miércoles, 2 de marzo de 2022

Una Emoción

El mar me sabe a la sal que pude probar de tu cuello, en las mañanas de un domingo en tu cama. 

Es mi futura tumba de agua salada. Lo pensé profundo, demasiado y en silencio estando contigo. 

Es el recuerdo de los corazones solitarios que laten sin cesar, sin menguar, con la melancolía de observar la inmensidad. 

Será que quiero llevarte conmigo, como llevo la memoria de nuestro años juntos, en lo profundo de la mente y el cuerpo.

El mar se volverá mi cuerpo, mi alma y mis besos. Todo aquello que aún te extraña y ansía tu regreso.

Te he amado con la calma de una bahía y la fuerza de un mar abierto. De cierto modo salvaje, indómito e inmenso.

Me he quedado sin fuerza para seguir nadando. Me quedo esperando a que algo me lleve a la profundidad del olvido.

Desearía estar contigo, pero no hay nada que hacer cuando alguien te dice "no quiero" frente a un mar de esperanza.

No puedo seguir escribiendo sin sentir el miedo abrazando mi pecho diciendo en mi oído, que estas a un paso de extraviar nuestro cariño.

Y es entonces que mi tumba me llama, solicitando la presencia de estos sentimientos derrotados, agobiados y casi arruinados.

Me sostengo de un fino hilo de recuerdos, me niego a soltar y hago equilibrismo.

Si aún no se ha entendido, te extraño y me niego a caer en el pozo profundo del olvido.

martes, 27 de octubre de 2020

Al otro lado del mar

Pensé que te había olvidado, pensé que todo estaba bien guardado.

Creí que ya no dolía, que no te sentía, que ya no eras parte de mis días.

Creí que tu recuerdo se había marchado de puntillas.

Llegas a mi memoria con la claridad del día.

Tu risa por un mal chiste contado retumba a mi lado.

Tu caricia en mi mano, que me dice "estoy aquí".

Tus lágrimas invadiendo mis ojos.

Se rompe la ilusión y seco mi cara.

Mis pies mojados y el olor a sal.

Miro el horizonte y se que ahí estás, al otro lado del mar.



miércoles, 21 de junio de 2017

Curso de Olvido I: Soltar

Curso de Olvido I

Tema: Soltar

Descripción Técnica


Estimado Sr. del Valle:

Entiendo que esta carta le debe sorprender; siendo que la anterior fue abrupta, dura e insensible. Pues bien, si su decisión ha sido darle rienda suelta a su curiosidad, continuaré con la presente, esperando que sea de su interés lo que aquí plasmo. Para hacer más amena su lectura he incluido un chocolate que estoy segura disfrutará.

Recuerdo bien el amor tan profundo que profesábamos el uno al otro. Durante un par de años hicimos de nuestro amor un Nirvana. Algo ilusorio pero satisfactorio. La tecnología ayudaba y acercaba, dando la sensación de un tipo de realidad. Aunque yo siempre tan física, al finalizar nuestras llamadas algo extraño me dejaba en la piel: una capa fría y viscosa, que le faltaba su calor, el sabor a sal de su piel, las frescura de su saliva y el amargo sabor de su semilla. Quiero creer que eso era.

Recuerdo también las muchas veces que escribí para y por usted. En un resquicio de algún cuento lo guardaba o como ese cuento que derivó de un sueño que tuve con usted antes de saber que existía. Y no olvido aquel ahogo que una vez me hizo sentir. Usted sabe que esto de escribir se me da un poco y lo hago con placer, siempre y cuando provoque emociones, sensaciones o sentimientos tal vez. Por esto le recuerdo que nunca entendió lo mucho que hablaba de usted. Sí, me leía, y comprendía mi entonces necesidad de ser rescatada, protegida y mimada por alguien que tuviera la vida correcta como usted. Por esa razón le fue tan fácil entrar en mi corazón, en mi vida y hasta lo dejé entrar entre mis piernas. Poco a poco gano terreno donde yo creía que usted me descifraba bien. Hasta que sin darse cuenta me demostró que le gustaba leer lo simple y sencillo, no así lo largo y cansino de los cuentos aquellos de horror y erotismo que usted me inspiraba a hacer. Ahí dejaba ver las profundidades de los abismos de mi alma resquebrajada, los oscuros pasillos del laberinto de mi mente y corazón. Y usted, dulce señor, no se atrevió a entrar en ellos. Ya sea por trabajo, tiempo, ganas o simplemente tenía miedo a descubrir esa parte negativa que todos tenemos, lo que usted no quería ver en mi.

Querido señor, y me atrevo a seguir queriéndolo, amándolo y usando sobrenombres azucarados. Repito, Querido Señor; tal vez yo ya estaba demasiado rota, inconclusa y en construcción y reconstrucción cuando usted llegó. Tal vez pensó que un poco de miel con cucharadas de café remediaría lo que otros no lograron con toneladas de fuego líquido. Y tuvo razón por un tiempo; pero usted mismo lo dijo: "No te enamores de las mujeres que leen, escriben y adoran la poesía tal vez no se queden con uno, pero de ellas no se podrá volver". Yo supongo que usted logró volver. En ocasiones buscando algo uno se topa con lo que había guardado en la última gaveta del corazón. Lo encontré en uno de esos extraños caminos de la tecnología, y al igual que usted con esta carta, la curiosidad ganó terreno. Usted al percatarse de mi presencia bloqueó mi interés. Fui como el gato que cae del balcón por querer ver el pez dorado del vecino de abajo. Me dio pena y gusto. Pena por haber sido descubierta al curiosear en lo que yo misma pedí "no más" y el gusto vino porque me demostró que era un hombre que cumple lo que le pide una mujer y puede irse a la tumba sin cambiar de opinión; como ya verá después.

Sé que hasta aquí ha sido paciente leyendo mi verborrea y se pregunta ¿cuál es el fin de todo esto que ya me cansó leer? Pues verá, estoy soltando el lastre de mi vida. Lamento poner su dulce persona en ese adjetivo tan burdo; pero es como siento todo esto que quedó sin decir en mi boca por usted.

Señor yo a usted lo ame pero su inconstante presencia, seguida de su vida laboral, aderezada con su vida de casado con hijo, y su dulzura espolvoreada con cucharadas de verdad remota, adornada con su falta de interés por leerme; comenzó a provocar en mi una negativa. Cerré el grifo y comencé a exigir más. Llego un afortunado momento de reflexión y visualicé el error tan grande que estaba por cometer. Me puse en su lugar y entendí al fin. Para usted era difícil complacer a una mujer como yo que no puede ver, lo difícil que le era tolerar su vida de insatisfacción buscando algo que en su hogar ya no existía o tal vez nunca existió. Lo difícil que sería dejar lo que ya no le ilusionaba, porque ante todo no se puede decir que usted no es un caballero. Así que comprendí que viviría el resto de su vida buscando la efímera satisfacción de tener a su lado a alguien enamorado de usted y a sus pies. No se conformaría con lo que ya existía entre sus sábanas cada noche junto a usted, piel a piel. Me di cuenta que yo quería lo que usted tenía, y lo peor, con usted. Y digo lo peor porque esa alma que lo seguía por cielo, mar y tierra, no merecía el final que comenzaba a idear. En todo este tormento al centro se encontraba el retoño que generó su semilla y salió de las entrañas esperando amor. Supe que una maldición eterna me perseguiría hasta el fin de mis días y se haría presente el demonio que susurra constante al oído que algo similar me podría pasar. Así que una noche sin sueño en la profunda oscuridad de mi mente y corazón; ambos llegaron a un acuerdo y declararon inviable lo que había entre esta humilde sierva y usted. Existirá quien tuviera el coraje de llevar a cabo hasta las últimas consecuencias su amor, quedaba claro que no sería yo y no sería responsable de esa demencia.
He aquí la razón de mi desdeñosa y dura despedida. Lamento también haber roto de esa manera su ilusión. 

Por último, quisiera pedirle que cuando termine esta carta rece por su alma y su salvación. No se extrañé, ya sabe cuanto pesa en mi la palabra de Dios. Espero haya disfrutado la lectura y el amargo sabor del chocolate oscuro que recibió con esta larga misiva. Si vienen dolores de estómago le comento que pronto pasarán, no sin que antes aparezcan los vómitos y sangre antes de los estertores finales. Para el punto en que su cuerpo ya no controle los esfínteres entenderá que en verdad debería haber rezado en lugar de haber blasfemado contra mi.

Por favor no olvide que todo esto no deja de contener todo el amor que esta humilde sierva llegó a sentir hacia usted.

Eternamente suya.


Luna.