viernes, 31 de mayo de 2013

Volando

A 30,000 pies de altura, evitando una tormenta. Un vuelo a la Ciudad de la Luz. Mi asiento pegado a pasillo. Estoy leyendo como siempre, es tarde habíamos librado una tormenta subiendo mas pies. Mi aceptación hacia la catástrofe y la muerte me lleva a levantar los hombros y solo ponerme a leer. Si la muerte viene por mi quiero que me vea leyendo, tal vez decida no importunarme y regresar mas tarde..

Después de tan tremendo episodio, para muchos, liberan la señal de desabrochar el cinturón. Muchos van al baño. Aunque quiero no deseo estar parada en el pasillo esperando. Observo el vaivén de la gente y el desaforo de los baños. Me levanto y tropiezo con el por primera vez.


No lo conozco sin embargo algo extraño se siente. Voy detrás y quedamos esperando, somos los últimos. De pronto el avión queda en silencio. Tan repentino como la tormenta que libramos. Ese tipo de silencio que sabe extraño. Sale una persona del baño de atrás y empuja, disculpándose. Pero yo ya caí en brazos de él. Me sostiene y terminamos uniendo miradas. Sonreímos y pienso: "¿de donde lo conozco?". Nos quedamos solos, en silencio, las cortinas corridas.

Imposible explicar como sabíamos que hacer con solo mirarnos, imposible decir como sabíamos lo que el otro quería con tan solo mirarnos. Entramos juntos al baño.

Cerradas las puertas todo fue estar en otro mundo. Me beso y la simpleza de un beso descubrió en mi una electricidad olvidada, apaciguada. Deseaba tanto un beso así. Despertó mi cuerpo dormido. Sus hábiles manos tocando mis senos y describiendo fabulosos círculos en mis pezones. En cuestión de nada me tenía húmeda. Nunca pensé que mi outfit elegido para ese viaje iba a ser tan práctico. Levanto mi vestido, se sentó y metió su mano a mi braga y comprobó con dos dedos mi humedad. Fijamente a los ojos me sonrió y comenzó a lamer sin sacar esos dos gloriosos dedos. Casi me lleva al éxtasis con esos ataques de su lengua y dedos. Justo cuando estoy deseando que debía probar ese miembro perfecto de tiene entre las piernas, esa verga de la cuál estaba segura conocer; el se separa y se desabrocha y baja el pantalón. Me arrodillo. Estoy segura, sin haberla medido tenía 23 deliciosos cm de largo, una fresa perfecta por corona y la parte que mas me excitaba eran las venas gruesas a lo largo del cuerpo. Mis labios delgados y mi lengua de bruja obraron magia. Suaves lamidas, fuertes succiones, dulces mordidas lo llevaron a gruñir por lo bajo y cerrar los ojos echando la cabeza hacia atrás. Disfrutando el deleite de mi boca. Justo cuando su humedad competía con la mía, de mutua acuerdo nos separamos, el se sienta y me quita las bragas y las guarda en el bolsillo de su chamarra. Me levanto el vestido y me siento despacio a horcajadas sobre su miembro erecto y perfecto para mi. Suave y fácil va entrando. El placer de recibirlo en mi vagina húmeda, apretada y ansiosa de el es casi desbordante. Los movimientos cadenciosos de su cadera y mi ritmo comienzan a surtir efecto. Adelanta y atrás tocando mi punto G, friccionando mi clítoris contra su piel. Sus ojos clavados en los míos, sus besos deliciosos y salvajes por momentos. Sus caricias, sus manos fuertes en mi cintura, el ritmo creciente, el olor a dulce cada vez más denso y esa extraña sensación de conocerlo. Todo desbordo en el orgasmo de ambos al mismo tiempo. Ese momento mágico donde vimos una luz dentro de los ojos del otro con plena conciencia de que ya nos conocíamos. La extraña sensación de este éxtasis ya lo sabíamos. Gruñidos, gemidos, suspiros... Hasta apaciguar el mar y sonreír de genuina felicidad. Los besos se vuelven suaves, tiernos. Las caricias acarician y apaciguan el calor generado.

Nos separamos sin ganas de querer hacerlo. Sonreímos y realizamos las debidas actividades de higiene. Salgo primero despacio, todo sigue en silencio, lo volteo a ver. Sonreímos en complicidad y le suspiro un beso.

Me siento y no puedo concentrarme. El camina por mi pasillo y descuidadamente me roza el brazo y su tacto me causa escozor. Mira de reojo cuando lleva su mano al bolsillo de su chamarra, el bolsillo donde guardo mis bragas. Sonríe un poco del lado y se va.

"No es la última vez que nos vamos a encontrar"... Pensé.