieron en un punto de la conversación. Y aunque oigo, no escucho. Pienso y digo tanto... Tú en cambio piensas mucho y dices poco. Tengo la maldición de ser mujer y hablar sin parar.

"Dejemos que fluya". Los ríos fluyen y llegan al mar ¿Que haremos cuando de dulce pasemos a sal? Habrá que nadar.

Y así voy, domando mis preguntas con respuestas algunas veces fallidas. Pero lo que en realidad me da alegría es que se amar sin miedo a fallar, sin escatimar lo pedazos rotos a entregar y enmendar. Sin dejar de contar hasta el más íntimo secreto. 

No, no... no dejes de sonreír, esto no es para lastimar o hacerte sentir mal por no pensar igual. Solo expreso al público en general lo que significa para mi la capacidad de saltar, volar y nadar.