miércoles, 30 de octubre de 2013

Arder

El aeropuerto era cómplice de muchas mentiras y algo que amaba era ver arder a las personas en el momento de partir. Acudía, se sentaba en un bar cercano a la salida de internacionales, casi al lado del baño y observaba. Conocía cada rincón para tener momentos efímeros de placer. Sonreía al recordar esa época de tener a alguien a sus pies, muriendo de amor por ella. De pronto encontró lo que buscaba. Una pareja, casi perfecta, pero se notaban ciertos indicios discretos del mal que les aquejaba. No se puede negar que cuando alguien es casado por muchos años adquiere cierta apariencia que lo distingue del común soltero. Paseo su vista de él a ella y entendió quien era la parte podrida de la relación. Ella. 

Se sentaron en el bar a esperar y ella se levantó al baño, discreta la siguió. No le causó sorpresa ver que se desviaba al estacionamiento, subirse a un auto estacionado y disfrutó la escena de sexo clandestino. Los besos salvajes, las manos tocando sin desvestir. Ver la cabeza de ella desaparecer y verlo a él echar la cabeza hacia atrás. Después ver como la tomaba con fuerza, conseguir un orgasmo en unos cuantos minutos. Su cámara de segunda mano de fotos instantáneas la adoraba. Sobre todo por que no tenía flash y ellos estaban tan distraídos que no se se percataron de ella. Fotos, amaba las fotos. Regresó antes que ella, obvio, la señora pasó al baño a "polvearse la nariz". Sin decir nada dejó las fotos sobre la mesa de la pareja. Salió rápido sin darle tiempo de detenerla. Lo observó todo mientras acariciaba su encendedor.

Vio arder el mundo de esa pareja. Que belleza de opera. La cara de ella al ver las fotos, el manoteo de él. Disfrutaba eso, abrirles los ojos a su triste realidad. Vio que ella gritaba, luego lloraba y finalmente, él la dejaba. Se acercó caminando y fingió chocar con ella y la miró a los ojos. Vio el fuego de quien pierde todo en un segundo. Amaba eso. Las consecuencias de sus actos. 

Cada día un fogata encendida.




martes, 29 de octubre de 2013

Morir

Tirada en el piso, con el dolor en el pecho y la sangre corriendo entre mis dedos la conocí. Se arrodilló a mi lado, tarareando una canción que me daba paz. Su sonrisa me hipnotizaba y su mano fría acariciando mi cabello me calentaba la espalda fría. Dos pozos por ojos donde nada había, solo inmensa paz. 

- ¿Sabes? Siempre quise una hija. Una heredera.

No sabía que pensar, solo sentía el dolor que tenía por no poder procrear. 

- Sería hermosa si la tuviera. Fuerte, fría, pero tierna y al mismo tiempo compasiva. 

Pensaba en lo cierto de sus palabras, la humanidad debería ser así; compasiva. Pero el cuchillo en mi pecho me decía lo contrario. Ya que por unas monedas me habían roto el corazón.

- Si alguien aceptara ser mi hija, le concedería el poder sobre la vida. 

Que poder tan grande ese, pero debe de tenerlo alguien que juzga sin egos de por medio.

- Esa hija debe ser inteligente, sabia y con capacidad para juzgar quien merece la muerte, cuando y porque.

Porque para llevarse una vida hay que discernir solo entre principio y fin. El bien y el mal lo juzgará alguien más.

- Tú, por ejemplo, serías perfecta. Esa dulzura en la mirada, la frialdad al juzgar, tu aceptación por el final... Perfecta al andar.

Acepto.



jueves, 24 de octubre de 2013

miércoles, 16 de octubre de 2013

...My Pensieve...: Quid pro quo.

...My Pensieve...: Quid pro quo.: Querida Jen, Quid pro quo. Me parece una idea fantástica el intercambio que me propone. Me molestaría que nuestro primer contacto real invol...

lunes, 14 de octubre de 2013

Nori, correspondencia

Nori:

Estuve pensando, sinceramente quiero tu libro, por leer lo vasto de tus letras y aunque quisiera poder invitarte un café, prefiero invitarte algo más mío. Digo, para poder ser un poco más justos en el intercambio. Así que prefiero regalarle un cuadro mío en pago a un libro suyo (que propia) autografiado. No soy un genio pintando pero cuando lo hacía me quedaba bien. Luego te paso las fotos, mejor no, te doy la sorpresa y te digo cuál te tegalo (intercambio) y porque. 

Nori, en verdad, esto de las cartas es una grandiosa idea. Genrus me ha hecho sonreír a las 12:00pm del 13 de octubre con la suya. Casualmente (nada es casual) estaba despierta como esperando algo del día que iniciaba. La sorpresa fue esa, una carta; de puño y letra.

Un beso amiga (aunque sea poco lo conozco de ti)


Mayra

Hola, siempre he querido escribirte más allá de 140 caracteres, y ahora que esto de las cartas ha empezado; aprovecho.

Admiro la forma en que escribes, tan llena de emociones. Invariablemente cuando termino de leerte estoy con una sonrisa y llena de lágrimas, con los sentimientos removidos. Para mi es mágixa que tus escritos me lleguen tan profundo.

Me gustaría conocerte para darte un abrazo y decirte ¡Gracias! Por desgranar la historia de tu vida que dejas ver entre líneas; por compartir, por la valentía que veo en cada letra.

Esto es lo que quería que supieras; que sin conocerte te aprecio enormemente.


Cartas, cartas y sonrisas.

http://estepicursores.blogspot.mx/2013/10/jen.html


Genrus; correspondencia

Genrus:

 

¡Hola! Buen día poeta de palabras grandes con significados hermosos. Me encantan esos buenos días. Será que agilizan la mente y te hace buscar en el archivero del cerebro, y si no existe en el repertorio mental, busco en el diccionario. Googlear se me hace poco exquisito. Así que tengo un “APP” que se llama “Definitio”, muy bueno, lo recomiendo; claro su defecto es que debes tener buena ortografía.

 

¡Qué bonito esto de usar la letra de puño! En fin; esto es para agradecer tu carta del otro día, de verdad me gusta. Y sí, sería divertido tomar un café y reírnos seriamente de la vida.

 

Nori tiene ideas magníficas, y yo que soy una atrevida sin remedio de mostrar que lo sencillo de la vida es lo que más da en ésta vida, tan corta y a veces tan difícil.

 

Un ósculo con el sabor de amistad.



jueves, 10 de octubre de 2013

Vicios y Demonios


Esto es así de fácil. Debes confiar. Debes obedecer. Todo tiene un tiempo para suceder. Tú debes esperar y confiar en que yo sé que es lo mejor para ti. Te protejo, siempre, hasta de ti misma. Y estas ansias que te comen están comenzando a ponerte en peligro ya que llevas tus pensamientos a fantasear y querer escapar de la realidad. Estas a un paso de salir de mi protección y no te podré ayudar si así sucede. Además recuerda que si quieres regresar no serás bienvenida.
Ahora… silencio. Te he dado permiso de expresar tus inquietudes y me comienzas a decepcionar. Te quiero fuera de mi vista.

“Sí mi Señor”.


Ella felinamente, suave, con la mirada enardecida, agachada. Se alejó. En su pequeño refugio, como ella, mullido, como gata se quedó tranquila y pensativa. Su piel suave como melocotón, color miel y dulce, el cabello negro rizado refulgente. Todo apacible en ella. Era un oasis para la vista, para el placer, pero su mente le faltaba guardar calma. Lo había logrado durante un tiempo, era feliz con lo que él le daba. Pero después de cierta visita y uso de otro Señor con exigencias más duras y más frías, dejaron su mente activa, su piel enardecida y anhelando por más. Su señor habló con ella indicándole que pronto podrían evolucionar a ese viso de dureza que le mostró con su “amigo”. Pero no le bastó la promesa después de varias semanas. Aunque el trato era más duro, más exigente, ella anhelaba más dolor.

A pesar de esa íntima obediencia, tres veces por semana se quedaba en casa de él. Compartiendo ocasionalmente la estadía con otras hermanas. Más jóvenes e inexpertas. Ella les enseñaba con gusto y se ganaba los buenos tratos de su Señor. Obedecía cabalmente cada una de sus órdenes, pero su mente comenzaba a rebelarse. Hasta que un día osó contestar sin tener permiso. Eso enardeció a su Señor. Ella espera un castigo lento y doloroso. Eso deseaba. Pero él era un Amo respetado por muchos, anhelado y codiciado. Inteligente más allá de las pasiones, la miró, no prodigó ni una palabra, ni un golpe, ni una caricia, ni una orden. Tomo una llave y quito de su cuello el hermoso collar confeccionado especialmente para ella. La despojó de su símbolo de sumisión. La dejó “desnuda”. La miró de reojo y solo dijo:

Si sales por esa puerta, estarás sola y no podré protegerte. Te libero, pero tú decides si te vas.

Él fue a sentarse en un sillón. Ella fría, quieta. Su confianza en él estaba a punto de rayar en la esclavitud, pero su mente revolucionada por sus anhelos carnales, no la dejaban pensar correctamente. Deseaba enormemente experimentar esos lugares donde podría interactuar con otros Señores más duros y fríos. Esos lugares de los que solo había leído o visto videos. Ese lugar que el último Señor con él que ella interactuó bajo las órdenes de su Amo, le contó. No sabía qué hacer. Su impaciencia se había trastocado, le costaba demasiado trabajo concentrarse y esperar. La meditación no lograba calmar ese pensamiento lascivo que la carcomía desde dentro. Tomó una decisión. Se levantó, se vistió y se paró en la puerta de su “hogar”. Un paso y estaría sola. Un paso y tal vez se arrepentiría el resto de su vida…. O tal vez no. Su mente jugando sucio con ella. Da un paso y se marcha. La puerta se cierra tras ella y se escucha como un pestillo cierra su “hogar” para siempre. Por que él no tiene marcha atrás. Ni arrepentimientos, ni mentiras, ni deslealtades. Se acabó.

La primera semana, visitó el más reconocido lugar de BDSM. Conocido abiertamente por la sociedad. Regulado y seguro para cualquiera que quisiera entrar a “experimentar” un mundo distinto, o solo visitar. Al entrar fue reconocida por otros “Señores”. Así que no dudaron en acercarse a ella. Cosa que fue plácido para ella. Ya que el lugar es para experimentar. Eso fue lo que encontró. Un mundo lleno de luces, colores, diversidad, vouyerismo y puntos oscuros desde donde poder observar. Recibió la invitación de uno de los Señores, que ya conocía por su antiguo Amo, para ir a una Mazmorra alquilada dentro del lugar. Al entrar era un paraíso de placer y dolor, dolor y placer. Justo lo que ella buscaba.

De inmediato comenzaron las órdenes duras. “Camina, desvístete despacio, gatea, maúlla… Tu palabra dila”. Su palabra favorita, su invocación, su perdición, su confesora, su observadora… “Luna”. La mano de él en la barbilla levantado la cara hacia arriba… “Yo no soy tan dulce y menos en encuentros fortuitos como estos, aquí nadie te cuida, pero confía en mí que sabré cuidarte por el momento.” Seguridad, siempre le ha encantado dejarse cuidar, por un rato no ser tan fuerte. El no usó antifaz para ella, le ordenó ver todo lo que el iba a hacerle. Esa luz en los ojos de ella brillaba como nunca. Esa ansiedad, ese vicio creciente. Esas ganas de dolor…

Deseosa de sentirse doblegada, de perderse en el dolor, de sentir de verdad. Su mente continuaba irradiando su obsesión por el dolor descarnado. Deseaba los nudos duros y perfectos de ese maestro del Bondage que la había invitado, famoso por vestir a las damas de cuerda negra, alternando con blanca duramente apretadas. Anhelaba complacer el sadismo ajeno con su masoquismo creciente. Extrañaba a su amo, complacerlo y adorarlo, deseaba su mano fuerte. Pero sus demonios rebeldes la dominaban. Ardía en miedo y anhelo. Ahí estaba desnuda, postrada a los pies de un Señor que desconocía. 
El tomó sus manos y las besó suave. Comenzó una ligeras ataduras en las muñecas frente a ella. Atada a un poste y un separador en los tobillos, dejando abierta sus piernas, dispuesta y expuesta; se admiraba en el espejo frente a ella que iba de pared a pared. Él admiraba en círculos la belleza de su piel expuesta a cualquier inclemencia. Parándose frente a ella, ordenando con su simple presencia, el bajar la mirada. Tenía la camisa desfajada, las mangas arremangadas y estaba descalzo. En una de las manos tenía una fusta, suave, flexible. Recorría su cuerpo suave con la punta de su fusta, acariciaba. Su piel se perlaba con la transpiración de la angustia del deseo, del dolor anticipado.

- Dolor...
- Sí, por favor, lo quiero.
- Aquí los deseos solo son míos, tú no exiges, no pides, tu solo complaces... Sumisa Renegada. Silencio.

Renegada. Su mente hizo doler su corazón, pero entregada al momento y al Señor en cuestión, sucumbió al placer que el prodigaba. Un azote suave, un ligero gemido. Pruebas. Ni una palabra. Su piel suave, la mirada en el espejo topándose con sus ojos. Ella retadora y él Amo. Le besa la nuca mientras la desata del poste. Con un golpe de la fusta en las pantorrillas la lleva hacia el piso de rodillas frente a él. Esa fusta era su juguete favorito, la descargo en esa dulce piel de su culo. Tres veces, con suficiente fuerza para hacerla gritar. Cierra los ojos esperando la caricia que nunca llega. 

- Aquí solo hay dolor hasta que yo decida lo contrario, no hay caricias... Sumisa Renegada ¿Sabías que ese es tu nombre ahora? Eres un placer para las fieras, sabemos de tu locura por el dolor y muchos no tenemos corazón.

Dos fustazos en las nalgas, dejándolas marcadas con esas rayas rojas. Ese tipo de fustas dejan verdugones rojos, hinchando la piel, pican, arden y si son más fuertes pueden reventar la piel dolorosamente. Él transpiraba y ella detectaba el olor encendido de su esencia. Gozaba el dolor sin clemencia y la combinación de los sentidos exaltados, la instalaban en un viaje, perdiendo la noción del tiempo. Ese Señor no usaba instrumentos ademas de su fusta, sus cuerdas y sus manos duras. Con unos cuantos fustazos más, con la fuerza necesaria le reventó la piel de nalgas y piernas. La sangre lloraba por las heridas y en ese momento se arrodillo atrás de ella y colocó suave las manos sobre las heridas abiertas. Eso hacía que la herida doliera más. Besó su cuello y nuca muy suavemente, hablando a su oído, calmando las lágrimas. Con la otra mano acariciaba y apretaba su cuello levantado su barbilla hacia el techo. La levantó sujetando sus muñecas nuevamente al poste. El se desnudó arrodillándose frente a esas heridas abiertas y lamiendo esa sangre despacio, haciendo arder y doler más. Se levantó abrazándola por detrás, dejando sentir la erección perfecta y húmeda. Lista para poseerla. Pero faltaba más. Estimuló sus pezones hasta hacer doler de placer. Recorrió sus húmedos labios vaginales y estimuló el clítoris uno y otra vez; deteniéndose en el momento justo del casi el orgasmo. Probó la humedad de su vagina, recorriendo con su lengua la mojada cavidad. Sus dedos llenos de la esencia de ella. Desato sus manos y retiró los separadores de sus tobillos. Comenzando a "vestirla" con cuerdas de algodón. Una hermosa manufactura recorría sus brazos y cuerpo. Pero lo más bonito era el collar trenzado con un nudo corredizo con unas cuerdas sueltas en el cuello. Era una hermosa cadena de castigo. Así atada la inclinó sobre la mullida mesa de trabajo. Lamió nuevamente las heridas, mordiendo en algunas partes. Eso hizo que ella siseara de gusto. Su vientre estaba adolorido de deseo, sus pezones punzaban por la manipulación en extremo de ellos. Las contracciones vaginales eran constantes. Ese abismo gritaba por el miembro de ese Amo.

- Aquí, ahora, eres mía. Dilo...
- Sí, mi Señor, soy suya, su instrumento de placer. 

Se acercó complacido con ella y la invitó a lamer su dura punta. 

- Vamos, muerde, fuerte...

Ella complaciente, lamía y mordía con fuerza. Él la tenía dominada por el cabello y la cadena de castigo en la otra mano a veces apretaba. La levantó y la recostó boca arriba, fustigando su clítoris con lengua, estimulándola con dos dedos dentro de ella. La tuvo a punto varias veces. La dejaba anhelante y deseosa de más. El clítoris hinchado y su vagina derramando toda la esencia. Siempre mostrando orgulloso su erección, incitándola a desearla, manteniendo el control de si mismo y la situación en todo momento. Ella transpiraba y cada gota que perlaba su cuerpo era una súplica silenciosa para su Señor. Desató su cuerpo. Aunque hermoso el vestido, quería verla "gatear", era su verdadera esencia, los felinos movimientos. El se sentó en un sillón y la observaba en cuatro.

- Vamos gatita, da la vuelta y muestra ese culo sangrante y la humedad de tu entrepierna. 

Obediente se deslizó por el piso como gata en celo, suave, ronroneaba suave, una suplica de caricias en cada movimiento. 

- Ven...

Esa palabra tan condicionante.

- Póstrate a mis pies, quiero acariciar esos rizos salvajes.

Acarició sus rizos y eso trajo a su mente el recuerdo de su Amo leyéndole cuentos de Edgar Allan Poe. De pronto sintió la fuerza con la que era tomada del cabello para ser arrojada al piso en posición de completa sumisión. El se levanto dando vueltas a su alrededor y se arrodilló detrás de ella. Introdujo dos dedos en su vagina y los llevó hacia su boca. Probando su sabor le dijo.

- Eres pan de dulce recién hecho.

Eso la hizo gemir de gusto. Se deslizó dentro de ella sin reparos, fuerte y duro, casi doloroso. Estuvo a punto de correrse cuando escucho la orden. 

- No te corras perra. 

Ella controló su cuerpo y el adentro de ella punzaba con placer. Disfrutaba la dulce espera, la ansiedad del cuerpo de ella. Levantó una mano y la descargó con mucha fuerza sobre sus nalgas laceradas. Ella apretó dientes, puños y todo el cuerpo se contrajo. Su vagina apretó con fuerza y el echó la cabeza hacia atrás sintiendo el placer de esa prisión de suave carne mordiendo con fuerza su miembro.Tres nalgadas más, gimiendo de placer y dolor. Se acercó al oído, besando su espalda, mordiendo su nuca y le dijo.

- Córrete para mi puta viciosa. 

La tomó de la cadera y embistió contra ella fuerte, duro, dolorosamente. Ella soltó su cuerpo y el orgasmo fue perfecto. La sensación de la represa de ella reventar y desbordarse en él lo llevó a sonreír y gemir por lo bajo. Continuó batallando sus adentros y la llevó a terminar más veces de lo que esperaba. Gutural, animalada. Cuando el estaba a punto guiándola hacia otro orgasmo tiró de la cuerda, apretando el cuello de ella, dejándola sin aire. Diez, doce segundos, al borde de desmayarse llegó el frenesí del orgasmo sincronizado. El apretando, ella sin respirar y el grito animal que retumbó en las paredes. Soltó el apriete y ella respiró regresando muy lentamente a la realidad. 

- Antes de que te marches debes saber que tus demonios te dominan y te estas perdiendo.
Desde que dejaste a tan buen amo has ido tropezando. Sola estas a merced de cualquier falso Amo que solo busca satisfacer bajos instintos. Ten cuidado, te puede pasar algo. Recuerda que no tienes quien te proteja. Ahora, dicho esto... Márchate.

La noche había sido perfecta, llegó a casa adolorida. Cansada. Antes de caer rendida después de la ducha, sus demonios susurraron... "Queremos más".

Semanas después su mente seguía jugando sucio con ella; "espera, paciencia, ya llegaras a donde quieres llegar". Un viernes, se enteró de un evento itinerante, clandestino. Donde una vieja bodega en algún lugar de extraña reputación era adecuada para esos eventos. Nada regulado, fuera de normas y vigilancias. Era una situación realmente excitante, peligrosa. Sus demonios le decían suave "Llévanos, no pasa nada". Era el vicio la que la dominaba. 

Llegó al lugar del evento, en un taxi que dudo bastante en llevarla hasta que ella ofreció el doble de lo que marcara el taximetro. Simples señales te da la vida para indicarte que pienses dos veces lo que quieres llevar a cabo. El taxista al dejarla le pidió que recapacitara, argumentando que ese lugar no era para alguien tan linda como ella. Intentó convencerla sin éxito. Ella refunfuño de la intromisión del viejo taxista. El sórdido lugar solo exaltaba a sus demonios. Cuando entro a la bodega, muy bien adaptada quedó encantada. Los personajes no eran conocidos. Pocas caras le resultaron conocidas y esas iban acompañadas de sus Amos o Amas. Se paseó por el lugar, encantada, buscando. Una sombra la seguía. La vio desde la entrada. Ligero de paso iba tras ella, la cazaba. Cuando se acerco a hablarle ella quedó fascinada. Era un verdadero ángel, cabello rubio en bucles, piel tostada, ojos azules. Una voz profunda, acompañada de una sonrisa espléndida. Tenía la presencia de un Señor duro y fuerte. La forma en que le hablaba y las ordenes perfectas y adecuadas. Después de un rato de charla, preguntas, respuestas y anhelos. Le propuso ir a un lugar "más privado", claro que ahí ya no había espacio. 

- He preguntado hace un rato y los lugares están agotados, pero tienen en renta cerca un edificio que han adaptado habitaciones para la ocasión ¿Te apetece que salgamos? Es a unas calles. Yo sé que es peligroso, pero vienes conmigo, no te pasará nada, te cuidaré...

Ella dudo un solo instante, algo muy dentro le dijo a gritos "NO VAYAS". Pero sus demonios anhelantes le suplicaban "LLEVANOS, SERÁ LA ÚLTIMA OCASIÓN Y VOLVEREMOS A COMPORTARNOS". Lo tomó del brazo sonriendo "Vamos". Al salir una sumisa amiga suya la detuvo del brazo. "No salgas, este lugar no es seguro, ni aunque vayas con él. Quédate, por favor". Ella solo sonrió y le contesto, fingiendo que el miedo no le atacaba, "No pasa nada, regreso en un rato... o tal vez no", dirigió su mirada a los ojos azules que la esperaban. Al salir se dio cuenta del miedo que en realidad tenía. La noche tibia le pareció helada, pero sus demonios calentaban su cabeza. Caminaron dos calles y llegaron a un edificio que parecía abandonado. Más miedo, más frío. Subieron dos pisos entre basura y una que otra rata corriendo. Más miedo, más frío. Al llegar a una puerta le abrió y permitió que pasara primero. Se sintió ligeramente aliviada al ver la mesa con instrumentos normales, la cama junto a la ventana, las cuerdas en un perchero, las velas iluminando tenue el piso. Escuchó el pestillo de la puerta y una llave cerrando con fuerza. Su piel se erizó, sintió frío que recorría su espalda, algo estaba mal y era demasiado tarde. Escuchó la risilla del ¿Amo? Volteó a observarlo y junto a él estaba un monstruo de 2 metros de altura, pesado, sucio, descuidado y con la mirada turbada. Quiso gritar pero estaba congelada de la impresión al ver que el monstruo tomaba por la nuca al ángel que la había seducido, lo obliga a hincarse y el sonreía lleno de placer.

- Amo, he traído lo que me has pedido. Una renegada...

La respuesta fue unos bofetones que lograron sacarle sangre de la boca. El sonreía complacido. El dolor le hacía sonreír de esa manera. El gigante estuvo en dos segundos tomándola por el cuello. Ella trató de luchar, pero un bofetón casi la desmaya, la atontó lo suficiente para que el la apresara por las muñecas y la arrastrara a la cama. Otro bofetón nubló su vista y su conocimiento lo suficiente para reaccionar cuando estaba siendo amarrada a la cama. Frente a ella el demonio se despojo de su asquerosa ropa, el tenía un olor penetrante, duro, desagradable... a muerte. Escuchaba de fondo la risilla del anzuelo que la llevó hasta ahí. Desnudo, en cuclillas, mirando. Era un verdadero oasis para los ojos. Estaba excitado por lo que veía. No quería voltear a ver el monstruo frente a ella así que se refugió en los ojos azules, suplicando por que la ayudara. Los ojos azules contestaban con fiereza. "No puedo y no quiero, quiero ver como te destroza, eso es excitante. Además después viene mi recompensa por traerte". Otra vez la risilla. 

- Voltea puta.

La voz era la de un demonio, cerro los ojos y se negó a abrirlos, cuando sintió un látigo quemar desde su cara hasta las piernas, pasando por su vientre y pecho. Dolor, verdadero dolor. 

- TE ORDENÉ ALGO PUTA

Abrió los ojos a pesar del dolor que la atravesaba y solo vio esos ojos brillando, parecían dos pozos negros. El cuerpo grande y voluminoso, sudando, sucio y ese miembro dolorosamente grande. 

- RENEGADA, PUTA, PERDIDA... Este es tu castigo. Yo.

Se tiró sobre ella, golpeándola, casi la desmaya, pero el monstruo tenía medida su fuerza, la penetro sin compasión y la desgarro en un grito, le tapó la boca y sonreía ante sus lágrimas y ojos desorbitados. Dolor, terrible dolor. Sangraba profusamente. Olía su propia sangre. Trató de evadir el dolor, pero el monstruo se concentraba en mirarla a los ojos, amenazando de sacarselos si no lo miraba. Era un suplicio para su mente ver el gozo enfermo en esa mirada. Sentía que se partía, su enorme cuerpo y su miembro enorme. De pronto salió de su cuerpo y la obligó a abrir la boca, hundió ese miembro en esa cavidad deliciosa. Casi se ahoga, saboreaba su propia sangre que disfrazaba el agrio sabor de ese miembro asqueroso. Amarrada indefensa, estaba probando la esencia del verdadero terror al dolor. El monstruo embestía con furia su boca mientras la abofeteaba. Rojas marcas tenía en la cara, su ojo se estaba hinchando con la constancia de los bofetones. Deseaba no perder la vista para evitar la ansiedad de la oscuridad, de no saber que venía. Sin previo aviso, el monstruo golpeó más fuerte su cara cerca de uno de sus ojos y este se hinchó cerrándose por completo. Las asfixia por el miembro en su boca estaba a punto de desvanecerla. El monstruo se detuvo eyaculando en su rostro, cabello y boca. Su sabor era realmente desagradable.

- Vamos querubín, ahora la puedes hacer tuya.

La belleza tentadora se acercó con risillas tapándose la boca. Uno solo de sus ojos veía. Este "ángel", la besó suave por todas partes. Antes deseosa de sentir esa boca recorriendo su cuerpo, ahora sentía asco. Ese ángel le provocó un orgasmo involuntario de tanto que lamía y acariciaba. Ella solo lloró de humillación. Cuando de pronto la penetró analmente salvaje y si reparos. Al igual que su vagina comenzó a sangrar, desgarrada. Sus manos golpearon sus costillas a puños, su cara antes hermosa tenía la nariz rota y la boca hinchada. Sentía quedarse ciega en cualquier momento. Su cabello arrancado en alguna partes. De pronto las manos fuertes cerrándose en su cuello, desvaneciendola poco a poco. Negro, oscuridad, sentía hundirse por fin. Se dejó llevar.
Despertó afligida al sentirse todavía viva. No podía ver, pero sintió las manos atadas, separadas al igual que las piernas. Con cadenas y su cabeza colgaba. Estaba de pie. Esa risilla nuevamente desde algún rincón de ese asqueroso lugar. Escucho la asquerosa respiración del monstruo, sus pasos rondando alrededor de ella.

- Eres fuerte, puta perdida, otras han sucumbido antes que tú. Querubín, esta adquisición te dará una recompensa exquisita. La puta es fuerte y me place.

Risillas, lo odiaba, deseaba matarlo y eso la hizo acrecentar su adrenalina, dejó de dolerle los brazos, pero sabía que lucha estaba perdida al escuchar el látigo que surcaba el aire deteniendose muy cerca de sus piernas. El primer azote aterrizó en la pierna derecha y la punto respingó en su vientre. Era una lengua de fuego sacada del infierno, llevada de la mano de un verdadero demonio inclemente. El segundo azote recorrió su espalda terminando el su cara. El ardor y dolor era inconcebible, la hacía ver una luz blanca. El tercero fue de frente, recorriendo sus bellos senos y vientre. Se detuvo, lo escuchaba sonreír. Escuchó fierros moviendose y los pasos acercándose a ella, risillas malditas de fondo musical. De pronto sintió el hierro candente marcando su seno. Un grito agónico surgió como un rugido de su boca. El olor de carne quemada, el siseo de la piel y el hierro. Una sinfonía de dolor. La carcajado oscura y demoniaca de su agresor era como la bienvenida del infierno. Comenzó a llorar suavemente, arrepentida de todo, pidiendole a Dios o alguien que por favor la sacara de ahí. El monstruo reía disfrutando sus plegarias en voz alta.

- Aquí no existe Dios, solo yo, tu ejecutor.

Un fusta la llevó a hincarse, sus plantas de los pies fueron masacradas. Imposible levantarse después de eso. Sus plantas sangrantes aullaban y ella pensaba que nunca más podría correr. No perdía la esperanza de salir de ahí. Que terrible para ella ser fuerte, el gozaba rompiéndola en pedazos. Su vagina, su cara, sus costillas. Sus senos marcados con fuego. Sus pies. El demonio, monstruo, sádico, Su Justiciero... Se acercó a ella tomo los dedos de su mano y lamió cada uno de ellos. Ella gemía de asco, suplicaba por lo bajo clemencia y su libertad. Pero el monstruo a carcajadas empezó a arrancar sus uñas pintadas de rojo, una a una. No podía más. Comenzaba a desear morir y lo grito con la última fuerza y fiereza de su pequeño y maltratado cuerpo.

- Aquí mueres hasta que yo lo decida.

Sollozando, sufría las inclemencias de su malas decisiones. Su mente se refugió en el último rincón de placer en su vida. Su mullida morada a los pies de su antiguo Amo. Él acariciaba su cabello, leyendo con esa voz hipnotizante. Su olor a limpio y loción. Su ropa inmaculada. Su amor incondicional. De pronto el monstruo la tomó de la cara, obligándola a abrir la boca. Tomó uno de sus dientes incisivos con unas pinzas y lo arrancó.

- Aquí no hay refugio ni en tu mente. Regresa puta perdida.

Tanto odio hacia ella solo la hizo sentir lástima por ese demonio. Perdido por siempre. Lo enfrentó sonriéndole con la boca sangrante. Y soltó una carcajada, su hermosa carcajada de bruja, fuerte, con el estertor de la sangre en los pulmones. Estaba cerca de la muerte una costilla le había perforado un pulmón. El monstruo supo que su fin se acercaba y anhelaba sentirla morir a sus manos. Él era el que mandaba aquí, ni la muerte tenía permiso de entrar si él no lo permitía. 

Se levanto escuchando la risa de esa pequeña fortaleza. Tomo el cuchillo grande mientras el ángel siseaba un "sí" anhelante. Se acercó y le pasó el cuchillo por todo el cuerpo. Haciendo cortes que arrancaron alaridos, sin embargo las carcajadas no cesaban. Se hincó finalmente ante ella y la beso mordiendo su boca y callando sus carcajadas. Lento muy lento hundió su cuchillo en el vientre, sintiendo la sangre correr a borbotones entre sus manos. Sentía como su cuerpo cedía a la muerte y él extasiado la abrazaba con el brazo libre, aspirando su último aliento, sintiendo su alma tratar escapar de él. Tomó esa alma escurridiza y la aspiró dentro de él. La sintió retorcerse sin salida y en su mente le dijo: ERES MÍA PARA SIEMPRE.


miércoles, 9 de octubre de 2013

...My Pensieve...: Correspondencia...

...My Pensieve...: Correspondencia...: Amiga: Agradezco infinitamente el tiempo que me ha regalado. La gente ya no escribe, ya no recita, ya no se toma ésos largos ratos para conv...

Carta a Nori

Hola Nori. Me has pedido una carta y con lo que me encanta escribir cumplo tu deseo solo "porque sí". Además de que eres tú una excelente escritora, pensadora y divertida mujer. Me parece que tu y yo tomariamos largos cafés de atardeceres rojos platicando y deshebrando todo y a todos. Seguro llegaremos a las risas y hasta carcajadas con las anecdotas fantásticas. Tal vez terminaremos llorando al contarnos de los amores que reblandecen nuestra cobertura de letras. Compraría un libro escrito por ti, solo para que lo dedicaras de tu puño y letra. Que eso como me fascina la tinta entre los dedos, manchando y recordando que la caligrafía más hermosa, se vuelve torpe cuando las ideas se alebrestan por salir y no se tiene la rapidez del teclado y las clases de mecanografía de todo niña "bien" de colegio privado para señoritas. Ayyy, esa parte de mi vida, que mal ejemplo de señorita bien siempre fui. Pero como te darás cuenta no siento ni una pizca de pena de lo que hice o en algún momento fui. Me encantaría desgranar los pasajes bíblicos de mi vida que marcaron la persona que soy ahora. Pero bueno, esta carta es eso, solo un momento para contarte lo que debería ser en un efímero encuentro de café pausado. Nori, ojalá te guste lo poco qur he escrito aquí, personalizado.

Que tengas lindo día, te seguiré leyendo con una sonrisa y una taza de café.

Un beso y un abrazo grande, hasta donde vives, que no es muy lejos. 


martes, 1 de octubre de 2013

Efímero

- ¿Que pasaría?
- Nada, me duele, pero no me rompo. Sigo.
- Entiendo.

Nada más triste, que el aviso del próximo abandono, formulado en pregunta. Previendo reacciones ¿Que esperaba? ¿Una puteada? ¿De qué sirve? Obligar a la persona que amas que pueden estar juntos a pesar de todo, no sirve si la otra persona sigue sin expiar sus propios demonios. Te hace sentir bajo la Espada de Damocles, siempre mirando en que momento cae. 


Demostrar el dolor que sentía por su virtual profecía, era retroceder en fortaleza. No, no le iba a demostrar lo que él ya sabía. La conocía de siempre, perfecto, sabía lo dura que podía llegar a ser exteriormente, pero también sabía que la única persona que la tocaba era él. Así que no, no iba a romper en llanto.

Salieron finalmente del restaurante y se despidieron con un beso ardiente como para no olvidarse, como para retenerse a pesar del tiempo. Cada uno se miró a los ojos cuál despedida sin ser una realmente. Esa chispa brincando entre uno y otro. Si dijeron adiós por fin, cada quien tomó un rumbo distinto, en la vida, en el camino y los anhelos.

Mientras uno luchaba por salir de ese abismo en el que se encontraba, la otra luchaba por seguir nadando a contra corriente. Esa visita a pesar de haber sido esclarecedora, fue devastadora. Sin embargo siempre veía lo mejor desde esa mirada llena de lágrimas.

Caminaba por calles y miraba la vida ajena con ojos llenos de curiosidad y cierto grado de sabiduría. Cuando se topó con esos ojos miel y dos metros de altura, mirándola de manera tierna y descarada. Era tan grande como un oso, pero esa mirada la podía conquistar. Ella con descaro se sentó a su lado y le sonrió. Sin decir ni una palabra se besaron. Como una pareja de años. Se intuían a la perfección, era esa piel que se llama, esa sangre que se huele. Eso aroma que despierta los instintos que traemos dormidos. Sí, no iba a pensar en absolutamente nadie, en nada. No tenía que llegar a ningún lado, a ninguna persona. Solo ese momento y ellos. Se refugiaron en el primer hotel que encontraron, no había porque escatimar con ese deseo momentáneo. Solo dos extraños cayendo uno en brazos del otro. Solo un momento que perdure por siempre.

La mirada cómplice mientras obtenían la habitación. Era de día, una mañana soleada y ellos se besaban en el ascensor sin el pudor que el lugar implicaba. Los observaban algunos con descaro y sonrisas, otros con miradas ofendidas. Ellos no estaban al tanto de semejante espectáculo. Eran uno en ese momento. Dejaban una estela de anhelo en otros. Las parejas casada se miraban preguntándose ¿Dónde dejamos nosotros ese deseo? Las nuevas parejas se miraban con el deseo en los ojos. Eso despertaban a su paso en otros.

Cuando entraron, el último resquicio de pudor acabó. Con la habitación inundada de sol, sin correr las cortinas, continuó besándola mientras la cargaba. Ella lo abrazaba con las piernas y sus manos entrelazadas fuerte en su nuca. El vestido ayudaba a que las manos de él tocaran los recónditos recovecos oscuros y húmedos, los pliegues que había antes de ellos. El calor se acrecentaba. La recargó suave contra la pared y por un momento se separaron, observaron el reflejo del deseo en los ojos del otro un simple espejo del momento. Los ojos miel llenos de anhelante dulzura, los ojos cafés anhelantes de deseo. Miel y piel. Combinaban perfecto en ese momento. Nadando en esa mirada él toco su cara, acariciando su mejilla y dos dedos entraron en su boca, ella succionó suave provocando que el cerrara los ojos de placer. Era una sensación que extrañaban, ambos, de pertenencia. Ella lamía los dedos con placer, el sentía cada recorrido de esa lengua. La miraba a los ojos mientras veía como mordía la punta de sus dedos. La paciencia que él tenía era infinita, la podía tomar en ese momento, arrancándole la ropa si quería, pero se detenía, para así prolongar lo efímero del momento. Beso su cuello, suave, lamiendo, erizando los finos vellos de los cuerpos. Ella suspiraba suave, sin decir nada. La recostó en la cama y suave le quitó la ropa, para deleitarse con su desnudo perfecto. Sin pudor ella se tendió en la cama dejando que la mirada la acariciara, con dulzura y deteniéndose en cada detalle, en los pocos lunares estratégicos que tenía, en la forma de gota de los senos, en las puntas oscuras de sus pezones erectos, en el cambio de color en los brazos, el cuello, la clavícula, el ombligo armonioso. El triángulo de la entrepierna los labios exteriores ligeramente abiertos dejando asomar los húmedos labios internos. Adivinaba el sabor que había en ese abismo de placer, el olor de esa piel se lo indicaba. La acarició, solo eso, mirando el recorrido de sus manos. Cada centímetro de piel desde el cabello rizado hasta la punto de los dedos de los pies. Guardó en su memoria táctil cada cambio de textura. Y con su boca y lengua recorrió cada rincón de su cuerpo sin detenerse demasiado en ninguno. Su intención era recolectar cada sabor para evocarlo en el momento correcto. Ella a su vez recolectó cada sensación y cada movimiento. Recopiló la mirada recorriendo cada músculo y cada escondrijo. Cuando el terminó, recargado en codo, pellizcaba un pezón suave y escuchaba cada suspiro, cada respiración y gesto de placer de ella. Ella volteó a verlo, se sentaron en la cama, ella desnuda, el completamente vestido. Comenzó a desabotonar la camisa. El observaba tranquilo las manos pequeñas de ella haciendo el trabajo titánico de desvestirlo. Cuando lo despojó de la camisa, tocó suavemente su piel. Su vello rizado y castaño claro en el pecho, los pezones rozados y pequeños, los hombros anchos, los brazos hasta entrelazar los dedos. Se puso a su espalda y la acarició admirando la constelación de pecas que tenía. Comenzó a besarlo suave y el cerro los ojos, apresando la sensación de esa boca fina y pequeña. Suspiró profundo demostrando el placer que ella prodigaba con ese simple gesto de recorrer su piel con su boca a besos. Sintió la sonrisa que provocó con eso en ella. Sonrisa que recordaría siempre que hiciera falta. Continuó desvistiéndolo y recorriendo su piel con besos y manos. Cada movimiento, suspiro, sonido, caricia y beso grabado en el fuego del deseo.

Había llegado el momento que cocinaron con caricias y besos, con miradas y suspiros. Recostados del lado mirándose, sonriendo se besaron. Con la pasión del deseo que se cocina con calma a fuego lento pero perpetuo. Las manos de él se detenían en la punta de los pezones pellizcando con la misma intensidad que ella hacía con los suyos, un espejo. Llegaron al sexo el mojó sus dedo en la boca de ella, prolongando su estadía en esa cavidad húmeda. Ella sintió ese miembro erecto, llorando pequeñas gotas de deseo. Ese sublime momento arrancó gemidos de sus gargantas, se besaron y la lucha comenzó. El acariciaba los pliegues, escuchándola gemir, disfrutando el olor que cada vez era más fuerte, besando fuerte esa boca delgada, sintiendo esa humedad que emanaba. La lubricación de ella le ayudaba a que sus dedos recorrieran cada rincón, desde el ano hasta el clítoris. Ella con dedos expertos y manos suaves recorría cada centímetro de su miembro, sus testículos y acariciaba suave su ano, dilatando con cada movimiento. Eran esa caldera hirviendo y estaban por estallar. De pronto entre besos, sintieron los cuerpos tensos, los músculos apretados, ella se acercaba al orgasmo, los movimientos involuntarios de las caderas de ambos, los besos cada vez más duros, los gemidos más profundos, la mano libre apresando. Llegó el orgasmo en ambos. Ella aprisionó con fuerza esa eyaculación y él apretó todavía más ese punto dentro y fuera de ella. Largo, delicioso, único. Se miraron sonriendo se abrazaron y la verdadera lucha comenzó. Esta vez la boca experta de él comenzó a detenerse con fuerza en cada lugar que descubrió perfecto para hacer gemir. La punta perfecta de sus senos, lo pellizco, mordisqueó y lamió con esmero, hasta hacerlos doler de tanto placer. Bajó al precipicio del deseo, abriendo con su lengua el paso entre sus pliegues. Bebió ávido el efluvio de su cuerpo, saboreando y olfateando. Su lengua riñendo con su recovecos, guiado por el sonido de sus suspiros, sus dedos entre su cabello, sus dedos hurgando en su boca, instalando dos dedos para estimular más esa vagina deliciosa. Lamía, mordía, hacia doler. Pero al final los gemidos se unieron en un grito de placer. Ello lo incitó a cambiar de postura, sintió el placer de entrar dentro de esa boca y se contuvo con esfuerzos. Mordían, lamían, chupaban y antes de gritar juntos, se separaron. Sentados se unieron, en esa comunión silenciosa. Despacio sin dificultad, él se hundió en ella. Un espasmo de placer los recorrió. El vaivén de caderas, las manos apresando y arañando, los besos agrestes. Las miradas y sonrisas, todos ingredientes prodigados sin reparos desde el amanecer hasta el siguiente día.

Despertaron juntos, abrazados, sonrientes y satisfechos. Como si lo llevaran haciendo años se bañaron juntos, disfrutando de las caricias enjabonadas. Al salir a la calle, se miraron fijamente, sonrientes bajaron la mirada a los pies. Se abrazaron fuerte y se despidieron con un beso ardiente como para no olvidarse, como para retenerse a pesar del tiempo. Cada uno se miró a los ojos cuál despedida sin ser una realmente. Esa chispa brincando entre uno y otro. Cada quien tomó un rumbo distinto, recordándose por siempre. Ese efímero momento encapsulado en sus mentes.

Cada alegría y tristeza, cada mezcla de sentimientos y emociones, cada momento puede ser parecido a otro vivido. Con cada recuerdo formamos una colección de nos define en cierta medida. Soltemos emociones y sentimientos y recordemos con sonrisas esos EFÍMEROS MOMENTOS.