lunes, 29 de julio de 2013

Maldición Epílogo

Epílogo
Una posibilidad...


En una ocasión ella dijo "Seamos cómplices". A lo que él seguro de sí respondió "Cómplices de dolor".

Después ella propuso "Seamos amigos". Y él totalmente seguro respondió "Seamos amigos".


De la primera ocasión a este momento, muchas noches pasaron. Noches de educación. Ella aprendió, él enseñó y lo disfrutó. Ella creció y confió. El confió y educó. Estaban orgullosos el uno del otro. Y su complicidad aumentó. Las noches de cena no eran en soledad, eran en complicidad. A veces sumisa, a veces amiga, a veces cómplice. A veces juntos, a veces cada quien en su mesa. No había etiquetas para lo que ellos tenían. Era lo más puro que hay, honestidad. Maestro, alumna, aprendizaje. El triángulo muy fuerte. Cuando eran amigos se permitían familiaridades y risas. Cuando eran cómplices, sagaces observadores. Cuando era Maestro y alumna, fortaleza los dos, sumisión y control. 

El sumiso es la piedra angular de todo. La fuerza que exhibe de autocontrol. El amo es la fuerza del control, pero su autocontrol es mayor. En sus manos radica el placer y la vida de otro. 

Un día ella buscó sus ojos, quería amistad y complicidad.

- ¿Que es Ma Petite?

Ella sonrió. Se intuían bien. Se conocían.

- ¿Quien es él?

El observo hacia donde apuntaban los ojos de ella y lo vio. Otro alumno que, como ella, tenía ahora el control de si mismo. Conocía a su maestra, él la educó... 

- Ah, él... Es alguien que esta a tu nivel. Alguien que disfruta de aprender. Alguien que busca más al igual que tu. Es la mezcla dulce de "Vainilla" y "Oscuridad". Como tú... ¿Te interesa Ma Petite?
- Si, me gusta.
- Recuerda lo que te he enseñado, esta oscuridad y tu vida vainilla no van de la mano. Para llevar las dos juntas en una persona necesitas más autocontrol. Enamorarse significa rendirse, él a ti y tu a él. Los dos son fuertes, tendrán que asumir como llevar ese control.
- Entiendo eso, pero hay algo en él que....
- Es parte de aprender Ma Petite.
- Si, eso ¿Que pasaría si tuviera una pareja igual que yo? Al nivel, honesto, leal, fuerte y en control ¿Sería un choque? ¿O sería perfección?
- Eso, lo tendrás que averiguar tú. No hay nada perfecto, recuerda eso. 

Después de esa noche, los encuentros cesaron. No así la amistad, la complicidad y la lealtad. 

La relación evolucionó, el la observó, la analizó y siempre aconsejó. El tenía la experiencia que ella estaba buscando, pero él no le podía enseñar eso. El no estaba dispuesto a una relación mezclando los dos mundos. Ya no.

La frecuencia de visitas al lugar también cesó. Y un día apareció, con él, en familia. Con una vida "Vainilla" a la vista. Sonrió. Le fascinaba conocer lo que había detrás de la fachada de ambos. Sonrieron hacia su mesa y con una mirada ordenó que se acercarán. Ellos, educados como estaban, se acercaron a pesar de que él gozaba de "compañía". 

Se pararon frente a él, mirándose las manos. Dos buenos alumnos, dos maestros. Todo tan extrañamente relacionado. 

- Ma Petite ¿Como estás? 
- Bien Sombra (sonrió al decir ese nombre). Solo vine a decir, que vuelo de aquí. Lejos, sin embargo mi alma recordará todo siempre.
- Lo sé, te intuí. 

De pronto hizo algo que nunca se le hubiera ocurrido a ella. Se levanto imponente como siempre y la sumió en un abrazo cálido. Ella casi llora, pero se controló. 

- Recuerden lo que aprendieron los dos. El control no es de débiles, ni ceder es debilidad. El equilibrio de ambos es un reto. 

Asintieron sin decir palabra, se tomaron de la mano y se retiraron.
Sin sonreír los vio partir.

La maldición parece que terminó...


viernes, 26 de julio de 2013

Maldición 4

4


Cuando la vio llegar en ese vestido negro, sabía que era darse valor, imaginaba la ropa que traería abajo, pero no le importaba, no había mejor ropa interior que la piel, las marcas y una cadena radiante de blancos nudos recorriendo su cuerpo. Inmovilizando su voluntad, sometiéndola. La condujo a su lugar. Jugó con sus sentidos desde el primer momento. Sus evasiones eran claras, dormirse con el arrullo del auto era símbolo de no querer saber el destino. El único momento donde le volvió a dar la oportunidad para decidir fue en el umbral de la puerta. Su última oportunidad, después si se iba a media educación no habría retorno. Cuando la vio dar el paso, no le sorprendió. La guió con la voz. El ya estaba cómodo, en pantalones sport, camisa ligera y descalzo. Todo estaba dispuesto para esa noche. Comenzó a darle ordenes suaves y firmes. Las que ella llevó a cabo con la obediencia de años de dura educación. Separaba mente de cuerpo, mientras hablaba ejecutaba las ordenes sin chistar. Los golpes solo la hacían saltar y corregir el error. Pero cuando su mente se concentrara en las sensaciones, en sus sentidos es cuando iba comenzar su verdadero aprendizaje. La escucho vaciar su vida, su alma. Quería eso, dejarla vacía de problemas que la distrajeran, ella quería que alguien realmente la escuchara. Y él le complacía coleccionar lienzos completos de vidas. Su vida como ella dijo no ha sido difícil, ha tenido sus momentos de verdadero miedo, de terror incluso. Pero lo ha asimilado y lo usa como fortaleza más que como debilidad. 


Admiró su cuerpo desnudo, sus rizos negros cayendo por la espalda que notaba era su peor vanidad, su piel dorada suave, sus labios delgados, su expresiva mirada. Su cuerpo mostraba las curvas de una mujer. Sus senos caían como gota, tenía una operación en uno. Un prueba más de fuerza. Su ombligo perfecto para incrustar una joya hermosa. Su abdomen casi plano. No había grasa en exceso, su forma lo conservaba con él vaivén de todos los días. Sus piernas eran firmes, sus pies pequeños y cuidados. Rozó con la fusta los pezones oscuros, duros, fruncidos por la excitación. Observo sus nalgas todavía firmes, suaves, una cadera que había sostenido un hijo. Cosa que era delatada por la cicatriz que estaba desapareciendo. Un excelente cicatrización, su piel era delicada pero sanaba rápidamente. Giraba en torno a ella, observando, analizando. Se sentía cómoda con la desnudez. Al sentarla de rodillas en el piso con la fusta le indicó que abriera las piernas. Vio la depilación completa y observo los labios externos, mordiendo los labios internos más oscuros que los primeros. Entre esa oscuridad de piel contrastaba la piel rosada. Brillaba ya por lo excitación que el cuerpo sentía. Entonces calló.
El guardo silencio unos minutos, esperando alguna mirada, algún signo mínimo de desobediencia.

- Muy bien Ma Petite. La confianza es importante y no será traicionada jamás. Acabas de desnudar tu cuerpo, tu vida y tu alma. Dime tu palabra secreta..

Ella pensó, esa palabra que estuvo analizando la noche entera, la que más le adecuaba, la que sería fácil de recordar. 

- Luna.
- Luna será una orden para mi de parar. Levanta tus brazos y entrelaza tus manos detrás de la nuca.

Ella quiso decir algo, él detectó el movimiento de los labios y antes de que emitiera un sonido, el estrello la fusta en una de la piernas. Dejó un línea ardiente y que picaba a lo largo del muslo. Se enrojecía, palpitaba y ella casi comienza a sobarse.

- Si te tocas otro vendrá. Esta es la única advertencia que te voy a dar. Un castigo indica una desobediencia. No tenías permiso de hablar, no lo tienes a menos de que yo te lo dé o tu lo requieras de la manera correcta. Y la manera correcta es: Sombra, le pido permiso para hablar.

Esa era un provocación a su fiereza y ella cayó. Lo miró desde abajo, desafiante y con una carcajada que no sabía dominar cuando estaba nerviosa. Él se inclinó y quedó a la altura de los ojos, mirándola dura y fríamente, bajo una mano por su hombro, suave, una caricia, apenas rozando la piel, sintió el estremecimiento de ella, entreabrió lo labios anhelantes y toco el pezón duro erecto, acarició la gota de ese seno, realizó círculos en la areola fruncida hasta llegar al botón oscuro y duro. Lo pellizco con fuerza y ella lanzó un gemido y cerró lo ojos. 

- No debes desafiar a tu Maestro, ni con la mirada, mucho menos lanzar una carcajada. Mírame.

Ella lo miró, dura, fría y desafiante. 

- Esa mirada se va a suprimir. Levántate y pon los brazos en alto, juntos.

Comenzó a hacer un corsé con una cuerda blanca de suave algodón. Entreabrió sus piernas y paso la cuerda por una de las ingles, rozando suavemente uno de labios exteriores, sintiendo el estremecimiento de ella. Subió por la cintura y fue haciendo un arreglo para bajar a la otra ingle. Los roces provocaban suspiros y sudor en la piel. Su aroma dulce comenzó a subir de tono, a combinarse con todo el entorno. La cuerda seguía vistiendo suavemente la piel de su alumna. Adoraba esta parte. Vestirle. El corsé rodeó el cuello como bella gargantilla, subió por los brazos como una serpiente y terminó juntado las muñecas. La hizo caminar con la fusta. Pronto ella se percató de que si se movía demasiado la cuerda apretaba algo. Pero el caminar fue un roce estremecedor entre sus piernas. Los labios apretados provocaban placer y él lo sabía. La observaba transpirar de placer. La puso frente al espejo, un espejo de piso a techo, donde una suave luz en el techo alumbraba y sombreaba perfectamente la obra de arte. El estaba en sombras, solo era ella, con su reflejo. Observaba las reacciones de su cuerpo. 

Ella, se admiró Que hermosa me dejó. No pudo evitar una sonrisa lasciva, una mirada felina, se estremeció. Su cabello contrastando con el blanco de la cuerda. La gargantilla en su cuello, los nudos como botones y justo uno en el ombligo Que belleza. Sus labios vaginales apretados, su piel sometida a sensaciones inauditas. Por fin, algo que me hace sentir. Casi llora, casi lo logra, la belleza de sentir al fin. Pero sus defensas demasiado arraigadas borraron las lagrimas en un segundo. Solo dejó ojos rojizos. 

Tras observarla como se deleitaba con su propia belleza, de dejarla enardecer su vanidad, de permitirle sentir, se acercó por detrás. Desnudo, mostrando el poderío que su cuerpo representaba. Acarició los nudos y se detuvo en el ombligo. Corrió el cabello y suspiro suave en su cuello, al mismo tiempo que presionó ese botón. Le colocó esposas en las muñecas. Ella miró anhelante la situación y levantando la vista, observó un gancho justo arriba de ella. 

Colgada, en las puntas de sus pies, sentía las cuerdas rozar y apretar con cada respiración, los musculos de la espalda, del abdomen, las piernas, los brazos. Sintió musculos que raramente los  tomaba en cuenta. Supo que iban a doler conforme avanzara el tiempo. Seguía frente al espejo y sonreía, venerando su imagen. Entonces él hablo. Con esa voz de trueno, hablando bajo y a su oído. Mirándola fríamente.

- Ahora esa mirada y tu vanidad...

Le puso el antifaz y lo último que vio fue el cuerpo imponente de él reflejado en el espejo.

Cuando puso el antifaz se aseguro de hacerlo de frente para que ella viera el demonio que la iba a poseer, tarde o temprano, dependía de ella. 

- Tus demonios son exquisitos, los tienes estudiados, eres algo selecto, sublime al gusto. Esos demonios los tienes cuidados, desarrollados y los escuchas con atención. Tu te entregas a mi y yo me voy dedicar a ti con paciencia y devoción. 

Las palabras a partir de ese momento sobraban y solo vino el cúmulo de sensaciones. 

Habiendo dicho eso, ahora el comenzó a trabajar en ella. Bajó la cadena y en esa posición en A, la puso en escuadra, para poder admirar esa fuente de calor rosada de calor. La vista de las nalgas ligeramente abiertas, dejaba ver un marrón orificio, con todas las señales físicas de haber sido ya penetrado. Más abajo, el orificio rosado de ese sublime abismo de placer, palpitante, anhelante. Estaba húmedo, lleno de ese líquido cristalino que podía llegar a empapar de placer. A penas estaba floreciendo y él se proponía llevarlo al límite. Tener los dedos escurriendo de ese dulce líquido. En una agonía, hasta que sus caderas brincaran hacia él. Al fondo veía el botón que desataba la lujuria, ya estaba ligeramente duro. Otro lugar en el cuál trabajar. 

Así expuesta como estaba, escuchaba y trataba de imaginar lo que iba a pasar. El silencio la extrañaba y solo sintió la palmeta en sus nalgas. Provocando escozor, ardía. Sentía la piel viva, roja, latía, deseaba tanto que le sobaran y en eso la mano suave y fuerte apareció. Solo la puso sobre la piel, no sobó. Pero solo eso era un alivio. Cuando de pronto sintió los dedos urgando en sus pliegues. Tomando un poco de líquido de su vagina, comenzó a acariciar su clítoris, volviéndolo duro, su vulva palpitaba. Sentía el dolor mezclado con ese placer. Los músculos tensos y las cuerdas apretando. Éxtasis.

Escucho sus gemidos primero el gritito ahogado por la palmeta fuerte en sus nalgas y después el verdadero gemido de placer. Exploró esa húmeda vagina, metió suavemente dos dedos y sintió la mordida de placer. Los músculos fuertes apretando y ese líquido cristalino aumentando. Sacó los dedos y los llevo a acariciar la vulva, la sintió henchida, el clítoris duro, aumentado. La respiración entrecortada y las cuerdas apretando cuando ella se movía un poco más de lo debido. La sintió transpirando por el esfuerzo y las ganas acuciantes de su cuerpo. La dejó, se alejó y observó la desesperación.

Cuando el se alejó, el dolor en su vulva era terrible. La llevó al borde del orgasmo y la dejaba ahí. Dura, húmeda, adolorida. Se obligo a respirar, a calmarse a dejar de sentir y no pudo. Se quedó quieta, anhelante... Por favor... Esa sola palabra le castigó los muslos y sintió las marcas hincharse como duras ramas. El puso sus manos sobre los muslos, desde atrás, dejándole sentir el miembro erecto y completamente duro entre sus nalgas. Beso su nuca y ella lo deseaba tanto.

Le acarició el cabello y con un beso suave la soltó. Sabía el deseo de ella. Pero tenía que anhelarlo con dolor. Se agacho se puso de rodillas y con su boca como si fuera una loba amamantado a un cachoro, chupo sus pezones duros. Acarició con su lengua la areola fruncida. Acarició suave el resto del seno. Escucho sus gemidos guturales y vio como lamía sus labios, que ahora estaban hinchados. Bajó más y le prodigó lamidas en la vulva, recorriendo pliegues, sorbiendo ese líquido cristalino que estaba por gotear. La puso peor, cuando introdujo un dedo en esa vagina dulce y continuó lamiendo. Al límite. Adolorida. Nuevamente la escucho.

- Por favor...

Se merecía un castigo, por insolente. Levantó la palmeta y le propino nalgadas duras y continuas. Una.. Dos.. Tres.. Cuatro.. Cinco.. Seis.. Siete.. Ocho.. Cuatro en cada una. La escucho gemir dolorosamente, la escucho apretar los dientes. Sin lágrimas, sin palabra secreta. La piel delicada roja, ardiendo, como incendio en la piel. Se acerco a ella de frente y con su glande rozó su boca, metió dos dedos en esa húmeda cavidad y acarició su paladar. Acarició sus labios con esos dedos y después introdujo esos mismos dedos en la vagina. Húmedos se los ofreció en la boca y ella los chupo, succionó su propio sabor. Los retiro e introdujo su miembro casi hasta el fondo. Lo sacó suavemente sintiendo el roce de los dientes a todo lo largo. Y comenzó a embestir su boca, la lengua de ella lamiendo en cada embestida. Pero cuando la iba a dejar ella ejerció una deliciosa succión. 

Otro castigo... Tomó la fusta y en las pantorrillas la azotó. Uno.. Dos.. Tres.. Cuatro.. Siempre debía estar dispuesta a soltar, a dejar ir, a pesar de querer retener el placer, a pesar de querer darlo. Acarició su piel y la lleno de besos en esos verdugones rojos y adoloridos.

Ella se sentía al borde del desmayo. Las cuerdas estaban comenzando a apretar su cuello más, no sabía hasta donde iba a soportar. El placer, el dolor y otra vez el placer. Su piel anhelante, sentía todo, quería todo. Se imaginaba los verdugones rojos que tenía, sus nalgas ardían. Pero el dolor en su vagina, en su útero. Las contracciones que pedían ese duro miembro, eran el peor dolor que podía tener. Cada beso era un doloroso placer, cada caricia encendía luces en su cabeza. Arrancaba gemidos húmedos de su garganta. Por favor...

Él regresó a su trabajo, introdujo su miembro nuevamente en la boca, esta vez la dejó quieta y permitió que ella succionara ávida, entregada, queriendo complacerlo con esa lengua afilada. Cuando retiró su glande, vio el hilo largo de saliva que los conectaba. Su respiración era entrecortada y la acomodó en una posición más cómoda. La estiró como estaba en un inicio. Se arrodilló frente a ella y volvió a lamer su vulva, su vagina, su clítoris. Recorrió plieges, labios y mordió cada uno de ellos. Pellizcaba sus nalgas y a veces sus pezones, mordía suave su clítoris y otras veces más fuerte. Gemía, adolorida, placenteramente adolorida. Tomó la palmeta y cuando sabía que iba a explotar en un orgasmo, golpeó sus nalgas. Placer con dolor. Aprender a que no importa el dolor, el placer no se esfuma. Control. El dolor no detiene el placer. No desconecta los sentidos, ni los sentimientos. Los une, pero se sabe diferenciar entre uno y otro. El orgasmo llegó, fuerte, apretando sus nalgas. Duras las piernas, empujando la cadera hacia él. Él masticaba suave su clítoris. Alargando el placer. 

Se levantó y justo cuando la iba a besar suave, sintió el cuerpo de ella estremecerse en un sollozo. Le quitó el antifaz sonriendo. Miró esos ojos acuosos, suplicantes, nublados de conocimiento. Hasta que vertieron las lágrimas añoradas. Haciendo surcos en la cara. Sonrió y lamió cada una de ellas. Ella cerró los ojos y se dejó ir en llanto. Se rompió por fin. De ahí reconstruirse iba a ser fácil. La besó suave en los labios y la dejó amarrada. Se puso detrás de ella y la dejó ver como disfrutaba penetrarla, hacerla suya. Cuando entró en ella, esa vagina húmeda lo recibió con un orgasmo inmediato. Ella rugió de placer, cerró los ojos y echo la cabeza hacia atrás  Mientras el la tomaba por el cuello con una mano y con la otra en el bello botón de su ombligo. Las embestidas venían con mordidas en el cuello, en los hombros. Cada vez más fuerte, cada vez más rápido, dolorosas, ella casi gritando, perdida en el éxtasis de ese poder. Sentía, las contracciones de esa vagina. Sentía el poder que nacía en ella. El poder que él iba a pulir. Extasiado, sus embestidas lo llevaron a eyacular. Al mismo tiempo que ella llegaba al orgasmo salvaje que su cuerpo añoraba. Con esa ligera asfixia que prolongaba su éxtasis. 

Cansado. Besó suave sus hombros. Miró a sus ojos y solo vio, agradecimiento, igualdad, devoción y eterna lealtad. No desafío, no amor. Complicidad, amistad. Su brillante opaco, comenzaba a brillar con nuevas facetas. 


jueves, 25 de julio de 2013

Maldición 3

3



Al día siguiente la tarjeta giró y giró entre sus dedos, entre sus papeles, en su bolsa y ante sus ojos. La caligrafía dura y agreste "...Aquí..." Una orden escrita. En su casa a las 9, estaba llena de ansiedad, luchando contra si misma. Peleando y hablando. Hasta que el silencio y la única palabra haciendo eco en todo su cuerpo la motivo. 

Llegó al restaurante, la recibieron como de costumbre. La dirigieron a la mesa oscura, entre velas. El lugar estaba casi vacío. Ahí estaba, sentado con la calma de las montañas nevadas, imponiendo con su silencio y su tamaño, con su fría dureza. Con un aura oscura.  Se paró frente a él y estaba a punto de dar la media vuelta y marcharse. Pero su voluntad pudo más, quería tener eso que el ofrecía, se sentó. La miró fijamente, ella sostuvo la mirada y no dijo nada. Espero y su mirada cada vez más fuerte y penetrante hizo que ella bajara la vista a sus manos.


Él, desde lejos la vio llegar con esa determinación al caminar. Recordó sus propios días de aprendizaje. Sabía que había elegido a una buena alumna. Cuando hizo que bajara la mirada a sus manos, pensó en como iba a disfrutar enseñando esta ocasión. Aprendía y no se ofendía. 

- Bien, ahora que tengo tu atención. Te diré que es esto y después podrás formular todas tus preguntas e inquietudes.

El mundo no es tan rosa como muchos lo ven, aunque tu has visitado sus orillas oscuras no has descubierto el aura oscura que te rodea. Muchos se ven atraídos por eso, lo sabes y lo utilizas. Son como abejas a la miel. Tus juegos seductores aunque divertidos, son excesos para los humanos comunes. Para los hombres casados eres un lujo, para los jóvenes una diosa, para los viejos una perversión, para el soltero una aventura, para tu familia... Adoración. Pero hay unos que te observamos, analizamos y leemos tan fácil como al menú de un exquisito restaurante. Tenemos la mente cultivada, la lengua presta y las letras escritas. El cuerpo disciplinado y el poder necesario para hacer de diamantes brutos un solitario pulido perfecto. Veo en ti esa hambre. Leo en ti las ganas de sentir de verdad. De dominarte más allá de tus límites conocidos. Para tener control hay que saber controlar tus emociones, tu hambre, el dolor, los miedos. Antes de dominar debes saber ser sumisa...

Dicho esto, él, paciente dejó que ella analizara toda esa información, la observaba y sabía lo que su mente trazaba. Parecía ver los engranajes de su cabeza girando. Sabía que era cazadora por naturaleza y que el miedo la había hecho fuerte. El podía lograr más, sin miedo, solo dolor. 

Ella repitió las palabras en su mente. Sopeso los pros y los contras, su mente analítica hizo esquema de todos sus límites, recorrió lo que tenía y lo que anhelaba. La palabra sumisa no le encantaba. Odiaba ser lo que siempre había evitado luchando. Despreciaba a la gente que lloriqueaba por nada y exhibía su lastimero dolor como presea, mientras ella veía a la verdadera fortaleza en las calles, el niño en la alcantarilla, el joven que se vende por comida, la mujer que soportaba inclemencias por sus hijos. Sentía lástima por que esa fortaleza era bruta y no se le sacaba brillo. El ser humano necesita verdadero dolor para evolucionar. Seguía en silencio y ella tenía paciencia. 

- Mírame y dime tus inquietudes.

Él sabía que ella estaba esperando la orden para hablar. Había terminado sus pensamientos y analizado sus sentimientos.

Ella obedeció. La mirada dura seguía ahí. Con una chispa de luz.

- No voy a declararme sumisa, quiero aprender, pero no para terminar a tus pies. Seré tu alumna, tu mi maestro y aunque tu me hayas visto primero, yo te estoy eligiendo a ti. 
¿Por que yo?
¿Te digo mi nombre?
¿Como te voy a llamar?
¿Lo puedo dejar?
¿Quien eres?
¿Afuera de esto que vida llevas?
¿Esto siempre es frío o existe complicidad, calor?
¿Cuáles son los límites?

Guardo silencio mirándolo pero después de unos segundos bajo la mirada a sus manos.

Esas pequeñas muestras de obediencia le complacían. Estaba empezando poco a poco a entrar en su cabeza. Ella sabía de obediencia, era ordenada, limpia. Pero sabía que lo que más trabajo le iba a costar era la humillación. Aprendía y no repetía el error.

- Veo que aprendes rápido y me place. Respuestas.

Si en algún momento abrazas como tuya lo sumisión seré el amo que te proteja siempre. Recuerda que este proceso de aprendizaje es descubrirte a ti y tus límites. Esta de más decir que eres una mente cultivada y de pensamiento estructurado y algo frío. Es un honor interactuar contigo. No necesito tu nombre para mi ya eres "Ma Petite" y me debes llamar "Sombra". Esto es voluntario, hasta donde tu decidas llegar, pero si decides abandonar no existe retorno, no conmigo. Todo es consensuado, no obligado. No importa quien soy fuera de este mundo. Afuera todos llevamos una vida común pero hay ocasiones que los demonios tienen hambre de más. Aquí conmigo encontraras seducción y placer, pero dominarte es un proceso duro para la carne. La tuya debe ser educada a tolerar más de lo que ya lo hace. Y tu mente puede controlar todo. Los límites deben de ser dentro de tu seguridad e integridad física y mental. Tu eliges hasta donde llegar. Habrá una palabra de seguridad que siempre debes recordar. Cuando la digas me detendré, no antes, no después. Solo esa palabra es una orden para mi. Después tus lamentos, tu agonía o tus lagrimas serán rosas para mi. Este mundo no es falso, no hay mentiras, aquí la traición significa destierro. Aquí hay confianza ciega y verdad humillante y dolorosa. Este es el mundo recto que anhelas. Este mundo aunque retorcido es honesto.

Otra vez ese silencio que gritaba en los oídos. Escucha su sangre pasar por sus oídos, sentía caliente la piel, sentía sus latidos fuertes y se obligo a calmarlos. 

-Tu esencia es tu mejor arma, pero conmigo no funciona. Si tienes más dudas levanta tu mirada y exprésalas; si no; retírate y te espero mañana aquí.

Ella se levantó estaba por dar media vuelta cuando escucho.

- Ma petite la educación es importante. Despídete de mi apropiadamente. Di "Con su permiso Maestro Sombra".

El color escarlata en sus mejillas y pecho le indicaban la lucha entre su orgullo de hembra libre y sus ganas de aprender. Una prueba que deseaba poner desde el primer momento. Ella tenía que aprender que siempre hay que mostrar devoción ante el maestro.

- Con su permiso Maestro Sombra

Él guardo silencio y la dejó ahí parada, mirándola hasta las profundidades de su alma. Ese tiempo ella lo sintió como una eternidad. Dicen que en el infierno un movimiento parece eterno.

- Te puedes retirar Ma Petite.

Se retiró y al levantar la vista observo una bella mujer, de anhelante mirada, con total devoción, esperando, a que Sombra la llamara. Esa inigualable entrega que observó le daba las ganas de aprender. No hay maestro que no haya sido alumno antes.

Cuando ella se retiró, observó la reacción de ver a su joya preferida. La había citado por la total entrega que tenía hacia él. Quería darle una muestra en carne y hueso de ese verdadero poder. 


Determinada se presentó al día siguiente con un sencillo y elegante vestido negro. Ropa interior a juego y para el "juego". Ese tipo de ropa doblegaba al común denominador, pero ella sabía que para él solo era un estorbo. Se vistió para sentirse segura, para tener fuerza, para resistir. Cuando llegó, la hostess no la miró a los ojos, la trato como si fuera él. La llevó a la mesa de ayer y se retiró en silencio y despacio. Ella se quedó esperando. El se levantó.

- Sígueme Ma Petite

Lo siguió hasta el estacionamiento ahí el se acercó a ella y le vendó los ojos. La guió con su voz y ella con su oído a subirse al auto. Escucho el suave ronroneo del motor, olió la loción de él, la limpieza del auto y el roce de la ropa. Lo que ahora en silencio y ciega pensaba era que nunca escucho su andar. A pesar de su tamaño y su cuerpo, era silencioso como felino, como una ... Sombra. Sonrió encontrándole sentido. Sintió el vaivén del trayecto, casi se duerme, pero el le pego una palmada en la pierna. Poco después sintió como el auto entraba a un garage, escucho el eco, el frío y el silencio. Subieron por un elevador, sabía que estaban en un piso alto. 

- Espera aquí.

Escuchó una puerta abrirse y el olor de él emanaba de ese lugar. Era un olor embriagante. Un olor fuerte, puro, limpio. Se quedó quieta, escuchando atenta. Solo suaves roces, ligeros ruidos. Cuando escuchó su voz.

- Remueve la seda de tu vista y entra, si así lo decides.

Quito la suave tela de sus ojos y vio un cuarto en penumbras, suave luz iluminaba una mesa aquí, una repisa allá y al fondo una llama bailarina. Era el camino que debía seguir. Parada al umbral de la puerta, volteó hacia atrás, al pasillo iluminado, observo el elevador. Una vez que cruzara el umbral no habría marcha atrás, regresó su vista a las penumbras y adelanto el pie con firmeza, dio ese paso que la llevaría a otro mundo.

Ma Petite... Has entrado. Cierra la puerta y camina hacia mi voz. 

Cerró la puerta. El pestillo del picaporte le dio la sentencia del inicio de algo nuevo, renovador y peligroso. Algo que la haría cambiar por siempre. Un parteaguas más en su vida. Caminó lentamente, sin tropezar, con cuidado, escuchando. Un roce de ropa, unos dedos marcando el tiempo mientras tamborileaban sobre una superficie. El olor era más fuerte. La luz cada vez era más suave. 

- Detente... Gira a tu izquierda... Ahora Ma Petite... Reglas.

1 No debes desobedecer
2 Hay castigos y buscaré el más mínimo error para dártelos
3 La letra con sangre entra, la perfección es importante aquí
4 Dime que no te gusta

Pensó en lo que detestaba del dolor. Pensó que realmente le incomodaba. Lo que realmente le causaba angustia. Recordando programas y documentales, fotos y toda la investigación que pudo hacer en una noche. Lo que más detestó de todo fue el maltrato a los senos y las pinzas en cualquier parte del cuerpo. No toleraba los pellizcos fuertes. Dijo todas y cada una de sus inquietudes, terminó hablando de sus más profundos miedos, de la especie de maldición que aquejaba a las mujeres de su familia y como terminó cenando sola. Hablo libremente de sus amores, de sus aversiones. Al mismo tiempo que ejecutaba las ordenes que él daba. Terminó desnuda con solo un hermoso collar largo de bijoux. Sentada en la incomoda posición de una geisha, quieta con la mirada baja las manos entrelazadas sobre sus piernas, a los pies de la sombra. Él, paciente, la escucho y con golpes suaves y firmes de una fusta le indicaba sus errores. Cuando terminó de vaciar su alma, guardo silencio respirando pausadamente para controlarse. El sentado en el sillón frente a ella la observaba. Silencioso, pero tan peligroso como un animal salvaje enjaulado. Y la presa era ella.

- Muy bien Ma Petite. La confianza es importante y no será traicionada jamás. Acabas de desnudar tu cuerpo, tu vida y tu alma...



miércoles, 24 de julio de 2013

Maldición 2

2

La primera vez que él la vio fue en ese restaurante. Le intrigó verla cenar sola. La analizó y cuando llegó su "cita", la descartó. Nadie imaginaba que ese lugar era de él. Nadie reparaba en que todos sus empleados eran devotos a él. Todos ignoraban su oculta vida. Adoraba ese lugar, le fascinaba ver a la gente. Ver escenas de amantes, peleas, indiferencias y descubrir los monstruos detrás de cada faceta, varios del "medio" confiaban en ese lugar para sus juegos previos. Se sentían cómodos y daban muestras de quienes eran en verdad. Él adoraba recolectar esas personalidades, como piezas de rompecabezas. Pero cuando la vio empezar a frecuentar el lugar, sola, comenzó a observarla más. Siempre controlada aparentemente, con emociones poco vistas. Leyó en ella, una mente cultivada, estructurada. Vio el control que tenía de lo poco que le rodeaba. Acomodar la mesa a su gusto y elegir la que ella quería. 


Analizó sus movimientos, su sonrisa y la mirada, lo complacida que estaba con la entrega de su mesero, la misma mesa, el acomodo ya estaba como a ella le gustaba. Ella no sabía que en secreto ese mesero la anhelaba. Ese mesero, sufrió un ligero castigo, por añorar lo que no le estaba permitido tener y además por demostrarlo tan abiertamente en su mirada. Si, ella podía y quería ser doblegada con poder, verdadero poder. Quería aprender a doblegar sin emociones. Quería el total control de ella misma, el desapego a sentimientos. Los mejores alumnos son los que quieren aprender. El plus de ella era que ya llevaba carrera en control. Su Ego no la dominaba, pocas veces surgía. Ella misma lo controlaba. 

- Será una excelente alumna.

Dijo a la oscuridad que lo rodeaba. 

Consultó a otros "Maestros" que la habían observado al igual que él. Todos concordaron con la apreciación. Una noche de vela decidió ofrecerle lo que ella anhelaba. A sabiendas de que podía existir la posibilidad de que al final adquiera una "joya" más. 

Esa noche en cuestión venía harta, se podía leer en su gesto de fastidio. El mesero sufrió el frío desaire a sus halagos Pobre niño, recibirá un castigo por su obsesión. Cuando la vio partir, se levantó de esa mesa que lo ocultaba y salio a la luz. Se acercó a ella silencioso y dijo con firmeza.

- Yo sé que es lo que buscas, no es fácil de conseguir.

Cuando lo miró de ese gélida manera, su alma divertida dijo Serás mía y doblegaré esa mirada retadora y la volveré dulce y tierna, anhelante y adolorida y veré correr lágrimas por tus mejillas, las lameré con pasión y serán mi salada bebida. Te enseñaré a dominarte, te dominaré. Doblegaré esa fortaleza para hacerte más fuerte. Eres una gata salvaje, pero conmigo conocerás el poder de un felino gigante y dominante. Sé que tu alma lo anhela, sé que tienes sed de verdadero poder. Y no hay poder más grande que el control.

Se deleito cuando mencionó la sola palabra Control y el color de su piel cambió, su aroma aumentó, su corazón galopaba. Había tocado la fibra exacta de su ser. Ahí empezó a ejercer su dominio sobre ella. La miró fijamente, duro, los intentos sutiles de seducción que ella emanaba no funcionaban en él. La mirada gélida, con la sonrisa ardiente y desafiante, las postura derecha, perfecta, el cabello echándolo hacia atrás. Tal vez era un reto para otros, tal vez asombraba a los simples mortales. Pero tenía la madera necesaria para arrancarle gemidos de placentero dolor.

Se dio la media vuelta ejerciendo el poder que emanaba de él. La dejó parada con una orden que tenía que acatar sin chistar. La primera prueba de muchas.

- Quédate aquí hasta que me pierdas de vista.

El sintió perfectamente su mirada, sabía que iba a obedecer y sabía las consecuencias de que ella acatara la orden de un extraño. Era tan fácil para él de leer. Supo el momento exacto cuando ella se movió. La observó desde su oficina oculta en el fondo del restaurante. La vio volver el estomago en una esquina oscura junto a los contenedores de basura en el estacionamiento. Sabía que iba a volver. La estaría esperando. 

Tengo una alumna fuerte y con voluntad, un cambio para los pusilánimes que han dicho querer aprender.

Maldición. 1

1

Aunque las maldiciones se lanzan fácilmente  cuando sale del alma, esa maldición por pequeña que sea cobra fuerza. Tan sencilla puede ser como: "las mujeres de tu familia siempre terminaran solas, hasta que encuentren alguien de su especie".

Tan difícil y tan sencillo. Y así, llevan 5 generaciones de mujeres solas. Los hombres en sus vidas desaparecen misteriosamente, mueren extrañamente o solo mienten y rompen toda confianza concedida. Las mentiras son el primer indicio de que no eran los correctos. A esos, generalmente les depara un fin desagradable, la humillación.


Una noche, cenando sola como era su costumbre, pensaba en esa última conquista. Que sencillo fue, no puso resistencia, mucho menos pelea. Ni una frase refuto, ni una orden desobedeció. Había llegado un punto donde eso le parecía aburrido. Necesitaba algo y no sabía con exactitud lo que era. Algo que la hiciera sentir, realmente sentir algo. Sus pensamientos divagaban y su atención en ese restaurante era relajada. Conocía el lugar, la gente de costumbre y los que atendían. Se sentía cómoda y nunca tuvo que estar alerta. Sin embargo alguien la vigilaba, alguien en el fondo, el rincón reservado a la cena romántica estaba ocupado. Una sombra la observaba, la analizaba y la leía. La leía tan bien que sabía que era lo que ella necesitaba.

Apuro la copa de vino, pidió la cuenta y antes de salir ella escucho esa voz suave y dura. 

- Yo sé que es lo que buscas, no es fácil de conseguir.

Volteó y al verlo pensó Dios, este hombre impone, podría matar a alguien si quisiera. No se dejo intimidar por esa mirada de fuego. Lo enfrentó con su gélida mirada. La sonrisa torcida de él ante el silencioso desafío apareció poco.

- Impones, belleza. lo Petite no te limita, pero no lo suficiente para mi...
- ¿Que es lo que busco según tú?
- ... Control...

Se paralizó al escuchar la palabra, todo su cuerpo despertó y sintió recorrer cada letra por su piel. Cada significado de la palabra, cada uso y abuso. Cada memoria de las parejas que se brindaban a ella y al final la abandonaban. Cada uso de los que fueron encuentros casuales, donde ellos pedían volver a verla. Cada abuso de las segundas oportunidades. Control. Ella siempre había estado en control y pocas veces la controlaban. La controlaban sus obligaciones conscientemente adquiridas. Pero íntimamente jugaba con el control, con sus juegos seductores, con su hiel. Control...

La palabra hizo eco más profundamente cuando el la miró a la cara serio y frío. Le dijo al oído.

- Yo te puedo enseñar verdadero control...

Extendió una tarjeta que solo decía Mañana, aquí a las 10pm. Dio media vuelta y se fue, la dejó pasmada, con una orden en el aire. 

- Quédate aquí hasta que me pierdas de vista.

Ella tácitamente obedeció. Lo perdió de vista y por fin su cuerpo la dejó moverse. Se enfureció consigo misma, tanto que terminó vomitando su cena. Se había paralizado ante la impresión de "ese", ante su atrevimiento, como si fuera tan fácil leerla. 

miércoles, 17 de julio de 2013

Todo es miel por la piel

Las obsesiones surgen de algo muy profundo en tu cabeza, algo extraño que te impide “soltar” a alguien, algo. Una voz alimenta esas obsesiones, con discretos “¿Y si…?” Añade lo que quieras en los puntos suspensivos. Su trabajo es ponerte mal, destrozarte el día y hacerte pensar “obsesivamente” en ese algo o alguien.

Ella vivía dentro de los límites de lo normal, aunque nunca se sintió así. Normal era una palabra tan rara en su vida, que ella misma se sentía ajena. Había parámetros mentales que se desviaban de lo normal, pero no alcanzaban grados de gravedad.

Él llegó tempestuosamente en su vida. Sin aviso, sin señales, sin nada. Llegó con todo, con esa mirada en verde, la ternura más grande, la comprensión absoluta y la madurez inaudita. Un alma vieja. Camina sola por la calle, joven, inmadura, viviendo a escondidas lo que la sociedad tachaba como una mujer de dudosa reputación. Él la vio acercarse y cuando pasó junto a él, no dudo en decirle “No sabes cómo te mordería esa boca”. Que sorpresa la de él, que ella volteara, sonriera y entrara al mismo lugar donde él laboraba.



Durante días, espió, vigiló y no la vio. Pensaba en lo extraño que era, siendo una empresa no muy grande, no haberla visto. Y ahí estaba su subordinado hablando de nuevo con esa dulce voz que ponía en el altavoz, mientras el no olvidaba esa sonrisa y esa mirada.

- Hola ¿Cigarrito?
- Bueno, pero ven por mi.
- No ven tu, tengo una duda en un avance y tu si le vas a entender.
- Ay, no puede ser, hasta parece que estudiaste Ingeniería Industrial.
- Jajajaja, es que tu eres civil. Sabes más de esto que yo.
- Bueno, ahí voy, pero invitas el café.

Le encantaba escuchar esas conversaciones, algunas eran más atrevidas, ella tenía esa voz que de alguna manera cautivaba. No era sensual, pero la intención, la modulación y la risa, le causaban curiosidad. Escucha tras la mampara, la conversación como de adolescentes enamorándose. Se ríe pensando en el tiempo que lleva sin sentir tales emociones.

- ay, a ver eso no es así.
- Ya sé pero por eso te pedí ayuda.
- Pues hay que hacerlo todo de nuevo.
- Bueno, veme diciendo como.
- Déjame tomar una silla de acá al lado.
- ¡No!

En ese momento ella aparece y solo un momento se sorprende de verlo ahí. Ella sonríe como cuando la vio en la calle, se levanta mirándola directo a los ojos. Las miradas sin soltarse se abrazan, se miden, se indagan.

- Hola, buen día. Voy a tomar esta silla.

No era requerimiento, era orden. Vaya que la nena sabía como hacerlo. El solo atino a levantarse y decirle que tomara la silla. Detrás de la mampara se escucharon risas y después explicaciones, hasta que finalmente se salieron. Respiró profundo, a partir de ese momento no pudo dejar de pensar en ella. De evocar la mirada, la sonrisa y el descaro.

Muchas veces más la vio, la observó discretamente y la escuchaba atento cuando hablaba con su colaborador. Empezó a tomar café cuando ellos iban a fumar, la vio llorar en brazos de él y lo envidiaba, mal. Ella trastornaba sus reacciones. Y simplemente no sabía como evitarlo. Era algo más allá de su entendimiento. A base de acoso se fue acortando la distancia entre ellos. Hasta que la invitó a salir, pensando que lo iba a rechazar. Su sorpresa del "Sí, claro", lo de dejó ensimismado ese día. Por un momento su mente le paseo la palabra obsesión frente a sus ojos, pero inmediatamente la descartó. 

La noche en cuestión, fue interesante y ahora entendía como era que ella irradiaba esa ilusión. Vivía fuera de los convencionalismos de la sociedad, aunque aparentaba cordura para evitar roces y controversias. Era franca, abierta y no tenía miedo de decir las cosas. Lo terminó de cautivar esa mente indómita en combinación con ese cuerpo dulce. Anhela saborear su boca y sentir el calor de su entrepierna. Quería saber como gemía, como olía y su sabor de mujer. Sentado cerca de ella mientras la escuchaba hablar percibía ese suave aroma a dulce. Algo tenía ella que a él le causaba delirio. Perdía razonamiento. En algún momento de sus tribulaciones mentales, escucho lo increíble...

- Así que... ¿A que hora me vas besar?

El pasmado y ella sonriendo, se acerco tomó su cara entre las manos y la beso. Sus labios delgados y su lengua morada, su saliva era suave y su olor de tan cerca era incomparable para él. Era imposible tal placer. Tenía la piel ardiendo por sentirla, en toda su extensión, cubrirla con besos, recorrerla y esa noche fue de él.

Subieron ansiosos a su departamento. La llenó de besos y la tuvo desnuda antes de que el se quitara la corbata. Ella no participó en desvestirle dejó que él hiciera todo. Mimosa y suaves ronroneos lo tenían al borde de eyacular. Se desvistió y se controló. La admiró, la acarició, la miró. La recorrió con lengua y ojos, con manos y mente, con toda su piel. El aroma que ella emanaba acrecentaban sus ganas, que deleite tenerla en la cama. Suave la guió al placer. Muy suave. Su boca besando su cuello, mordiendo poco sus hombros, besando sus manos. Atrapó un oscuro pezón y ahí casi terminó. Escucho el suave gemido que acompañó esa acción, acarició en círculos al gemelo del que tenía en la boca. Lo mordió suave y al otro lo pellizco, ella arqueó la espalda y escuchó "Que delicia". Bajo a ese cráter perfecto de la luna, ese ombligo, en el abdomen plano. Bajó más a esa zona llena de pliegues de placer. Esa zona limpia y sin estorbos, se fue acercando a besos y su olor llenó su cabeza, sus pulmones y su propia boca. Ávido de esa miel, lamió hasta cansarse, hasta escucharla gritar, hasta complacerla las veces que ella lo deseó. Satisfizo consignas de morderle suave el clítoris, de hacerle el amor con sus dedos mientras lamía ese botón lleno de gemidos, de sodomizarla con esos mismos dedos mientras bebía los orgasmos que antes generó con esa lengua de demonio. Así fue hasta que ella lo apartó. Lo tumbo boca arriba y le dijo "No toques nada a menos que yo te lo pida". No supo que decir, solo se dejó llevar y cuando ella comenzó a besar su boca y morder su lengua, supuso la gloria que avecinaba, imaginó el placer, pero no supo el tormento. Ella fue un espejo de cada una de los besos, caricias y mordidas que él le prodigó. Mordió sus pezones, lamió su ombligo, beso sus manos y mordió sus hombros. No pudo evitar imaginarla con otra mujer y eso otra vez casi lo hace eyacular. Que delicia debía ser verla con una nena. Pensaba eso, controlándose cuando sintió como esa boca delgada atrapaba la cabeza de su miembro duro, hinchado y grande. El se tensó, evitando terminar en ese momento. Que difícil era, no sabía si era por lo mucho que la deseaba o por "la obsesión"... Por un momento escucho la palabra, otra vez, nuevamente la desecho. Ella mordía la punta y lamía como si fuera una "lollipop". La gloria siguió cuando ella comenzó a lamer todo, hasta llegar a sodomizarlo mientras mordía su glande. No soportaba más, quería tocarla, sentir su boca subiendo y bajando por su miembro. Y como si ella leyera la mente, le tomo la mano y se la llevó al cabello. Esos rizos negros entre sus dedos seducían tu tacto. Bajó por la cara y siento su boca chupándolo. Casi estalla. Era una obs... delicia. De pronto lo dejó y se montó en él. Lo aprisionó con la suave y caliente piel de ese coño dulce y aromático. La asió de las caderas y la dejó guiar sus movimientos para terminar los dos estallando en un gemido de orgasmo, retenido por suficiente tiempo para agotar cualquier mente débil.

Despertar
Después de eso no pudo dormir y cuando lo logró al poco tiempo despertó, volteó pensando que había sido un sueño y la miró. A su lado, observándolo. Entre fría y sin pasión. Con esa mirada pragmática. Diciendo nada, solo observándolo. El trató de pensar en algo y solo atinó a sonreír. Ella lo miró sin pestañear, analizando y al final sonrió. Esa sonrisa que iluminaba su mundo. Por un momento se angustió, se preocupó y pensó en que la perdería. Lo que él no sabía es que ella decidía a quien le pertenecía.

Después de esa primera noche vinieron más. Momentos de aventura como hacerle el amor a orillas de una carretera, en la oficina a deshoras, las escaleras del edificio, el resquicio de la puerta del departamento, el estacionamiento y las delicias de la cama, de las sábanas, del sillón, de la silla, en la ventana de la cocina. Complicidad total. 

Su compañera, siempre se encargó de darle muestras de libertad, pero una noche no lo pudo soportar. Un hombre arrebatador se fijó en ella. A pesar de él estar a su lado. Buscó la oportunidad de hablarle, de pedirle comunicación y ella accedió, los celos contenidos en esa acción fueron devastadores para él. Se contuvo ya que ella desde el inicio fue muy clara con sus acciones, además él no estaba en posición de asumir la exclusividad con ella, ya que no iba a dar lo que no quería, ni podía otorgar. La verdad antes del placer, acrecentaba los gustos. Pero esta vez fue demasiado. Después de esa noche, comenzaron a frecuentarse. No era para menos, el tipo era un verdadero adonis. 1:90, piel dorada, ojos miel, cabello negro rizado, cuerpo espectacular y ella combinaba perfectamente con él. 

- Me gusta
- Ya sé.
- No duermo más acá contigo.
- ...
- El sabe de ti, todo, pero ahora estoy con él. Al final tu ibas a seguir de largo.

Que le recordara su incapacidad de dejar todo por ella, o bueno "dejar" era un decir, hace años que vivía solo de país en país, mientras su familia no lo acompañaba. Pero que ella, su obsesión, se lo dijera, era más doloroso que cualquier cosa. Entonces solo le quedaba aceptar su naturaleza. Afortunadamente hace un año ella ya no trabaja en la misma empresa que él. Pero fue tan duro estar solo, que a veces solo le pedía comer con ella. Ella nunca lo rechazó, solo que sus aventuras sexuales menguaron. Durante semanas, se despertó con el olor de su piel en la punta de la nariz, por días sintió sus caricias. Las fotos mentales de ella no lo dejaban, pero lo que más anhelaba era su piel. Su piel miel, esa piel era suya, de nadie más, de absolutamente nadie más. Sufría imaginando, pensando. Hasta que un día aprovechó la ausencia de él y la invitó de viaje. Lejos, en medio de la nada, ella aceptó, como algunas ocasiones hacía.

En ese paradisíaco lugar, para el cuál tuvo que manejar una día entero para llegar, la tuvo de nuevo a su gusto y placer. Diosa encantadora que era, tan complaciente y juguetona como siempre. Deseaba no dejar esa piel jamás. Durante una semana la disfrutó, la gozó y se acercaba el fin de ese sueño. La última noche le dijo que esta era la última junto a él, que se iba a Canadá, se arriesgaba con aquel que se la robo. Su odio, su dolor fue tal, que haciendo el amor con ella esa última noche, comenzó a asfixiarla suavemente mientras ella llegaba al final del placer. Un fetiche ligero muy suyo, pero él no dejó de apretar, cada vez más, sin dejar de penetrarla y mientras ella expiraba el acabó. 

La besó, explicándole que no podía ser de nadie más que de él, explicándole lo mucho que la amaba, lo mucho que la necesitaba, lo feliz que era junto a su piel. Suavemente se levantó y la llevó a la tina. De una maleta sacó una serie de instrumentos. La ató de los pies y la colgó. Con la paciencia y silencio de la noche, forró el baño de plástico, las paredes, el piso, el inodoro. Tomó un bisturí, acarició su cabello y la besó. 

- Adoro tu piel.

Ahora vive en Brasil, pidió su cambio. Y aunque esta siempre acompañado, aunque tiene nueva compañera, él siempre regresa a ella. Hay noches que hasta duermen juntos. Acomoda su cabello y su piel, como un estuche vacío, en el lado de la cama donde ella solía dormir.



sábado, 13 de julio de 2013

Carta Última

No me desnudé para ti como otras, 
No soy el sexo que buscas, 
No soy la sumisa que ahora tienes, 
No soy de nadie, ni de ti. 


Te ofrecí algo tan grande como yo misma. 
Te ofrecí lo mejor de mi. 
Te ofrecí cafés y complicidad, 
te ofrecí letras y verdad. 
Te ofrecí el más sincero amor. 
Amistad. 

Te dije alguna vez que con eso nunca me ibas a perder 
y lo primero fue botarme precisamente por eso, 
con tu implacable desdén. 

Si escribo no es para ti, 
si leo es por ti. 

Me da pena que hayas tomado esa decisión
por la calentura de una nueva versión de mi, 
más sumisa, más doblegada, totalmente entregada a ti 
y más fácil de desvestir. 

Sé bien que volteas a verme, 
sé bien que anhelas tenerme, 
sé bien que deseas poseerme. 

Tú, como otros, no me pueden poseer. 
Mi letras dicen que "corro con lobos". 
Y eso es sola correr. 

Piensa bien, 
escribes por que amas las letras, 
pero lo utilizas como arma. 

Tu búsqueda empezó desde antes de que lo notaras. 
Una musa doblegada a tus letras, 
a tu imaginación entregada, 
ese era tu fin. 

Me entrego a quien quiero 
y aunque te duela el ego, 
detestas mi "juego",
tan ajeno a ti
y no entregarme diligente a ti.

Que triste, 
que la única que te causo un reto era yo, 
la mente indómita que llenaba tus versos.

Podrás pensar que yo soy la enferma de Ego, 
pero no lo ves en ti 
¿como lo vas a detectar en mi? 

Escribo de lo que estoy segura, 
escribo aunque sea dura. 

No soy orgullosa 
y por eso me lees ahora. 
Pero me enferma ver, 
cuan irreal puedes ser. 

Estas son mis últimas letras para ti, 
como dije ni como amigo para mi.

Mi vida es mi propio infierno 
y tu crees que eso no es cierto. 

Me dicen por otros lados
esclava disfrazada de doncella, 
doncella con toque de lujuria,
pero no llevo cadenas de nadie 
y eso es lo que más les puede. 

Y pocos hombros tengo para llorar. 
Nadie ve eso en mi, 
nadie entiende eso de mi. 

Tu que tuviste la oportunidad de estar en mi, 
la perdiste por ti. 

Hace poco te dijeron.
"El ego es un mal consejero, 
destruye amistades, Reinos y amores".
Pero no te dijeron que destruye una parte de ti.

Concluyo diciendo que te extraño, 
pero te detesto, por ser tan humano, 
tan visceral, tan común. 
Te detesto por que juegas con tu familia, 
pensando, esto es un juego de seducción 
y no te das cuenta que puedes llegar a la perdición. 
A mi familia le pasó.

Te veo jugar al conquistador 
desde antes de desterrarme, 
te veo ahora jugando al novio, 
al amante, 
bajo las luces del reflector. 
Y conmigo podías haber jugado 
bajo el resguardo del anonimato. 

¿Me equivoco? 
Mírate en el espejo a los ojos y di: 
No es cierto nada de lo que la maldita Gitana dice aquí.

y al final...

Mi corazón se detiene de luchar...

viernes, 12 de julio de 2013

Azul

Acostada en mi cama veo el sol entrar poco a poco; iluminando todo. Los rayos comienza tocando las puntas de mis pies, me despierto y estoy abrazando su espalda. La piel blanca salpicada de pecas y lunares. Antes de que la llenara de tatuajes. Esta profundamente dormido, respirando una paz que solo es causa de estar juntos. La luz se vuelve más intensa. Siento calor y la mirada de alguien.

Volteo suave para no despertarlo y esa mirada azul que tan bien conocí me observa sonriente. 

- Hola, lo traje de vuelta. Se quería quedar contigo. No iba a tolerar más tiempo lejos de ti.

Volteó a verlo y acaricio su cabello negro y rizado. Su espalda suave, sus hombros fuertes. Su dulce olor.

- Lo sé, lo vi triste la última vez.
- Me tengo que ir
- También lo sé.
- Tienes que estar con él.
- Lo dejaste mal, te necesita.
- Eso tiene solución. Pero te necesita a ti.

Nuevamente siento su respiración. Siento esa mirada azul llegar profundo en mi. Me acaricia un momento la cara, sonríe y se va. Abre la puerta y sol parece nacer ahí. No veo, me deslumbra. Regreso mi mirada a ese cabello suave y esa piel inmaculada. Veo ante mis ojos como cada trazo de los tatuajes que ahora tiene, se van formando. Lo siento respirar más profundo. Cierro los ojos y duermo.

Al despertar, no esta.

Solo un sueño, lleno de realidad. Pienso en esos ojos azules que tantas veces me hicieron sonreír, pienso en lo cómplice que era con nosotros. Lo mucho que nos entendió y siempre supo que nuestros andares nos llevaban a estar juntos. Al final solo vino a dejarnos la consigna de estar.

Así estamos, juntos, sin estar.

Tu allá, yo en mi lugar. Todo diseñado para no estar.


- Te cuento lo que soñé
- Contáme
- Acostada en mi cama veo el sol entrar...


lunes, 8 de julio de 2013

Adiós sin hasta luego.

Recuerdo la primera vez que te vi. Cuando pregunté tu nombre con la osadía de la juventud. Cuando miré directamente a tus ojos y supe cuanto me ibas a gustar. Recuerdo la primera vez que probé el fresco de tu boca, la mordida de tus dientes, la humedad de tu lengua. La confianza de decirnos todo desde el primer momento. Así, sin sentir pena, sin remordimientos, sin pensar que tal vez seguiríamos juntos. Era apenas una noche, una cama, un hola, un adiós. No había hasta luego planeado. Era solo el momento.

Hoy seguimos juntos. Te amo, pero como te detesto. Detesto esa insoportable sensación de que no te veo más. Detesto sentir poder hacer todo y no hacer nada por que tu no quieres. Detesto la lucha entre mi quiero y tu no puedo. Detesto tu ambivalencia en decisiones. Hoy es "ven a mi vida con toda tu vida" y mañana es "no vengas que apenas puedo conmigo". Y entonces el abismo se hace profundo.

Anhelo las sensaciones de tus besos suaves y húmedos recorriendo mi cuello, apartando el cabello de mi cara para morder mi boca y deslizar tu mirada en mis ojos. Seguir el camino de mi corazón para atrapar en un gemido mi pezón, duro y suspirante por tu boca, tu lengua, tu calor. Cierro los ojos y evoco la sensación de tus manos grandes y fuertes apretando mi culo, mientras siento tu pecho lleno de vello hacer cosquillas a mi vientre. Tu mano aprieta más fuerte mi nalga mientras tu boca se ensaña con mis pezones y arranca gemidos de placer de mi garganta. Te escucho aspirar para decirme, "tu olor me enloquece morocha". Me escuchas gemir y eso te endurece más. Sigues haciendo tu camino de besos y humedad, hasta que llegas a mi concha depilada completamente. La besas, la lames y juegas solo un poco, para seguir mordiendo mis piernas y llegar a mis pies. Tomas uno de mis dedos y lo chupas. Me miras a los ojos y te acercas a besarme nuevamente en la boca, ahogándome con tu peso y tu lengua jugando con la mía. Mis manos juegan con tu pelo en pecho y bajan mientras me muerdes la boca y la lengua. Atrapo tu miembro perfectamente circuncidado y juego con la punta húmeda. Me deleito sabiendo que yo provoco eso. Gimes por lo bajo sin soltar mi boca y más excitado aún. Me miras a los ojos diciendo "así me encanta que seas, sin tapujos". Comienzo a masturbarte suave, dejando recorrer mi uñas a todo lo largo de tus 21 cms. Tan dolorosamente placenteros. Gimes más y te prendes otra vez de uno de mis pezones ¡Que sensación tan inaudita! Tenernos a merced del otro. Te safas de mi y bajas nuevamente para comerme entera. Tu lengua jugando con mi clítoris, solo para bajar más, abrirme, mirar y decir "Estas empapada mi amor". Te hundes en mi humedad y te dedicas a disfrutar, el sabor, el olor, a dulce. Siempre me dijiste eso... "hueles a dulce, sabes a dulce, eres lo más dulce de mi vida". Mis gemidos te indican ritmo, donde, bien, mal, suave, más, despacio. Hasta que mis piernas; cada vez más tensas; te indican que casi me llenas de placer. Sigues hasta hacer estallar tu nombre en mi boca. Y aún así no te detienes, solo para probar el resultado del orgasmo. Te jalo de los hombros y te obligo a salir para que me beses. Mi sabor en tu lengua, mi olor en tu nariz, mis gemidos en los tuyos. Te digo entre besos "entra ya, te deseo", con tu respuesta "te amo" y entras, suave, apenas con esfuerzo y mi falta de aire por sentirte. El arco que mi espalda pronuncia al sentirte levanta nuestro peso. Tu mano acariciando mi cabello y besándome fuerte mientras entras.Nos quedamos así, quietos, fundidos en uno, besándonos. En ese sublime momento de perfecta comunión. Y la lucha comienza. El empuje, el ritmo, las posiciones, la gloria de sentirnos. Dejas que llegue al orgasmo un par de veces más. Somos tan poco ortodoxos que en cierto momento escupes en mi boca ¡Que aversión! Alguna vez escuche a un viejo decirme "Eso que te hizo es bien de eres mía, de marcar propiedad, de eres mi puta". Eramos tan uno del otro. Todo dentro del quiero. Nada era obligado, ni consensuado, solo lo aceptábamos o no. Tu orgasmo más allá de lo delicioso era sentir cada bombeo. Tan sincronizados que mi último orgasmo venía en el inicio del tuyo. Estallando en tu gemido. 

La suave capa de rocío que nos cubre, el calor, la humedad, el olor dulce en el aire. "Sos mundial linda"... Esa frase, tan tuya para mi. Y luego tus besos repartidos en hombros y boca, soplando mi nuca para refrescar el calor de mi piel. Tus suaves caricias y tu dulce mirada. Tu amor incondicional y protector. Tan protector eras que no iba a crecer si seguía a tu lado. Y quien lo viera, hoy he crecido tanto que soy tu "Cable a Tierra". Lo único que te mantiene atado a una realidad.

Mi realidad pasa por momentos tan difíciles y pesados, con tantas lágrimas y apatías, con tantas mentiras a mi alrededor de personas que les otorgo un gramo de confianza y en nada, caen en ese juego decepcionante. Sus mentiras más allá de herir, solo cierran mi calor, mi dulzura, mi amor. Me hacen más fría. Pero al mismo tiempo me hacen anhelar más nuestra piel juntos, nuestros momentos de comunión, nuestra honestidad. 

Dueles, siempre va a ser así. Te sueño y nunca voy a dejar de hacerlo. Suena estúpido, pero es la manera en que a pesar del tiempo, la vida, lo cerca físicamente que estábamos y ahora lo lejos que nos vemos, seguimos juntos. Y hay momentos en que solo deseo hundirme en el recoveco de tu cuello y llorar hasta que deje de doler. 

Y acá estamos, yo escribiendo y tal vez tu leyendo lo que ya hemos dicho muchas veces en viva voz. Que esto no acaba, solo sigue trascendiendo y cada quien su vida. A veces no logro evitar imaginar...

¿Que hubiera sido de nosotros con solo el Adiós?

Sonrío y pienso....

Siempre será un hasta luego.